Название | El libro negro del comunismo |
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Автор произведения | Andrzej Paczkowski |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417241964 |
En realidad, los kulaks solo representaban una parte de las personas «retiradas de la circulación». Los agentes locales de la GPU habían aprovechado la ocasión para «limpiar» su distrito de los «elementos socialmente extraños», entre los que figuraban «policías del antiguo régimen», «oficiales blancos», «ministros de culto», «monjas», «artesanos rurales», antiguos «comerciantes», «miembros de la intelligentsia rural» y «otros». Al final del informe de 15 de febrero de 1930, que detallaba las diversas categorías de individuos detenidos en el contexto de la liquidación de los kulaks de primera clase, Yagoda escribió: «Las regiones Noreste y Leningrado no han comprendido nuestras consignas o no quieren entenderlas. Hay que obligarles a comprender. Estamos limpiando los territorios de popes, comerciantes y demás. Si dicen «demás» quiere decir que no saben a quiénes detienen. Tendremos todo el tiempo del mundo para desembarazarnos de los popes y de los comerciantes, hoy en día donde hay que golpear precisamente es en el blanco: los kulaks y los kulaks contrarrevolucionarios» 12. ¿Cuántos individuos detenidos en el marco de la operación de «liquidación de los kulaks de primera categoría» fueron ejecutados? Hasta el día de hoy no está disponible ningún dato al respecto.
Los kulaks de «1.a categoría» constituyeron, sin duda, una parte notable de los primeros contingentes de detenidos transferidos a los campos de trabajo. En el verano de 1930, la GPU había ya puesto en funcionamiento una vasta red de campos de este tipo. El conjunto penitenciario más antiguo, el de las islas Solovki, continuó su extensión por el litoral del mar Blanco, de Carelia a la región de Arcángel. Más de 40.000 detenidos construían la ruta Kem-Ujta y aseguraban la mayor parte de la producción de madera exportada desde el puerto de Arcángel. El grupo de campos de concentración del norte, que reunía aproximadamente a 40.000 detenidos, se dedicaba a la construcción de una vía de ferrocarril de trescientos kilómetros que enlazaría Ust, Sysolsk y Piniug, y a un camino de doscientos noventa kilómetros que uniría Ust, Sysolsk y Ujta. En el grupo de los campos de concentración de Extremo Oriente, los 15.000 detenidos constituían la mano de obra exclusiva de la construcción de la línea ferroviaria de Boguchachinsk. Un cuarto conjunto, el denominado de la Vichera que incluía a 20.000 detenidos aproximadamente, proporcionaba la mano de obra para el gran complejo químico de Berezniki en los Urales. Finalmente, el grupo de campos de concentración de Siberia, es decir 24.000 detenidos aproximadamente, contribuía a la construcción de la línea de ferrocarril Tomsk-Yenisseisk y del complejo metalúrgico de Kuznetsk13.
En un año y medio, de finales de 1928 al verano de 1930, la mano de obra penal explotada en los campos de la GPU se había multiplicado por 3,5, pasando de 40.000 a 140.000 detenidos aproximadamente. Los éxitos de la explotación de esta fuerza de trabajo estimularon al poder para realizar nuevos grandes proyectos. En junio de 1930, el Gobierno decidió construir un canal de doscientos cuarenta kilómetros de largo, excavado en su mayor parte en una roca granítica, que uniría el mar Báltico con el mar Blanco. Carente de medios técnicos y de máquinas, este proyecto faraónico necesitaba una mano de obra de al menos 120.000 detenidos, que trabajara solamente con útiles del tipo de picos, palas y carretillas. Pero en el verano de 1930, con la deskulakización que llegaba a su apogeo, la mano de obra penal era, menos que nunca, un producto deficitario.
En realidad, la masa de deskulakizados era tal —más de 700.000 personas a finales de 1930, más de 1.800.000 a finales de 193114— que «las estructuras de encuadramiento» no «podían formarse a la misma velocidad». En la improvisación y la anarquía más completa se desarrollaron las operaciones de deportación de la inmensa mayoría de los kulaks de las denominadas «segunda» o «tercera» categoría. Llegaron a una forma sin precedente de «deportación-abandono», a la rentabilidad económica nula para las autoridades, pese a que uno de los objetivos principales de las deskulakización era la revalorización, gracias a los deportados, de regiones inhóspitas, pero ricas en recursos naturales, del país15.
