Название | Miradas Cruzadas 2-3 |
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Автор произведения | Jorge Martin |
Жанр | Философия |
Серия | |
Издательство | Философия |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789978775356 |
Aunque Badiou defienda el comunismo genérico5 y el maoísmo, es en la figura de Pablo que encuentra el paradigma de este proceso de subjetivación, del abandono de la individualidad particular para incorporarse a los rastros de un acontecimiento, fuente de singularidades universales: “Separar tajantemente cada proceso de verdad de la historicidad “cultural” donde la opinión pretende disolverla: tal es la operación adonde nos guía Pablo.”6 A diferencia de los teólogos, Pablo no es el hombre de la teorización del cristianismo, de su articulación conceptual con la filosofía griega o con la filosofía judía, sino el hombre de su pura declaración, de la declaración del carácter verdadero de su acontecimiento. De allí el gran interés que le presta Badiou, ya que, en el campo del cristianismo, Pablo se asemeja a un verdadero militante, tal como lo fue Lenin para Marx, el hombre de la creación de la organización dentro de la cual podrán fluir las verdades que surgieron de manera acontecimiental7. Efectivamente, tal como vamos a verlo con Badiou, Pablo es la verdadera figura del Sujeto de una ética de las verdades: el militante de una causa evanescente, que busca desplegar sus posibilidades dentro de una organización inmanente, siendo fiel, incluso en los momentos de crisis, a las singularidades universales que conlleva. De esta manera, la ética presenta el mejor punto de anclaje para entender a la vez la teoría del Sujeto de Badiou, así como su lectura de Pablo.
El ser, el acontecimiento y las verdades El abandono de la ontología a la matemática
La filosofía de Badiou reposa sobre una afirmación tan sorprendente como provocadora, según la cual la ontología es un discurso que no le pertenece a la filosofía sino a la matemática: “La tesis inicial de mi emprendimiento, a partir del cual se dispone el entrecruzamiento de las periodizaciones extrayendo el sentido de cada una, es la siguiente: la ciencia del ser-en-tanto-ser existe desde los griegos, ya que tal es el estatuto y el sentido de las matemáticas.”8 El arrancar la ontología a la filosofía es un gesto de gran audacia dado que no solo la ontología es tradicionalmente una de las ramas fundamentales de la filosofía, sino además es la rama que dicta la ley del desarrollo de los sistemas filosóficos. Tal como lo vemos por ejemplo en la metáfora del árbol del conocimiento en la Carta prefacio a los Principios de la filosofía de Descartes9, la ontología –o la metaphysica generalis– es la raíz a partir de la cual ingresan nutrientes cuyas características se ven reflejadas hasta en los frutos del árbol, por lo que toda filosofía está determinada en última instancia por su ontología. Más aún, la exclusión de la ontología, de la filosofía, es sorprendente ya que es de recordar que Badiou ocupó, en la Universidad de Paris VIII Vincennes, la única cátedra de ontología que existió en Francia. Así, toda la filosofía de Badiou comienza por el hecho que: “[…] la filosofía está en su origen separada de la ontología.”10 A pesar de esta sorpresa, es posible entender en qué medida el discurso del Ser en tanto Ser es aquel de la matemática. Primero porque para poder alcanzar el Ser, es necesario despojar los entes de todas sus características singularizantes, para mantener de éstos la única característica que todos comparten, es decir, su única característica de Ser. De allí el proyecto erótico de la filosofía de Descartes, y tal vez de casi toda filosofía, según el cual, para alcanzar la realidad, se debe retirar sus velos, tal como si estuviésemos desnudándola: “En cambio, cuando distingo la cera de sus formas exteriores y la considero por completo desnuda, igual que si le hubiese quitado sus vestidos, ciertamente, aunque se pueda todavía encontrar algún error en mi juicio, no la puedo concebir de esa manera sin un espíritu humano.”11 Por lo tanto, despojado de todas las características de los entes, el lenguaje de la ontología, para Badiou, debe necesariamente ser formal y por lo tanto matemático: “El ser no se difunde en el ritmo y la imagen, no reina sobre la metáfora; es el soberano nulo de la interferencia. La ontología poética, que se encuentra –como la Historia- en el impasse de un exceso de presencia donde el ser se oculta, debe ser sustituida por la ontología matemática, en la que se realiza por la escritura la des-cualificación y la impresentación.”12
