Seguir soñando historia. J. R. R Oviedo

Читать онлайн.
Название Seguir soñando historia
Автор произведения J. R. R Oviedo
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788419198174



Скачать книгу

artísticas, que, en la relumbrante, y a la par deslumbrante, electricidad de cualquier ciudad moderna. Sí, con toda su potencia y desarrollo, no llega al espíritu y algunos, errados en una gran paradoja, caminan hacia esa falsa luz cuando en realidad lo hacen a la oscuridad.

      Para mis víctimas favoritas – permítanme expresarlo así – y más honradas: el pobre ser humano que falleció por el egoísmo y la vanidad de determinadas élites que no miraban más allá de su ombligo. Nada mejor que el Titanic para ilustrar y resumir, en un barco, la existencia humana. Ellos ya están en la luz, pero sigue habiendo ciudadanos de primera y tercera clase porque así lo dicta el dinero, ese elemento que como dijo Voltaire nos convierte a todos a la misma religión cuando se menciona.

      Para todos en general, pues como decía al principio todos podemos errar, pero tenemos la suerte de poder volver a encontrar el camino correcto. En esto seguimos siendo libres al menos.

      ALEGORIA DE LA CUEVA

      El camino, sinuoso y estrecho, lleva directamente a la entrada de la cueva. Cuando uno llega, siente que está entre dos mundos: hacia fuera se extiende el mundo material y físico que podemos definir como tangible; más allá de la boca de entrada nos encontramos ante un universo espiritual donde se puede soñar sin necesidad de cerrar los ojos. Penetrar en una cueva poseedora de arte paleolítico es hacerlo en un santuario y, a la vez, en una biblioteca. Un lugar de lectura donde el lector no encontrará libros, un lugar sacro donde el posible adepto no encontrará sacerdotes.

      Al dar los primeros pasos, recorremos recovecos donde nuestros padres descansaban, otros donde se comunicaban o se fusionaban físicamente perpetuando así nuestra existencia e incluso habrá abrigos rocosos, dentro de esa misma cueva, donde sufrían y lloraban. Esta sensibilidad es la que empuja a nuestros antepasados a transmitir y difundir arte en lo más profundo de la cueva, allá donde la humedad hace casi imposible morar.

      Siempre hay un primer ser humano valiente o atrevido, pero la gran pregunta del arte paleolítico es: ¿por qué plasmar un dibujo cuando no se había hecho antes? ¿Qué sintió esa mente para llevarlo a cabo? misteriosa mente humana la que nos guía en este camino de existencia con su carga genética sin descifrar al completo. Se habla del cambio de Neanderthal a Sapiens y, por ende, de un cerebro más desarrollado y presto a sentir, pero... ¿por qué? no deja de ser una gran incógnita el porqué de ese primer dibujo y, sobre todo, el observar la influencia que tuvo expandiéndose el arte por todo el orbe, por miles de cuevas y abrigos rocosos en diferentes puntos del planeta.

      Cuando caminamos por la cueva, no sin dificultad, buscamos con la luz el rastro de esos primeros hombres para así intentar asimilar nuestra concepción a la de aquella época. Pero la luz artificial no es la misma que la que producían sus antorchas; éstas eran capaces de darle movimiento a las pinturas por el baile que provoca la oscilación de la luz. En cambio, nuestra luz “moderna” no es capaz de apreciar esa viveza. Si teníamos dudas de su capacidad artística, no hay nada mejor que pararse y observar cómo dibujos y grabados estaban supeditados a la forma de la piedra para así formar cabezas de bisontes, caballos, etc... Quisieron controlar la caza mediante rituales y nada mejor que controlarla en el mundo espiritual para, con esa fuerza sobrenatural, salir al mundo material convertido en un semi-Dios. Figuras danzantes en torno a las diferentes presas animales nos transmiten valor, hombres con cabezas de animales nos ofrecen una sensación de superioridad del hombre sobre las bestias, al menos en ese plano metafísico.

      Tenemos que arrastrarnos, manchando nuestras ropas de barro, como aquellos seres primitivos en clara alusión a la igualdad del hombre en la cueva, sea la época que sea, y podemos observar extraños dibujos antropomorfos: unos, claras figuras; otras, con alusiones a la fertilidad. Y aquí, importante subrayar como en algunas comunidades o clanes, destaca el papel primordial de la mujer invitándonos a creer en sociedades matriarcales. Sí, la mujer como centro de ese universo basado en ciclos lunares, los mismos que rigen su menstruación. En algunos casos llegaremos a ver representación de dicho ciclo menstrual de las mujeres del clan, como si todas ellas, de forma sagrada se ajustaran al mismo ciclo, a los mismos períodos. No deja de ser mágico hoy en día a pesar de nuestro conocimiento del cuerpo de la mujer.

