Название | Corrientes de psicología contemporánea |
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Автор произведения | Martín Echavarría |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789873736445 |
En este nuevo modelo, además, a veces parece que es el yo, y no el ello, el que se rige por el principio de placer, quiere evitar el displacer, y mantenerse con vida: “El yo aspira al placer, quiere evitar el displacer”95. “Un propósito de mantenerse con vida y protegerse de peligros mediante la angustia no se puede atribuir al ello. Esa es tarea del yo, quien también tiene que hallar la manera más favorable y menos peligrosa de satisfacción con miramiento por el mundo exterior”96. Sin embargo, también el ello aspira al placer, en la medida en que las pulsiones buscan la reducción de los excesos de excitación, que es en lo que consistiría en general el placer. En esta última etapa, en realidad, Freud va y viene con estos conceptos, y cambia con frecuencia de idea de un escrito a otro.
El yo sirve al ello, pero para lograr sus metas tiene que tener en cuenta también a la realidad. Esa energía, que se querría descargar directamente, tiene que dar un rodeo a través del circuito de las representaciones del yo, hasta encontrar una puerta de escape, pues el yo no sólo es responsable de la percepción y procesamiento de informaciones, sino también de activar la conducta, es decir, de activar la musculatura voluntaria.
Aquella realidad exterior, que inicialmente son los padres y los valores culturales que ellos encarnan, porque para Freud los padres no pueden sino transmitir los valores de la sociedad en la que están inmersos (por eso también habla de una especie de superyó cultural97), con el tiempo es introyectada, metida dentro del psiquismo, y por lo tanto se forma una separación dentro del Yo que es lo que él llama superyó (Über-ich). El Superyó juega el papel de la conciencia moral: contiene los ideales (ideal del yo –Ichideal–). Estos ideales no son tanto los valores universales, en el sentido filosófico del término, sino que son algo del orden de la fantasía, son la imago del padre y la imago98 de la madre introyectadas, son las identificaciones con nuestros padres como ideales. Y, por otro lado y principalmente, las prohibiciones. Freud tiene una visión muy kantiana del deber y de la prohibición. Las prohibiciones principales son la del incesto y la del parricidio, no matar al padre y no acostarme con mi madre o con mis hermanas. Ésta sería la base de toda la moralidad, lo que él llama el tabú. Las prohibiciones son los tabúes. Todo sistema moral se desarrollaría en base a estas dos prohibiciones fundamentales. La religión, a su vez, sería el tótem, pues para él las religiones modernas serían el desarrollo de la religión totémica, y la moral sería un desarrollo de los tabúes tribales.
El superyó, que surge como una distinción dentro del yo, es una nueva instancia que presenta sus exigencias al yo. Como, con el tiempo, puede haber una fuerte diferencia entre las exigencias del superyó y la realidad exterior, tenemos al pobre yo tironeado por tres lados: por el del ello, por el de la realidad y por el del superyó. De allí la famosa frase de Freud: “el yo es esclavo de tres amos99”. Esto es así porque el yo está siempre en peligro de disgregación, solicitado como está por un lado por el superyó, tironeado por otro lado por la realidad. Nosotros terminaríamos de formar el superyó si somos más o menos normales (porque la normalidad plena, para Freud, no existe) en la adolescencia. Pero la realidad exterior puede cambiar y puede no ser la misma que nuestra realidad familiar y por lo tanto el superyó puede estar en conflicto con la realidad. El yo está también presionado por los ideales y prohibiciones morales. Finalmente estamos empujados por nuestra verdadera finalidad, la del Ello. El “yo es esclavo de tres amos”, sirve a tres Señores, y por eso no puede sino estar dividido, no se puede servir a tres Señores que quieren cosas distintas. Por eso la vida psicológica del hombre es precaria, para Freud, y no tiene arreglo del todo, hay que estar siempre acomodándola. Detrás de esto está la sombra de la pulsión de muerte.
11. La nueva teoría de las pulsiones
Como se ha dicho, sobre todo en la etapa fundacional del psicoanálisis las ideas reprimidas se relacionan con la sexualidad, y por eso Freud fue acusado de pansexualismo. Esta acusación no es del todo acertada, como ya se ha dicho, porque para Freud, ya desde el principio, hay dos pulsiones contrapuestas, la de autoconservación y la sexual. Freud siempre tuvo una concepción dualista de las pulsiones. En la última etapa estas pulsiones son Eros y pulsión de muerte o de destrucción, en una especie de regresión a la antigüedad mitológica presocrática100.