Esto no significa que el ser sea matemático, sino que la ontología, es decir el lenguaje mediante el cual se accede al ser (en tanto que es una onto-logía) es aquel de la matemática. No obstante, se podría objetar a Badiou que la matemática trata de objetos matemáticos, y, por lo tanto, de entidades previamente determinadas y cualificadas. En este caso, la matemática nos llevaría mucho más dentro del campo de lo óntico (formal) que de lo ontológico. Ahora bien, para, Badiou, y de manera sorprendente, la matemática no trata realmente de objetos: “[…] la verdad es que no hay objetos matemáticos.”13 Mediante una crítica fina de la concepción aristotélica de la matemática14, Badiou reactualiza el platonismo para mostrar que la matemática trata del modo de presentación de éstos, de su misma presentación: “Las matemáticas no presentan, en sentido estricto, nada, sin que por ello sean un juego vacío, puesto que no tener nada que presentar, fuera de la presentación misma, es decir de lo Múltiple, y no acordar nunca bajo la forma del ob-jeto, es por cierto una condición de todo discurso sobre el ser en tanto ser.”15 De allí que la matemática pueda ser la ontología, ya que es un discurso declarativo que toma decisiones acerca de lo que significa existir. Para ejemplificar este punto tomemos el caso de las crisis históricas de las matemáticas y preguntémonos ¿cómo se sale de una crisis matemática? La respuesta de Badiou es tajante: por decisiones en cuanto a lo que significa existir. Dentro del conjunto de los números naturales N, el número i, tal que i2 = -1, no existe. El número i no tiene Ser dentro de N. No obstante, esto no impidió que, en la historia de las matemáticas, de Cardan a Euler, pasando por Bombelli, le hayan dado un ser dentro de un conjunto más amplio que N: el conjunto de los números complejos C. Bien entendemos que se trataba de una decisión acerca de lo que significa existir y, por lo tanto, de una decisión propiamente ontológica. El “Ser” obedece a ciertas reglas en N, y a otras en C. Por lo tanto, crear el conjunto C es entonces tomar una decisión ontológica acerca de las reglas del existir y del ser. Así, las matemáticas no describen un mundo cuya existencia es reconocida a priori por todos, sino que crean mundos mediante decisiones ontológicas16: “Se trata propiamente de un acto que introduce de forma duradera lo real del ser, es decir, que introduce el elemento cuyas conexiones y configuraciones habrán de establecerse mediante una tarea que ese acto se encargará de asumir.”17
A diferencia de lo que afirma la ontología clásica18, para Badiou, el Ser no es ni Uno ni uno. La ontología de lo Uno es aquella que refleja su figura teológica19, según la cual hay un Ser supremo (del cual uno de los nombres posibles es Dios) que abarca la totalidad del Ser. Al contrario, podemos imaginar teorías que piensen el Ser bajo la modalidad de lo uno, es decir, tal como si existieran pequeñas partículas de Ser20 que serían el componente último de todo ente. Para Badiou, el Ser es una multiplicidad de multiplicidades21 que no desemboca nunca sobre un primer átomo de Ser. Así, su ontología se construye tanto en contra de lo Uno como en contra de lo uno, es decir en contra de la metafísica, así como en contra del atomismo. Pero esta ontología no elimina todo pensamiento de la unidad. De hecho, ¿cómo podría hacerlo?, dado que toda presentación del Ser se manifiesta mediante una cuenta-por-uno: “Lo que es necesario enunciar es que lo uno, que no es, existe solamente como operación. O mejor aún: no hay uno, sólo hay cuenta-por-uno.”22 Vemos a nuestra mano como una mano, este árbol como un árbol, y sabemos como mínimo desde Spinoza que el problema de la individuación de las cosas singulares presenta múltiples dificultades23 dado que plantea el problema del operador de la