Remembranzas. Susana Taboada

Читать онлайн.
Название Remembranzas
Автор произведения Susana Taboada
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878714356



Скачать книгу

no los podían esconder de nosotras, ya que la casa no tenía lugares secretos. Esta habitación también daba a la calle con una ventana de madera, con dos alas, por donde me escapaba en las siestas para ir a jugar. Por último, continuando con el formato de la casa, papá había hecho construir, a medida que la familia iba creciendo, tres piecitas en degradé en altura y tamaño con techo de chapa revocada y pintada: comedor, cocina y una piecita de almacenamiento.

      Bien tempranito, antes de llamar a su prole, mientras el brasero calentaba el agua, para el mate y el cocido, mamá tomaba la escoba y barría el patio. Ese patio gigante, que se vestía de tierra suelta de tanto tránsito de pisadas infantiles y que en otoño se alfombraba de hojas amarillentas de los paraísos, guayaibíes, granadas y catalpas. Y como si la casa y el patio fueran poco, mamá tenía una quinta. Allí había un pequeño cañaveral, lo suficiente para degustar una caña de azúcar después de una buena helada. ¡Qué fiestas hacíamos en aquella quinta de la infancia! Allí, mamá nos inculcaba el amor a las plantas, diciendo que ellas eran bondadosas, siempre y cuando se las cuidaba. Recuerdo un gran duraznero, plantas de manzanitas verdes, pomelo, granadas y naranja agria con las cuales hacía mermelada. Los almácigos prolijamente trabajados, en ellos sembraba zanahorias, lechuga, acelga, cebollita de verdeo, perejil, remolacha, y preparaba otros espacios para trasplantar. Nos explicaba cómo usar la asada, la pala, la tijera de podar y en qué tiempo debíamos hacerlo. Esta quinta tenía un frente de unos 9 metros, y 15 de largo. En contra de los alambrados laterales había plantas de orégano, albahaca, morrones, tomates, y de porotos formando una muralla de verdes chauchas y aromáticas hojitas. En el alambrado que daba a la vereda, una hermosa enredadera de rositas rosadas y blancas, bien espinudas para que ni perros, ni gatos, ni algún humano se le ocurra saltar. Los vecinos, conociendo de la riqueza que doña Elma (así la llamaban en el barrio) tenía, mandaban a sus hijos a pedir alguno que otro manojo de verduras. Ella no tenía un minuto de descanso. Todo el día y todos los días algo había que hacer. Mamá nos mantenía cerca para enseñarnos de todo un poco, pero en la cocina, ahí no nos quería a ninguna. Quizás porque le comíamos todas las cosas antes de cocinar. Quizás porque tenía temor de que nos lastimásemos con los cuchillos o nos quemásemos como había ocurrido con nuestro hermanito Fredy. El patio fue testigo del duro trabajo de las santas manos. Incansables manos, toscas, callosas y a su vez capaces de acunar a un niño. Ellas lavaban la ropa de todos, de los más pequeños, de los hijos grandes y de papá. Mientras iba y venía de un lado a otro amasando harina, picando verduras, hachando los troncos o palos de leña, para mantener el fuego vivo, cocinar el guiso, encender el horno y cocer el pan, vigilaba atenta las travesuras que de modo inocente fuéramos capaces de hacer. Pero con más nitidez, recuerdo cuando salía el pan dorado, caliente todavía, cortaba en rebanadas y nos repartía una a cada uno para que paremos de llorar. Esas santas manos cosían la ropa, remendando agujeros, por horas enteras, midiendo, cortando, achicando trapos para sus polluelos. Mientras lo hacía soñaba a lo lejos que todos sus hijos tendrían un mejor futuro. Ella nos inculcaba, con una palabra o con un “cinturón”, que el estudio era lo primero para ser mejor. Su sueño truncado de ser maestra, algún hijo o hija lo lograría. Muy despacito, esas manos firmes perdieron la fuerza, ya no hachaban leña, ni amasaban pan, ya no barrían el patio muy de madrugada y la bella quinta se fue transformando en un pastizal. Cuando no pudieron seguir la rutina, sus manos bellas descansaron ya. Desaparecieron aquellas cicatrices y los callos de las palmas mejoraron sus uñas, sus dedos más suaves; es que había llegado la hora de comenzar a cosechar... Nosotros, sus hijos, la cuidamos tanto que mamá solo recibía caricias. Las manos más bellas, más suaves, más simples, son las manos tiernas, las de mi mamá.

Fiesta de Jubilación de Norma y Daniel

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4RdnRXhpZgAATU0AKgAAAAgADAEAAAMAAAABBuwAAAEBAAMAAAABCbAAAAECAAMAAAADAAAA ngEGAAMAAAABAAIAAAESAAMAAAABAAEAAAEVAAMAAAABAAMAAAEaAAUAAAABAAAApAEbAAUAAAAB AAAArAEoAAMAAAABAAIAAAExAAIAAAAfAAAAtAEyAAIAAAAUAAAA04dpAAQAAAABAAAA6AAAASAA CAAIAAgACvyAAAAnEAAK/IAAACcQQWRvYmUgUGhvdG9zaG9wIDIxLjIgKFdpbmRvd3MpADIwMjE6 MDc6MjkgMTU6MDY6MDEAAAAEkAAABwAAAAQwMjMxoAEAAwAAAAH//wAAoAIABAAAAAEAAAfaoAMA BAAAAAEAAAvCAAAAAAAAAAYBAwADAAAAAQAGAAABGgAFAAAAAQAAAW4BGwAFAAAAAQAAAXYBKAAD AAAAAQACAAACAQAEAAAAAQAAAX4CAgAEAAAAAQAAFeEAAAAAAAAASAAAAAEAAABIAAAAAf/Y/+0A DEFkb2JlX0NNAAH/7gAOQWRvYmUAZIAAAAAB/9sAhAAMCAgICQgMCQkMEQsKCxEVDwwMDxUYExMV ExMYEQwMDAwMDBEMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMAQ0LCw0ODRAODhAUDg4OFBQO Dg4OFBEMDAwMDBERDAwMDAwMEQwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAwMDAz/wAARCACgAGsD ASIAAhEBAxEB/90ABAAH/8QBPwAAAQUBAQEBAQEAAAAAAAAAAwABAgQFBgcICQoLAQABBQEBAQEB AQAAAAAAAAABAAIDBAUGBwgJCgsQAAEEAQMCBAIFBwYIBQMMMwEAAhEDBCESMQVBUWETInGBMgYU kaGxQiMkFVLBYjM0coLRQwclklPw4fFjczUWorKDJkSTVGRFwqN0NhfSVeJl8rOEw9N14/NGJ5Sk hbSVxNTk9KW1xdXl9VZmdoaWprbG1ub2N0dXZ3eHl6e3x9fn9xEAAgIBAgQEAwQFBgcHBgU1AQAC EQMhMRIEQVFhcSITBTKBkRShsUIjwVLR8DMkYuFygpJDUxVjczTxJQYWorKDByY1wtJEk1SjF2RF VTZ0ZeLys4TD03Xj80aUpIW0lcTU5PSltcXV5fVWZnaGlqa2xtbm9ic3R1dnd4eXp7fH/9oADAMB AAIRAxE