Название | El libro negro del comunismo |
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Автор произведения | Andrzej Paczkowski |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417241964 |
El movimiento basmachi era una sublevación espontánea, instintiva, contra el «infiel», el «opresor ruso», el antiguo enemigo que había vuelto a aparecer bajo una forma nueva, que se proponía no solamente apropiarse de las tierras y del ganado, sino también profanar el mundo espiritual musulmán. Guerra de «pacificación» de carácter colonial, la lucha contra los basmachies movilizó, durante más de diez años, a una parte importante de las fuerzas armadas y de las tropas especiales de la policía política, uno de cuyos departamentos era precisamente el departamento oriental. Actualmente resulta imposible evaluar, incluso de manera aproximada, el número de víctimas de esta guerra12.
El segundo gran sector del departamento oriental de la GPU era la Transcaucasia. En la primera mitad de los años veinte, el Daguestán, Georgia y Chechenia se vieron particularmente afectados por la represión. El Daguestán resistió a la penetración soviética hasta finales de 1921. Bajo la dirección del jeque Uzun Hadji, la confraternidad musulmana de los Nakshnandíes se puso al frente de una gran revuelta de montañeses, y la lucha adoptó el carácter de guerra santa contra el invasor ruso. Duró más de un año, pero ciertas regiones no fueron «pacificadas» más que en 1923-1924 y al precio de bombardeos masivos y de matanzas de civiles13.
Después de tres años de independencia bajo un Gobierno menchevique, Georgia fue ocupada por el Ejército Rojo en febrero de 1921, y seguía siendo, según propia confesión de Aleksandr Myasnikov, el secretario del comité del partido bolchevique de Transcaucasia, «un asunto bastante arduo». El esquelético partido bolchevique local, que en tres años de poder había podido reclutar apenas a 10.000 personas, se enfrentaba con un segmento intelectual y nobiliario de cerca de 100.000 personas, muy antibolchevique, y a redes mencheviques todavía bastante vigorosas puesto que el partido menchevique había contado allí en 1920 con más de 60.000 afiliados. A pesar del terror ejercido por la todopoderosa cheka de Georgia, ampliamente independiente de Moscú y dirigida por un joven dirigente policial de 25 años al que se le auguraba un gran porvenir, Lavrenti Beria, los dirigentes mencheviques en el exilio llegaron a finales de 1922 a organizar con otros partidos antibolcheviques un comité secreto para la independencia de Georgia, que preparó una sublevación. Iniciada el 28 de agosto de 1924 en la pequeña ciudad de Chiatura, esta sublevación, cuyos participantes esencialmente eran campesinos de la región de Guria, se apoderó en algunos días de cinco de los veinticinco distritos georgianos. Enfrentada con fuerzas superiores dotadas de artillería y de aviación, la insurrección fue aplastada en una semana. Sergo Ordzhonikidze, primer secretario del comité del partido bolchevique de Transcaucasia, y Lavrenti Beria se valieron del pretexto de esta sublevación para «acabar de una vez por todas con el menchevismo y la nobleza georgiana». Según datos publicados, 12.578 personas fueron fusiladas del 29 de agosto al 5 de septiembre de 1924. La amplitud de la represión fue tal que el mismo Politburó quedó sobrecogido por ella. La dirección del partido envió a Ordzhonikidze una llamada al orden, pidiéndole que no procediera ni a ejecuciones masivas y desproporcionadas ni a ejecuciones políticas sin haber sido expresamente autorizado por el Comité Central. Las ejecuciones sumarias continuaron, no obstante, durante meses. En el pleno del Comité Central, reunido en octubre de 1924 en Moscú, Sergo Ordzhonikidze concedió: «¡Quizá hemos exagerado un poco, pero allí no se puede hacer nada más!»14.
