Название | Empuje y audacia |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Социология |
Серия | Ciencias Sociales |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788432320262 |
2. De vínculos, ajustes y entornos. Acotaciones para una intervención integral
Ninguna clase de vida humana, ni siquiera la del ermitaño en la agreste naturaleza, resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la presencia de otros seres humanos.
Hannah Arendt (1958)
2.1. Una perspectiva crítica y emancipadora
Es pertinente empezar dando cuenta de nuestra posición epistemológica crítica para entender la situación que viven estos/as jóvenes, como consecuencia de la sociedad desigual, colonial y patriarcal que configura y condiciona el desarrollo de la vida social. Nos identificamos con un trabajo social que reconoce, la marca dejada por las posiciones de género, clase social, raza y cultura, el espacio temporal en el que se desempeña, la dimensión de territorio y del momento histórico-político, y que considera a los/as MMNA como sujetos de derecho y como población vulnerada. Igualmente, la mirada constructivista es inspiradora para el trabajo social, porqué nos ayuda a entender que esta sociedad desigual también se sustenta en las representaciones sociales que nos hacemos los sujetos sociales y cómo estos significados se crean entre personas situadas histórica y culturalmente en una sociedad dada. Esta comprensión es muy útil para descubrir, el sentido de la acción social en el contexto de la vida cotidiana y desde la perspectiva de los/las actores (los/las políticos/as, los/las responsables organizativos, los/las profesionales, los/las representantes asociativos, los ciudadanos y las ciudadanas, y especialmente, los y las jóvenes migrantes) para poner en relación sus representaciones sociales y construir conjuntamente una sociedad más inclusiva y acogedora. Para una mayor profundización, remitimos al capítulo 2 y al capítulo 4.
Además, también mantenemos una posición crítica respecto al marco administrativo y jurídico que se asienta en una fricción relevante entre el derecho superior del menor y las políticas migratorias, cuyo énfasis a menudo recae sobre el control de flujos, tal como explica Elena Arce en el capítulo 5. La legislación en materia de extranjería (Ley 4/2000) establece separaciones, en concreto, el binomio regular/irregular (Palacín, 2017b) puede conducir las trayectorias hacia zonas de desafiliación (Castel, 2010). Concretando lo anterior, no puede obviarse la exclusión del sistema sanitario para los extranjeros que trajo implícita la promulgación del Real Decreto 16/2012 por criterios de corte económico (Delgado, 2014).
En el caso de los/las menores, con el control fronterizo como bandera, se ha constituido una estructura jurídica y administrativa que interpreta de manera incierta el interés superior del menor dejándolo, a menudo, al amparo de la arbitrariedad confeccionando los módulos para MMNA como instrumentos de control administrativo antes que dispositivos de protección. Esta fricción puede generar conflictos y situar al/la profesional en cuestiones, problemas o dilemas éticos entre los valores de las profesiones que trabajan con el colectivo, entre ellas trabajo social, y los requerimientos de la política social, no siempre respetuosos de tales valores. Situación que remite a lo que Banks (1997) refiere como desigualdades y opresiones estructurales, o lo estipulado por Reamer (1991), en caso de conflicto, el derecho de los individuos al bienestar puede ser prioritario sobre leyes y reglas, aspecto que comporta considerar el interés superior del menor como fundamental, sea cual sea la intervención o decisión (Gimeno, 2018).
El trabajo social desde una perspectiva emancipadora implica un análisis crítico de los problemas sociales, un compromiso con la justicia y el cambio social y la práctica de la dimensión colectiva (Dominelli, 2004), entendida dicha dimensión en los términos anteriormente descritos que enfatizan los procesos, las relaciones y la dignificación del lugar social de las poblaciones y colectivos que son silenciados, ignorados o como es también el caso del colectivo MMNA, criminalizados. Si bien es verdad que estas perspectivas emancipadoras rechazan los enfoques individualistas, esto no implica, a nuestro entender, que este posicionamiento ético-político niegue la necesidad de abordar la dimensión individual de los problemas sociales.
2.2. La comprensión de la situación individual para construir el vínculo entre el profesional y el/la menor
Estamos ante un actor específico por sus características: la edad, la procedencia, la distancia y, por ende, la vinculación/desvinculación con la familia de origen, las condiciones de entrada que, por supuesto, no son simétricas en todos los casos y las diferencias con los desplazamientos migratorios en su versión tradicional. Estos, en cierto sentido y siempre teniendo en cuenta que los límites de las categorías distan de ser estáticos, presentan una cierta secuencia o patrón, que pasa por el desplazamiento de un representante de la familia, quien, transcurrido un tiempo y si las circunstancias lo permiten, procede a la reagrupación familiar. En el caso de menores, se han establecido patrones migratorios; estos, sin embargo, presentan fronteras difusas y cambiantes (Quiroga, Chagas y Palacín, 2018).
Se ha postulado el dispositivo asistencial como espacio que puede facilitar la emergencia del vínculo entre profesional y la persona atendida (Howe, 1997)[2]. Esta ligazón se configura como elemento altamente relevante para favorecer la transición entre el origen y el país de acogida, al ofrecer una base segura (Bowlby, 1989) generadora de confianza y favorecedora, quizá, del sentimiento de identidad que Grinberg y Grinberg (1996) apuntalan a través de tres vínculos, el espacial, centrado en la integridad del individuo, el temporal que daría cuenta de la continuidad del individuo a lo largo del tiempo y, finalmente, el vínculo social que, por su propio nombre, se referirá al espectro relacional del individuo. Si, siguiendo a los autores citados, tales vínculos pueden estar afectados en la migración, y muy especialmente cuando se trata de menores, el espacio asistencial puede ser entendido como espacio de integraciones mutuas entre el/la profesional y la persona atendida (Mata, 2009), favorecedor asimismo de la emergencia de los tres vínculos. De igual forma, esta situación vincular del espacio asistencial está asociada a diversos conceptos tales como la exploración y la empatía.
La construcción teórica del concepto de vínculo se asoció, por una parte, a la mencionada base segura y, por otra, a la conducta exploratoria (Bowlby, 1989), de tal manera que una figura de apego accesible, incluso en condiciones de adversidad, que pueda ser concebida como una base segura, resultará un facilitador para que el sujeto explore los entornos que habita. Si el vínculo tiende a la ambivalencia o inseguridad (Howe, 1997), posiblemente la actividad exploratoria verá mermada sus posibilidades. Este término es asimismo indisociable de la noción diagnóstica. No todos los sujetos tienen la misma capacidad vincular, y la comprensión temprana de esto podrá dar como resultado un mayor trabajo relacional desde lo profesional, que pueda tomar en consideración el malestar emocional que los MMNA presentan, a menudo acompañado de desconfianza hacia el entorno profesional que les asiste (Bravo y Santos González, 2017).
Cabría asimismo interrogarse sobre la relación entre el circuito de acogida y la posibilidad o no de establecer vínculos entre profesional y menor. La acogida se da en un contexto de emergencia y está sometida a la incertidumbre derivada de las propias condiciones del dispositivo y de un marco administrativo jurídico laberíntico, debemos pues ser conscientes de que el diagnóstico no solo debe incluir al menor y sus circunstancias, sino también al dispositivo y sus contrariedades.