Tras larga vacilación y oscilación, nos hemos resuelto a aceptar sólo dos pulsiones básicas: Eros y destrucción. La oposición entre pulsión de conservación de sí mismo y de conservación de la especie, así como la otra entre amor yoico y amor de objeto, se sitúan en el interior del Eros)101.
Esta tesis de la oposición entre la pulsión de vida (Eros) y la pulsión de muerte es muy conocida. La pulsión de vida tiende a complicar la realidad, a construir realidades mayores uniendo los elementos, mientras que la de destrucción, tiende a deshacer y disgregar:
La meta de la primera es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas, o sea, una ligazón; la meta de la otra es, al contrario, disolver nexos y, así, destruir las cosas del mundo. Respecto de la pulsión de destrucción, podemos pensar que aparece como su meta última transportar lo vivo al estado inorgánico; por eso la llamamos también pulsión de muerte102.
Las pulsiones no tienden a un fin perfectivo futuro (telos), sino al retorno a un estado anterior, es decir, son conservadoras. Esta es una tesis que aparece en casi todas las épocas del desarrollo intelectual de Freud, como se ha visto. La acción es la consecuencia de un incremento de la excitación, que debe ser descargado para retornar al estado de equilibrio anterior.
Llamamos pulsiones a las fuerzas que suponemos tras las tensiones de necesidad del ello. Representan los requerimientos que hace el cuerpo a la vida anímica. Aunque causa última de toda actividad, son de naturaleza conservadora; de todo estado alcanzado por un ser brota un afán por reproducir ese estado tan pronto se lo abandonó103.
Ese estado anterior absolutamente hablando, desde el punto de vista evolutivo, fue el estado inorgánico y, por lo tanto, la tendencia más profunda de la realidad es a volver al estado inorgánico104. Por eso también la tendencia más profunda del psiquismo es a volver a lo inorgánico y morir, y esto no tiene solución, es totalmente insanable, lo que hace que el psicoanálisis sea interminable105.
Respecto de la pulsión de destrucción, podemos pensar que aparece como su meta última transportar lo vivo al estado inorgánico; por eso también la llamamos pulsión de muerte. Si suponemos que lo vivo advino más tarde que lo inerte y se generó desde esto, la pulsión de muerte responde a la fórmula consignada, a saber, que una pulsión aspira al regreso a un estado anterior. En cambio, no podemos aplicar a Eros (o pulsión de amor) esa fórmula. Ello supondría que la sustancia viva fue otrora una unidad luego desgarrada y que ahora aspira a su reunificación106.
El principio del carácter conservador de la pulsión, es más claro en el caso de la de destrucción. Lo no vivo fue anterior que lo vivo. Por eso, la tendencia más radical y arcaica del ser vivo es a la muerte, es decir, a recuperar el estado de disgregación. ¿Cómo se pasó históricamente de lo inerte y disgregado a lo vivo y unificado? Para Freud es inexplicable, porque él no acepta una tendencia a la perfección, ni una causalidad exterior al cosmos que ponga en movimiento lo inerte. Todo movimiento y toda tendencia son un retroceso, un intento de recuperar un estado perdido y previo.
Como consecuencia de su nueva teoría de las pulsiones, parecería que Freud sólo reconoce una energía psíquica, la libido, que es la energía de la pulsión de vida o Eros. La pulsión de muerte no tendría una energía propia, sino que justamente su tendencia consistiría en descargar completamente la energía del ser vivo, para que muera. Esto lo expresa Freud con el término, tomado de la psicoanalista inglesa Barbara Low, “principio de Nirvana”, que se coloca “más allá del principio de placer”107.
El psicoanálisis no sólo no es una terapia breve, sino que es una terapia interminable por motivos ontológicos: si la realidad tiende a la disgregación y por lo tanto no hay solución radical, es necesario ir siempre ajustando el psiquismo que tiende por sí mismo a deshacerse, ayudándolo a que no se disuelva, pero sabiendo que finalmente la muerte triunfará108. Para Freud la psique es un conglomerado de representaciones que está siempre