Название | Corrientes de psicología contemporánea |
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Автор произведения | Martín Echavarría |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789873736445 |
Los psicoanalistas lacanianos dicen que el psicoanalista “ocupa el lugar del muerto” –metáfora tomada del Bridge, pero con muchas implicaciones–136. Hay algunos que llegan al extremo de afirmar incluso que no tiene que decir absolutamente nada. Porque “el muerto”, cuyo lugar se ocupa, no es sólo el padre humano, el “otro de la díada”, sino el “Otro” con mayúscula, que en el fondo es Dios. “Dios ha muerto”, dijo Nietzsche. El paciente pone al psicoanalista en el lugar pedagógico del padre, y lo considera inconscientemente como un representante de Dios y de su ley. Y por eso, quiere saber qué quiere el analista, para complacerlo. Pero el único deseo del analista en cuanto tal debe ser el “deseo de análisis”, dice Lacan; el psicoanalista debe “salirse de ese lugar” de autoridad en que lo pone el paciente y dejarlo vacío. No se trata simplemente de no influir, porque, por el contrario, la influencia que el psicoanalista ejerce es enorme. Se trata de asumir un rol antipedagógico y posmoral137, que sirve para que la persona se dé cuenta de que Dios ha muerto, y de que en su lugar está el vacío, la muerte misma, que es la fuente última de la angustia. Esto en Freud está presente, pero relativamente oculto, latente, tácito, mientras que es la finalidad bastante explícita de muchas interpretaciones filosóficas del psicoanálisis, como algunas formas de psicoanálisis existencialista y, sobre todo, del psicoanálisis lacaniano y poslacaniano (que es, desde el punto de vista filosófico, posmoderno), que interpretan correctamente el espíritu de la terapia psicoanalítica tal como Freud la sintió. Por este motivo, el psicoanálisis, no sólo como doctrina, sino también como método, en su profundidad última es incompatible con una visión personalista del ser humano y con el cristianismo138.
En todo caso, y volviendo a la concepción de Freud, se trata de que la persona se arregle con sus imágenes internas. En la terapia psicoanalítica la persona entra en una especie de estado de regresión en el cual actúa sus conflictos inconscientes, actúa la relación con su padre en la relación con el analista139. Por eso es tan importante para el psicoanálisis lo que llaman el análisis de la transferencia. La transferencia no es la relación personal con el psicoterapeuta, como muchos poco interiorizados en la doctrina psicoanalítica piensan, sino la proyección sobre el psicoanalista de su relación con sus padres, que hay que analizar140. Ese sería el lugar privilegiado para hacer consciente lo inconsciente. Según la (tácita) teoría del conocimiento freudiana, no hay posibilidad de relación real con el psicoterapeuta, porque no hay posibilidad de salir de la propia psique. En este sentido Freud es cercano al idealismo: no se puede trascender las propias imágenes. Esto no es casual. Desde el punto de vista teórico, el psicoanálisis es hijo de la tradición idealista moderna en la línea del sensismo empirista. Es importante señalar, sin embargo, que en Freud no aparece en absoluto un aspecto esencial de la mente humana, que es el de la inteligencia capaz de captar lo universal. Para él todo son imágenes; Freud es inconscientemente nominalista.
La terapia psicoanalítica es esto. Toda la terapia consiste en hacer conscientes los complejos y deseos inconscientes. Una vez que se ha hecho esto, no hay trabajo pedagógico sobre la voluntad, sobre los apetitos, sobre las emociones. La toma de conciencia se identifica con la curación (siempre parcial y provisoria). Por eso Freud, como venimos de decir, es partidario de una visión de la psicoterapia no pedagógica. La psicoterapia no reeduca, hay que “correrse” del lugar educativo, hay que “correrse” del lugar del padre, hay que salir del lugar de la autoridad. De lo que se trata es de que el hombre sea autónomo; en este sentido, Freud es hijo de la Ilustración. Lo que sucede es que, al mismo tiempo, es posmoderno, falta en él el optimismo de la Ilustración, porque el hombre no tiene solución, esa autonomía que busca (que “donde era Ello, advenga Yo”) es fatalmente irrealizable, y lo deja huérfano y en manos de la muerte. Por eso el final de un análisis es arbitrario. Se decide dónde se termina, si es que no queremos seguir toda la vida visitando al psicoanalista.
