Apocalipsis. Mervyn Maxwell

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Название Apocalipsis
Автор произведения Mervyn Maxwell
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877019780



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Templo parecía estar tan cerca que casi se lo podía tocar. La luz de la luna realzaba su blancura y su tamaño. Los discípulos contemplaban sus piedras macizas y pulidas. Se sentían profundamente perturbados por la predicción de Jesús en el sentido de que llegaría el día en que ni una sola de esas piedras quedaría sobre otra. Pero ese terrible día de desastre, ¿no sería, acaso, el glorioso día de su regreso? ¡No entendían nada!

      “Dinos”, le preguntaron, perplejos, “cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo” (Mat. 24:3).

      Puede leer la respuesta de Cristo en los capítulos 24 y 25 de Mateo. Sus palabras aparecen en las páginas siguientes, con sus correspondientes encabezamientos para que se las pueda entender mejor. Después de que haya leído lo que Jesús dijo, vamos a tratar de descubrir lo que quiso decir.

       El mensaje de Mateo 24 y 25

       I. Advertencia de Cristo acerca de las “señales”

      ¡Cuánto dependemos de las señales! Especialmente de las que encontramos en las carreteras. Las buscamos –a veces, en vano– en las encrucijadas importantes de ciudades desconocidas. Apreciamos las señales destacadas de las carreteras más importantes.

      Recuerdo la serie de señales que se refería a una curva peligrosa en un lugar llamado Salisbury Plain, en Inglaterra, y que vi en mi infancia. La última señal era de gran tamaño, y con letras imponentes sentenciaba: “USTED ESTÁ ADVERTIDO”.

      Poco después del nacimiento de nuestro hijo, me cobraron una infracción por no haber respetado una señal de alto, en Chicago. Es verdad que estaba distraído; pero cuando volví para verificar cómo pude haber pasado por alto esa señal, descubrí un racimo de señales de bares, cantinas, cafés y otros negocios justo detrás de esa señal. Dudo de que no la hubiera visto, a pesar de la emoción de ser padre, si hubiera sido del tamaño de la de Salisbury Plain.

      “Dinos”, le rogaron los discípulos, “¿cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?” (Mat. 24:3).

      Dos preguntas en una. La pregunta de los discípulos pone de manifiesto su confusión. Combinaron en ella dos acontecimientos distintos. “Cuando sucederá eso” preguntaron, refiriéndose a la destrucción del Templo, y “cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo”, aludiendo al fin del mundo. La destrucción del Templo y el fin del mundo en ocasión de la segunda venida de Cristo parecía a los cuatro discípulos que era una sola cosa. Suponían que solo el fin del mundo podía causar la destrucción del principal lugar de culto del verdadero Dios.

      Al combinar los dos acontecimientos en uno, trataban de lograr una sola información: “Cuándo sucederá eso”, es decir, “Cuál será la señal” que indicaría su cercanía.

      Los comentaristas creen que al formular su respuesta, Jesús también amalgamó la información concerniente a los dos acontecimientos, es a saber, el final del Templo y el fin del mundo. No hay duda de que algo de eso hay; pero si estudiamos cuidadosamente los capítulos 24 y 25 de Mateo podremos distinguir con cierta facilidad cuándo se refiere Jesús a un acontecimiento o al otro. De todos modos, Cristo presentó señales diferentes para cada uno de esos acontecimientos.

      Señales distintas y dignas de confianza. Para la caída del Templo, Jesús dio una señal inconfundible: “La abominación de la desolación [...] erigida en el Lugar Santo” (Mat. 24:15); una predicción simbólica que se explica en Lucas 21:20, donde se dice que “Jerusalén” sería “cercada por ejércitos”.

      Para el fin del mundo, Jesús dio una corta y singular lista de señales: la predicación del evangelio a todo el mundo (Mat. 24:14); un conjunto de fenómenos astronómicos (vers. 29); y la forma en que va a venir: en las nubes de los cielos, y tan visible y evidente como un relámpago (vers. 27, 30).

