Mar de voces. Ana Gabriela González Martínez

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Название Mar de voces
Автор произведения Ana Gabriela González Martínez
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9786075711317



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mil preguntas, mil recuerdos,

      un caudal aún incierto,

      ¿en dónde estás, a dónde corres?

      mi corazón dejas desierto.

      Extinguiéndose un suspiro

      la esperanza está muriendo,

      no hay respuesta, no hay futuro,

      la sed mi cuerpo recorriendo.

      Si un día llegaras

      a saciar esta sequía,

      no te asustes, es mi alma,

      que, aunque muerta, es la mía.

      José de Jesús Aguilera Silva

      Preparatoria de Tonalá Norte

      Mi amigo Artaud

      i

      Conocí a Antonin un día en la biblioteca

      el olor a libro recorría los pasillos

      afuera llovía

      Los días se desdoblaban de a poco

      como si alguien los jalara para enrollarlos en el dedo.

      Su voz crujía en los muros

      era un ruido como de témpano

      un grito de manicomio que se estiraba

      Yo enmudecía de tanto mundo

      caminaba como despojado del tiempo

      La ciudad se me cerraba en la boca

      y la mano temblaba por el encuentro.

      Artaud gritaba desde el fondo de su vientre

      me decía que los médicos mienten

      que hay voces en los muros

      que se contienen de reír

      y de llorar para que la gente no tema.

      Lo conocí un día que la garganta se me hacía un nudo

      Eran las palabras y la poesía

      arremolinándose

      carcomiendo la idea

      y la palabra

      Lo escuché hablar de los tiempos y de las horas

      me hizo entender a Pessoa

      y desconocer a Eliot

      Me hizo saber que el tiempo no existe

      que las palabras son un témpano

      que las imágenes están vivas

      y se retuercen en las manos

      en espera del vocablo exacto.

      Conocí a Artaud un día que me quedé sin palabras

      un día que fui témpano

      y nada.

      Su voz era el grito contenido

      era mil infancias

      Trago amargo y dolor en alguna parte del cuerpo

      lo escuché gritar en los libros de la biblioteca

      lo vi desdoblarse en los pasillos de la facultad

      Era una mirada ardiente

      en busca de las palabras exactas para decir el mundo

      Supe de su angustia y su indiferencia

      Supe de todas sus cartas escritas en arrebatos

      lo vi moverse lento y en círculos en el salón

      Escuché su carcajada burlona

      cuando el maestro hablaba de semántica

      vino y me tomó de la mano

      Me hizo escribir cartas de reclamos

      a Dios

      al tiempo (que también es Dios)

      a las horas y a los días

      al cuerpo que se enrosca en las manos

      a las palabras que nunca salen

      y se aglutinan en el vientre.

      Conocí a Artaud un día

      caminaba por los pasillos

      se adhería a los muros de los edificios de la facultad

      reía a carcajadas cuando alguien filosofaba

      En el jardín repleto de humo

      enmudecía

      Sus labios sólo se abrían para blasfemar

      o insultar a la autoridad en turno

      Me decía que las hojas de los árboles

      dicen toda la verdad del mundo

      que las manzanas deben estar podridas siempre

      que el frío Ártico es abrasador

      y que las ideas flotan sobre el asfalto.

      ii

      Artaud caminaba en silencio

      perseguía témpanos

      y luciérnagas

      Escapaba del manicomio

      pensando en los días

      y en las palabras

      Se detenía de vez en cuando

      y escribía en la arena del parque

      cosas indescifrables.

      Encontré a Artaud un día

      hace una década

      Él perseguía murciélagos

      y palabras

      Se despertaba del dolor

      de cabeza y caminaba por los hilos

      delgados del pensamiento

      Yo caminaba las horas y los días

      pensaba en el autobús

      sentía cómo el sol se metía por mis poros

      y se volvía palabras

      o témpanos en la garganta

      sus manos sostenían libros

      incomprensibles

      Sus dedos estaban llenos de lenguas

      de fuego furiosas

      que lo decían todo

      su voz era un incendio en los pasillos de Letras

      yo guardaba silencio.

      Conocí a Artaud un día

      mientras la cadera dolía como ha de doler la vida

      Mi cuerpo temblaba de dolor de ser

      Mis manos se sujetaban fuerte del sillón

      de los muros

      de la muerte.

      Conocí a Artaud un día

      mientras leía un poema extenso

      y pensaba que la vida es breve

      y las palabras muy largas.

      Gabriela Guadalupe Sepúlveda Vázquez

      Preparatoria 19

      Matamoscas

      Mosca, pelotón de membranas.