Conclusiones
Nadie puede poner en duda la importancia de la escuela psicoanalítica, y de Freud en particular, en la conformación de la identidad de la psicología contemporánea y también en la mentalidad de gran parte de la cultura predominante en occidente en los últimos cien años. Es necesario, además, destacar algunos aspectos positivos que el psicoanálisis ha aportado a la psicología, como el llamar la atención sobre el estudio de temas poco tratados por considerarlos marginales al discurso psicológico académico, como el de los factores inconscientes del psiquismo humano, la importancia de la causalidad psíquica de varios trastornos, así como la importancia de las experiencias infantiles en la formación de la personalidad.
No obstante lo cual, en nuestra opinión, que consideramos sólidamente fundada en la obra de Freud, el psicoanálisis, globalmente considerado, y especialmente tal como lo ideó su fundador, es una teoría y una práctica que tiene muchos y grandes defectos en todos los órdenes, tanto en la teoría como en la praxis. Para no prolongar nuestro discurso más de lo debido, reduciremos nuestras críticas a tres categorías:
1) Metodología: A pesar de presentarse como una ciencia (incluso como la clave de todas las ciencias, especialmente de las llamadas Ciencias del Espíritu), y usando un lenguaje prestado de otras disciplinas científicas (como la termondinámica, la biología o la fisiología), si hay algo de lo que adolece el psicoanálisis en general, y el de Freud en particular, es de todo uso de la metodología científica, sea que se tome por ciencia lo que Aristóteles entendía por este término (un conocimiento cierto y demostrativo por las causas), sea lo que gran parte de la epistemología moderna considera ciencia (una serie de constataciones de relaciones constantes entre fenómenos, susceptibles de verificación o falsación). Freud es un autor que procede de un modo intuitivo, que fundamenta sus afirmaciones en sus propias (y muchas veces escasas) observaciones, experiencias que no se hacen según ningún tipo de control riguroso y que, muchas veces, están teñidas de una posición filosófica previa no explicitada. Con frecuencia cae en el uso de todo tipo de falacia y en errores formales en la construcción de sus razonamientos. Estas falencias son evidentes y, por lo mismo, son las que más frecuentemente se han señalado. Las encontramos formuladas por autores de muy diversa extracción teórica, como Karl Popper, Rudolf Allers, Hans J. Eysenck, Mario Bunge, Michel Onfray141, etc. A pesar de lo cual, la influencia de Freud no se ha visto definitivamente dañada, por motivos que seguramente escapan a la comprensión racional.
2) Teoría: La teoría de Freud (si es que se puede hablar de una definitiva, pues este autor la ha ido modificando constantemente) tiene muchísimas lagunas, algunas de las cuales hemos señalado en la exposición. No entraremos aquí a hacer una crítica de fondo de sus presupuestos filosóficos, lo que llevaría más espacio del deseado, sino a señalar algunas de las inconsecuencias de sus teorías.
A veces, especialmente en los escritos de la época fundacional del psicoanálisis, a pesar de postular una dualidad pulsional (sexual y de autoconservación), se da la impresión de que el aparato psíquico funciona sólo con una energía, la libidinal. Por otro lado, la identificación de todo placer con el sexual es evidentemente falaz, como hemos ya mostrado.
Freud considera, además, que los motivos de la represión son de orden ético y estético, como si una ética demasiado exigente llevara necesariamente a la represión. Pero se le ha escapado que, si tal fenómeno se da, en todo caso la represión se da más por un rechazo orgulloso o vanidoso de reconocer en sí mismo defectos respecto del ideal, que por fuerza de la ética misma.
Un defecto muy importante es la casi absoluta ausencia en la teoría freudiana de la mente, de los aspectos racionales que tan evidentemente forman parte de la vida psíquica humana, como la capacidad de pensar en conceptos universales, la de hacer enunciados necesarios y la de razonar. No es que Freud diga que entre este nivel y el sensitivo hay sólo diferencia de grado (como en el empirismo), sino que no da absolutamente ninguna explicación de su existencia, ni lo tiene en cuenta en la explicación global de la vida humana, excepción hecha del oscuro concepto de representación de palabra.
Queda sin explicar también el pasaje incomprensible desde lo inorgánico a lo orgánico, en los inicios de la evolución, ya que, si toda la realidad tiende a conservarse en su estado actual, ¿de dónde surgió el impulso hacia las organizaciones