      Cómo vendrá. De primera intención, parecería que Jesús hubiera evadido la pregunta de los discípulos. Su señal más enfática de la destrucción de Jerusalén era la llegada del enemigo. Su señal más enfática acerca del final del mundo era la forma en que él vendría. Pero Jesús estaba hablando en serio.

      Tal como sucedieron las cosas (y Jesús sabía cómo iban a suceder), la llegada de los soldados enemigos a Jerusalén en el año 66 d.C. era toda la señal que necesitaban los cristianos de esa ciudad. Porque los soldados de repente se retiraron de ese lugar, y todo el que quiso escapar pudo hacerlo antes de que los romanos regresaran para atacar en serio. (Véanse las páginas 27 y 28.)

      En cuanto a las señales de su segunda venida, Jesús fue muy enfático respecto de la forma en que ocurriría. “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre”, dijo, y añadió: “Y entonces harán duelo todas las razas de la tierra y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria” (vers. 30).

      La “señal del Hijo del hombre” es su aparición “sobre las nubes del cielo”.

      Tal como los reyes solían recorrer las calles de sus respectivas capitales en carruajes especiales en ciertas ocasiones, el Hijo del hombre, en circunstancias sumamente significativas, viajará en un carruaje de nubes sobrenaturales.

      Las Escrituras mencionan tres ocasiones en que esto ocurrió o va a ocurrir: 1) La ascensión de Cristo al cielo, cuando “fue levantado en presencia de ellos [los discípulos], y una nube le ocultó a su vista” (Hech. 1:9). 2) Al comienzo del Juicio Investigador, cuando el Hijo del hombre viajó sobre nubes para comparecer ante el Anciano (Dan. 7:9-14; Apoc. 12-14). 3) En el momento de su Segunda Venida, cuando, según Apocalipsis 1:7, vendrá “acompañado de nubes; todo ojo le verá”. La venida visible de Jesucristo sobre nubes es la “señal” suprema del Hijo del hombre. Precauciones y advertencias. Al pedir una señal de su Segunda Venida, los discípulos estaban tratando de conseguir información anticipada que les permitiera descubrir el momento en que Dios comenzaría su cuenta regresiva final. Hoy, a nosotros también nos gustaría disponer de esa información; por eso naturalmente nos encontramos preguntándonos: ¿Para qué sirve una señal, si solo se refiere a la forma en que va a venir?

      Vamos a volver sobre este asunto un poco más adelante, en la página 22. Mientras tanto, nos sentimos impresionados por el hecho de que Jesús no tenía mucho interés en establecer una lista exacta de los acontecimientos de los últimos días. Seis semanas más tarde, cuando poco antes de su ascensión los discípulos le preguntaron: “¿Es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?”, replicó: “A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad” (Hech. 1:6, 7).

      Lo primero que hizo Jesús en su Sermón Profético, al responder a sus discípulos, fue decirles: “Mirad que no os engañe” (Mat. 24:4). ¡No seáis engañados! No seáis extraviados por falsos cristos y falsas señales. No creáis que el fin de Jerusalén y el fin del mundo se producirán antes de tiempo (véanse los versículos 5 al 8). Tal como la señal de Salisbury Plain, Jesús dice claramente: “USTED HA SIDO ADVERTIDO”. No seamos confundidos por un racimo de señales, que no lo son en realidad.

      Señales que no lo son realmente. En el Sermón Profético aparece la famosa frase acerca de “guerras y de rumores de guerras” (vers. 6). Por siglos, los cristianos estudiosos de las Escrituras han citado esta declaración al reflexionar acerca de los acontecimientos internacionales contemporáneos. Una y otra vez se han convencido, por el momento, de que Jesús viene pronto. Pero él advirtió decididamente que las guerras y los rumores de guerras no son necesariamente señales del fin. “Todavía no es el fin”, dijo con relación a ellos.

      “¡Cuidado, no os alarméis! Porque es necesario que suceda, pero todavía no es el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Porque todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento” (vers. 6-8).

      De cualquier manera, la mención de guerras, hambres y terremotos