      La mujer más allá de un bien sagrado al que hay que cuidar, como una Diosa. Y así se encuentran en muchos rincones, grabados o dibujados en piedra, figuras de mujeres con el vientre redondo, símbolo de embarazo y por tanto de ventura para esa comunidad que aseguraba la supervivencia de su clan.

      Por último, al retroceder hacia la salida, entramos en un abrigo rocoso a la derecha y encontramos manos dibujadas. La comparamos con la nuestra y nos sentimos tan cerca de esos hombres de la prehistoria que nuestro corazón se encoje. Al acostumbrar nuestra mirada a la escasa luz nos volvemos a sobresaltar; manos de cuatro dedos que no han podido ser interpretadas con seguridad. Quizás dedos amputados, quizás al dibujarlas un dedo quedara fuera de la impresión o, porque no, representaciones de otra civilización, de unos seres superiores que dejaron su huella en todas las civilizaciones con halo místico mostrándonos el camino a seguir. Sociedades primitivas de todo el mundo han dibujado manos y en los lugares que se ha dejado esa huella ha sido en lugares sacros, inviolables, quizás reservados a una minoría o solamente al clan que dejaba su impronta en el mundo de los espíritus.

      Salimos, con paso tan lento como la historia de la humanidad, y tenemos la sensación de haber vivido un sueño más que una realidad. Es probable que estas cuevas, poseedoras de pinturas y grabados paleolíticos, sean la última entrada al otro mundo. A ese mundo espiritual presente en todas las civilizaciones antiguas.

      No puede ser que ese legado eterno ya no interese al hombre, al menos una sola vez deberíamos intentar acceder al reino de Morfeo.

      Dice la leyenda que Morfeo, como Dios griego del sueño y de la noche, se transformó en un ser divino al dejar capturar su alma en una caverna, seguramente una con dibujos paleolíticos. El hombre se convirtió en Dios al captar el mensaje de sus antepasados

      LA MONTAÑA

      Un hombre tenía un sueño, quería ser el primero en subir a una montaña. No era una montaña sagrada ni la más transitada del orbe, sin embargo, desde pequeño anhelaba escalar a su cima y ser reconocido por ello.

      Después de años preparando el reto se puso en camino, transitó por senderos cada vez más empinados y, cuando parecía que el esfuerzo le derrotaba, divisó el último tramo. Estaba tan exhausto que decidió hacer noche a los pies de la escalinata final.

      En noche cerrada y cuando los párpados se caían, agotado pero preso de emoción por estar tan cerca de su sueño, oyó una voz femenina y otra más apagada que parecía infantil. Asombrado al ver lo que a todas luces parecía una mujer con su hija, se atrevió a entablar conversación:

      – ¿Qué hacéis paseando a estas horas tan cerca de la cumbre de la montaña? – Preguntó algo timorato el hombre.

      La mujer le miró con ojos cansados, la niña ni se inmutó. Por un momento creyó que estaba ante dos fantasmas hasta que la niña tiró de la mano a la madre y pareció romperse la ensoñación.

      – Déjale mama – habló la niña con mucha más seguridad en sí misma de la que aparentaba por edad – no parece mal hombre, aunque es uno más de los soñadores. Lo de siempre.

      – Tranquila hija – le dijo la madre a la pequeña mientras mantenía la mirada fija en el hombre – debemos ser respetuosas siempre. Caminamos hacia la cima como hacemos al final de todas las jornadas.

      – ¿Hacia la cima? Creía que nadie había subido a ella – el hombre hablaba estupefacto sin entender nada – Acaso ¿no seré el primero en llegar?

      La niña comenzó a reír a carcajadas, era una carcajada tan honda como sonora, terrorífica. Cuando pareció saciarle la risa se dirigió al hombre de nuevo:

      – Todos creéis ser los primeros y sin embargo son incontables los que ya han conseguido esto que crees proeza. Yo la primera.

      – Basta ya – apuntó la madre a la hija – te pido, una noche más, que