Un año después de la represión de la sublevación georgiana de agosto de 1924, el régimen lanzó una vasta operación de «pacificación» de Chechenia en la que todos se habían empeñado en decir que el poder soviético no existía. Del 27 de agosto al 15 de septiembre de 1925, más de 10.000 hombres de las tropas regulares del Ejército Rojo, bajo la dirección del general Uborevich, apoyadas por unidades especiales de la GPU, procedieron a un intento de desarme de los guerrilleros chechenos que controlaban el país profundo. Decenas de miles de armas fueron aprehendidas y cerca de 1.000 «bandidos» detenidos. Frente a la resistencia de la población, el dirigente de la GPU, Unchlicht, reconoció que «las tropas debieron recurrir a la artillería pesada y al bombardeo de los nidos de bandidos más coriáceos». En virtud de esa nueva operación de «pacificación», llevada a cabo durante lo que se ha convenido en llamar «el apogeo de la NEP», Unchlicht concluía también su informe: «Como ha mostrado la experiencia de la lucha contra los basmachies del Turkestán, y contra el bandidismo en Ucrania, en la provincia de Tambov y en otros lugares, la represión militar no es eficaz más que en la medida en que es seguida por una sovietización en profundidad del país»15.
A partir de finales de 1926, después de la muerte de Dzerzhinski, la GPU, dirigida entonces por el brazo derecho de la fundación de la Cheka, Vyacheslav Rudolfovích Menzhinski —de origen polaco, como Dzerzhinski—, parece haber sido de nuevo muy solicitada por Stalin, que preparaba su ofensiva política a la vez contra Trotski y contra Bujarin. En enero de 1927, la GPU recibió la orden de acelerar la elaboración de fichas de los «elementos socialmente peligrosos y antisoviéticos» en el campo. En un año, el número de personas fichadas pasó de 30.000 a 72.000 aproximadamente. En septiembre de 1927, la GPU lanzó, en varias provincias, numerosas campañas de arresto de kulaks y otros «elementos socialmente peligrosos». A posteriori, estas operaciones aparecen como ejercicios preparatorios para las grandes redadas de kulaks durante la «deskulakización» del invierno de 1929-1930.
En 1926-1927, la GPU se mostró igualmente muy activa en la persecución de los opositores comunistas, etiquetados como «zinovievistas» o «trotskistas». La práctica de fichar y de seguir a los opositores comunistas había aparecido muy pronto, desde 1921-1922. En septiembre de 1923, Dzerzhinski había propuesto, para «estrechar la unidad ideológica del partido», que los comunistas se dedicaran a transmitir a la policía política toda la información que obrara en su poder sobre la existencia de fracciones o de desviaciones en el seno del partido. Esta propuesta había suscitado un clamor de indignación entre bastantes, entre ellos Trotski. No obstante, la costumbre de hacer vigilar a los opositores se generalizó en el curso de los años siguientes. La purga de la organización comunista de Leningrado dirigida por Zinoviev, en enero-febrero de 1926, implicó ampliamente a los servicios de la GPU. Los opositores no fueron solamente excluidos del partido. Se exilió a varios centenares de ellos a ciudades alejadas del país donde su suerte siguió siendo muy precaria, al no atreverse nadie a ofrecerles trabajo. En 1927, la persecución de los opositores trotskistas —algunos miles en el país— movilizó durante meses a una parte de los servicios de la GPU. Todos fueron fichados, centenares de trotskistas activos fueron arrestados y después exiliados por simple medida administrativa. En noviembre de 1927, todos los principales dirigentes de la oposición, Trotski, Zinoviev, Kamenev, Radek, Rakovski, fueron excluidos del partido y detenidos. Todos aquellos que se negaron a realizar su autocrítica pública fueron exiliados. El 19 de enero de 1928, Pravda anunció la salida de Moscú por parte de Trotski y de un grupo de 30 opositores exiliados a Alma-Ata. Un año más tarde, Trotski fue expulsado de la URSS. Con la transformación de uno de los principales artífices del terror bolchevique en «contrarrevolucionario» se había iniciado una nueva etapa, bajo la responsabilidad del nuevo hombre fuerte del partido: Stalin. A inicios de 1928, justo después de haber eliminado a la oposición trotskista, la mayoría estalinista del Politburó decidió romper la tregua con una sociedad que le parecía separarse cada vez más de la vía por la que los bolcheviques deseaban conducirla. El enemigo principal seguía siendo, como diez años antes, la inmensa mayoría campesina, a la que se veía como una masa hostil, incontrolada e incontrolable. Así se inició el segundo acto de la guerra contra el campesinado, que como señala acertadamente el historiador Andrea Graziosi, «era no obstante bastante diferente de la primera. La iniciativa estaba además completamente en manos del Estado, y el actor social no podía más que reaccionar cada vez con más debilidad a los ataques desencadenados contra él»16.
Incluso si, globalmente, la agricultura se había rehecho desde