Las deportaciones de kulaks de segunda categoría comenzaron desde la primera semana de febrero de 1930. Según el plan acordado por el Politburó, 60.000 familias debían ser deportadas en el curso de una primera fase que debía concluir a finales de abril. La región norte debía acoger a 45.000 familias, los Urales a 15.000. El 16 de febrero, sin embargo, Stalin telegrafió a Eije, primer secretario del comité regional del partido de Siberia occidental: «Es inadmisible que Siberia y el Kazajstán pretendan no estar preparados para la acogida de los deportados. Siberia debe recibir de manera imperativa a 15.000 familias de aquí a finales de abril». En respuesta, Eije envió a Moscú un «presupuesto» estimativo de los costes para «la instalación» del contingente planificado de deportados que ascendía a cuarenta millones de rublos, ¡suma que no recibió jamás!16.
También las operaciones de deportación se vieron señaladas por una ausencia completa de coordinación entre los diferentes eslabones de la cadena. Los campesinos detenidos fueron alojados durante semanas en locales improvisados —cuarteles, edificios administrativos, estaciones—, de donde un gran número de ellos consiguió huir. La GPU había previsto para la primera fase 240 envíos de 53 vagones, estando cada envío, según las normas definidas por la GPU, compuesto de 44 vagones de ganado en cada uno de los cuales había cuarenta deportados, de ocho vagones para el transporte de los útiles, el avituallamiento y algunos bienes que pertenecían a los deportados, con un límite de 480 kilos por familia, y de un vagón para el transporte de los guardianes. Según testifica la correspondencia acerba cruzada entre la GPU y el comisariado del pueblo para el Transporte, los convoyes no llegaban más que con cuentagotas. En los grandes centros de clasificación, en Vologda, Kotlas, Rostov, Sverdlovsk y Omsk, se quedaban inmovilizados durante semanas con su cargamento humano. El estacionamiento prolongado de estos transportes de réprobos, en los que mujeres, niños y ancianos estaban representados en buen número, no pasaba por regla general inadvertido a la población local, según lo atestiguan las numerosas cartas colectivas enviadas a Moscú, estigmatizando «la matanza de inocentes» y firmadas por el «colectivo de obreros y empleados de Vologda» o de los «ferroviarios de Kotlas»17.
En estos envíos inmovilizados en pleno invierno en alguna vía secundaria, a la espera de un lugar de destino donde pudieran ser «instalados» los deportados, el frío, la ausencia de higiene y las epidemias implicaban, según los transportes, una mortalidad sobre la cual se dispone de pocas cifras para los años 1930-1931.
Una vez encaminados por transporte ferroviario hasta una estación, los hombres válidos eran a menudo separados de su familia, instalados provisionalmente en barracones levantadas deprisa y corriendo, y enviados bajo escolta hacia los «lugares de colonización» situados, como lo preveían las instrucciones oficiales, «a distancia de las vías de comunicación». El interminable periplo se continuaba, por lo tanto, durante varios centenares de kilómetros todavía, con o sin la familia, si era en invierno en convoyes de trineos, o en carretas si era verano, o incluso a pie. Desde un punto de vista práctico, esta última etapa del periplo de los «kulaks de segunda categoría» se parecía a menudo a la deportación de los «kulaks de tercera categoría» desplazados hacia «tierras que necesitaban una bonificación en el interior de su región» —regiones que cubrían, en Siberia o en los Urales, varios centenares de miles de kilómetros cuadrados. Tal y como informaban el 7 de marzo de 1930 las autoridades del distrito de Tomsk en Siberia occidental, «los primeros transportes de kulaks de tercera categoría llegaron a pie, en ausencia de caballos, de trineos, de arneses. (…) En general, los caballos destinados a los transportes resultan absolutamente inútiles para desplazamientos de trescientos kilómetros y más, puesto que durante la formación de los convoyes todos los buenos caballos que pertenecen a los deportados han sido reemplazados por malatones. (…) Vista la situación, no se puede plantear el transporte de los objetos y los suministros de dos meses a los que tienen derecho los kulaks, lo que se aplica también a los niños y a los ancianos, que