Название | Apocalipsis |
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Автор произведения | Mervyn Maxwell |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877019780 |
La guerrilla y las actividades terroristas castigaron a Palestina durante esos años. “Por toda Galilea”, nos informa Josefo, para mencionar solo una región de Palestina, “no se veía sino sangre e incendios”.1
Lo que Cristo quiso decir es que los desastres, las derrotas, las guerras y las hambrunas no son “señales” de un final cercano, ya sea de Jerusalén o del mundo. Para nuestro planeta saturado de pecado, aunque nos apene decirlo, tales pesares siempre estuvieron a la orden del día.
Falsos cristos y falsos profetas. Jesús también lanzó advertencias acerca de la aparición de falsos cristos y falsos profetas. (Véanse los versículos 4, 5, 23 y 24. Compare con Marcos 13:6 y 21 al 23.)
Durante los 39 años que transcurrieron entre el Sermón Profético (31 d.C.) y la caída de Jerusalén (70 d.C.), surgieron muchos falsos dirigentes. Josefo2 nos dice que Palestina se llenó de “vagabundos y embaucadores”, que explotaban las esperanzas y los temores de la gente y fomentaban la revolución contra Roma, “con el pretexto de estar guiados por inspiración divina”. Uno de esos impostores, cierto “falso profeta egipcio”, invitó a algunos judíos aventureros a reunirse con él en su cuartel del desierto. Miles aceptaron su invitación, creyendo que se trataba del Mesías que libraría a Jerusalén de la tutela romana. Pero los romanos fueron informados acerca de lo que estaba sucediendo y se prepararon para enfrentarlo. Cuando se produjo el ataque, prácticamente todos los judíos que habían seguido a este falso cristo perdieron la vida o huyeron a sus casas. El egipcio y unos pocos de sus seguidores escaparon. Algún tiempo después, de paso, un oficial romano confundió al apóstol Pablo con este mismo egipcio. (Véase Hechos 21:38.)
En el Sermón Profético, Jesús habla de los falsos cristos y los falsos profetas tanto cuando se refiere a su segunda venida como cuando menciona la caída de Jerusalén (véase Mateo 24:23, 24). Esta última parte de la profecía también se ha cumplido, al menos parcialmente. En 1978 tuvimos a Jim Jones y la masacre de Jonestown. Un poco más atrás, recordamos a Adolfo Hitler, a quien millones de educados occidentales atribuyeron la facultad de inaugurar mil años de paz. En el siglo XIX Napoleón condujo a la muerte a muchos más de sus seguidores que Jim Jones. Y tenemos al “Padre Divino”, que pretendía ser Dios en Filadelfia; y la “madre” Ana Lee, que enseñó que ella era la reencarnación femenina de Cristo. La lista es larga. Karl Marx, a su manera, también fue un falso cristo.
Cómo vendrá Cristo. Volvamos a la forma en que Cristo va a venir.
Algunos informantes, según Jesús nos advirtió, anunciarían: “Está en el desierto”; “está en el interior de las casas”. “No lo creáis”, nos insta. “¡Mirad que os lo he predicho!” USTED HA SIDO ADVERTIDO (vers. 25, 26).
¿Regresará Jesús privadamente? No, nos dice; no será asi.
¿Vendrá en secreto? No. De ninguna manera.
¿Cómo vendrá, entonces? “Como el relámpago sale por el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre”. “Harán duelo todas las razas de la tierra y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. El enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro” (vers. 27, 30, 31).
Jesús se refirió insistentemente a la forma de su venida, para preservar a sus preciosos seguidores de la desilusión y el desastre. Evidentemente, todo maestro que enseñe que Jesús va a venir de cualquier manera que no sea en las nubes del cielo, es un falso maestro.
El Espíritu Santo inspiró a Pablo para que nos diera una descripción de la “venida del Señor” similar a la descripción de Cristo mismo. “El Señor mismo”, dijo Pablo, “a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:15-17).
Dos palabras de este pasaje de Pablo han llegado a ser famosas en los círculos cristianos. Una de ellas es parousía, palabra griega que ha sido traducida por “venida”. Se la usaba en la antigüedad para referirse a las visitas oficiales de importantes personajes. Tuve una vez el privilegio de leer esta palabra en un trozo de alfarería que se refería a la llegada de cierto funcionario a una antigua comunidad egipcia. La palabra parousía figura en Mateo 24:3 y en diversos otros lugares del Nuevo Testamento, para referirse al regreso de Jesús.
La otra palabra famosa que aparece en algunas traducciones de 1 Tesalonicenses 4:15 al 17 es “arrebatamiento”. Está emparentada con la palabra “rapto” (latín, rap- tus), que significa apoderarse de alguien –especialmente, de una mujer– con fines deshonestos. En algunos círculos cristianos, sin embargo, esta palabra ha llegado a tener connotaciones agradables, gracias a las traducciones a que nos hemos referido, pues se la ha asociado con la venida de Jesús y la liberación de los redimidos.
En ocasión de su parousía (segunda venida), Jesús arrebatará (o rescatará) su pueblo. ¿Y en qué circunstancias lo hará? Cuando resuene la voz de mando; cuando se oiga la voz del arcángel; cuando se escuche el son de la trompeta; cuando aparezca el Señor en las nubes.
Cualquier “cristo” que venga, o que pretenda venir, de un modo diferente de este, es un cristo falso. Y evidentemente, cualquier maestro que diga que Cristo va a venir de otra manera es un falso maestro.
La advertencia de Cristo es urgente. En su Sermón Profético, Jesús dejó en claro que rechazar a los falsos maestros es más importante que saber la fecha exacta de su venida.
“¡Mirad que os lo he predicho!” (vers. 25). Que nadie los engañe. USTEDES HAN SIDO ADVERTIDOS.
Las otras señales verdaderas. Si la forma precisa de su venida es una “señal”, Jesús nos dio también algunas otras señales de su regreso. En Mateo 24:29 y 30 dice: “El sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre”. Sus palabras aparecen en Lucas 21:25 al 27 de esta manera: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria”.
En Mateo 24:33, Jesús dijo: “Así también vosotros, cuando veáis todo esto, caed en cuenta de que él está cerca, a las puertas”. Y en Lucas 21:28: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.
Muchos cristianos creen que estas señales que habrían de manifestarse en el sol, la luna y las estrellas ya se han producido. Tan impresionante posibilidad merece nuestra cuidadosa atención. La evidencia que tenemos al respecto las trataremos en las páginas 193 a 202.
También, entre “todas las cosas” que Jesús dijo que veríamos al acercarse su segunda venida, hay una señal sumamente impresionante y significativa. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14, RVR). Después de prestar atención a otros asuntos importantes, vamos a referirnos a esta notable promesa en las páginas 44 a 46.
II. La abominación de la desolación
Cuando