Название | Intriga en Los Laureles |
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Автор произведения | Francisco José Nesbitt Almeida |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781953540591 |
—Pero don Luis…
—No hay pero que valga, ¿te quedó claro?
—Sí, don Luis, le ofrezco una disculpa
—La disculpa no me la debes a mí, te la debes a ti mismo por arrogante y a tu hija que estima a ese muchacho más de lo que te imaginas.
—Pero no es de su clase.
—¿Vas a seguir en tu plan? ¿O a qué clase te refieres?
—Mi hija ha estudiado en las mejores escuelas, domina dos idiomas, convive con gente de alcurnia, creo que no debe mezclarse con un peón
—Tu hija, has de saber, estudia en las mejores escuelas, domina dos idiomas, convive con gente de alcurnia y estudiará en París a partir del año entrante, debido a que ese muchacho con su trabajo, con el sudor de su frente y la de otros muchos trabajadores, logran que esta hacienda produzca lo que produce para pagar esos caprichitos y, dicho sea de paso, para mantener a flote una empresa que se encuentra en quiebra por la holgazanería, despilfarros y malos manejos de su padre, así que, ¡mucho cuidado cuando te refieras a la gente que te da de comer! ¿Oíste?... ¿O quieres acaso que también cancele las tarjetas de crédito que usan tu hija y tu esposa, como hice con la tuya hace unas semanas?
—No, don Luis, entiendo su molestia.
En ese momento, don Luis salió de la biblioteca encontrándose de frente con su hija, quien al parecer había escuchado la conversación tras las puertas de vidrio de la biblioteca; su padre la hizo a un lado y siguió caminando hacia a su habitación, claramente enfadado. Ana Karen entró en la biblioteca y de inmediato cuestionó a su esposo, para saber si era cierto lo que creyó haber escuchado:
—¿De qué hablaban? —Pregunta que tranquilizó a Jean Claude al darse cuenta de que su mujer no había escuchado lo que hacía un momento había dicho don Luis.
—Nada de qué alarmarse; de algunos negocios que no han ido muy bien últimamente.
—¿Qué negocios? Nunca me has comentado que tengas negocios con mi padre.
—Solo algunas inversiones sin importancia. Creo que lo del ganado ya no va muy bien, tu padre está un poco alarmado
—O mucho, se ve que iba furioso; hablaré con él.
—Déjalo, ya se le pasará, no hay que hacer los problemas más grandes en vísperas de Navidad, son solo negocios.
Ana Karen no quedó convencida de lo que su esposo le dijo y pensó en hablar con su padre en unos días, pasando la Navidad; por lo pronto se encargaría, con ayuda de Paulina, de tener todo listo para la cena navideña. Habría que ir a la ciudad para comprar lo necesario adornar la casa y ponerse de acuerdo con Doña Lupe para la cena.
Esa noche Ana Karen durmió muy poco, pues según ella creía haber escuchado a su padre reclamar a Jean Claude que con el producto de la hacienda se mantenía a flote la empresa de su marido; esto le causaba inquietud ya que ella estaba segura que la empresa era muy lucrativa, pues les daba para vivir una vida de lujos, lo cual le resultaba extraño y más extraño era que su esposo le hubiera asegurado que su padre tenía problemas con sus negocios y que Jean Claude tuviera inversiones en ganado con su padre, si era tan obvia la enemistad entre él y don Luis. Se levantó temprano y salió a la terraza, sabiendo que su padre estaría ahí a esas horas tomando su primer café de olla; saludó a don Luis y lo pensó dos veces… mejor no tocaría el tema por ahora, por lo que decidió organizar con su ayuda la cena de navidad; le pidió que le facilitara un vehículo y un chofer para ir a la ciudad de compras con su hija, a lo que don Luis respondió:
—Claro, las llevará Manuel, pero hazme un favor y tráeme mi chequera de la biblioteca; seguro necesitarán dinero.
—Pero papá, Jean Claude me puede dar lo necesario.
—Trae mi chequera, te digo.
—Ay, papá, qué necio eres.
—Y tráeme también en qué hacer una lista, te voy a encargar algunas cosas.
Claro está, Ana Karen no sabía que tal vez su esposo no tuviera lo necesario para cubrir los gastos de una cena de navidad debido a que semanas atrás don Luis había cancelado la tarjeta de crédito que había venido utilizando sin límite alguno desde hacía años.
Llegó la Nochebuena y don Luis ordenó que se preparara la mesa para la familia además de Doña Lupe y Fabián; llamó a su hija a solas y le dijo que esa noche ellos servirían la cena, pues Fabián y doña Lupe eran los invitados esta vez, lo que le agradó mucho a Ana Karen y se lo comentó a Paulina, sin que Jean Claude se diera cuenta hasta el mismo momento en que entró al comedor y vio con sorpresa quiénes se encontraban sentados a la mesa; lo que le pareció más extraño: no ver a su mujer y a su hija en sus lugares. Solo dijo buenas noches y tomó asiento junto a Don Luis, que ocupaba la cabecera.
—Jean Claude, ella es doña Lupe, la abuela de Fabián y cocinera de esta casa desde hace ya treinta años, y hoy nuestra invitada de honor; a Fabián ya lo conoces —señaló Don Luis.
—¿Qué tal, doña Lupe? Un honor compartir la mesa con usted en una fecha tan especial, dijo Jean Claude.
—Gracias, señor, la verdad me siento muy extraña, pero a don Luis se le ocurre cada cosa...
En ese momento entraron al comedor Ana Karen y Paulina muy sonrientes, cargando las viandas que contenían la cena navideña, y Jean Claude no logró disimular asombro en un principio, seguido de disgusto; apuró su copa de coñac, lanzando una mirada amenazante a su mujer y preguntó en voz alta:
—¿Qué significa esto? Las mujeres de la casa sirviendo a la servidumbre
—Si no te parece, sírvete y llévate tu plato a otro lado; los aquí presentes queremos disfrutar de una cena navideña entre amigos, pero si no quieres compartir la mesa con nosotros, ya sabes qué hacer, dijo don Luis.
Jean Claude se levantó de la mesa indignado, diciendo a su esposa e hija:
—Ya hablaremos ustedes y yo. —Y salió del comedor hecho una furia.
Ana Karen intentó seguirlo, pero don Luis la tomó del brazo al pasar a su lado y le ordenó quedarse; todo esto siguió de un silencio incomodo que Paulina rompió al decir:
—Cenemos pues, porque se va a enfriar, afuera hace un frío terrible.
—Tal vez nos caiga una nevada navideña —manifestó Fabián—. Está el cielo muy cerrado y se ve muy colorido, señal de que por ahí anda la nieve.
—Sería maravilloso que nevara en navidad, dijo Ana Karen, a modo de dar por olvidado lo sucedido con su esposo hacia un momento. ¿Te sirvo, papá?
Cenaron como una gran familia, escuchando las anécdotas de don Luis, los chistes de Fabián, las ocurrencias de Paulina y hasta doña Lupe y Ana Karen decidieron intercambiar algunas recetas. Ya pasada la media noche Paulina sugirió que abrieran los regalos, lo que les extrañó a Fabián y doña Lupe, pues ellos no habían preparado ningún regalo para esa ocasión, mas no comentaron nada. Don Luis estuvo de acuerdo y se levantó de la mesa para ir a donde estaba el árbol de navidad en la estancia de la casa; Ana Karen pensó que ahí estaría Jean Claude pero no fue así y una vez que todos estuvieron sentados alrededor del árbol, don Luis tomó una de las cajas, leyó la tarjeta y dijo:
—Este es para Ana Karen. —Y le entregó a su hija el regalo
Ana Karen lo abrió, sonrió al ver el collar de perlas y besó a su padre en la mejilla; después don Luis tomó otro regalo y dijo:
—Para Fabián.
El muchacho se sorprendió y sonrió al recibir una caja un tanto pesada de manos de su patrón.
—Gracias, don Luis, no sé qué decir.
—Dale las gracias a Paulina