Название | Las jugadas que importan |
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Автор произведения | Jonathan Rowson |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418428920 |
5 RASSKIN GUTMAN, Diego (2009): Chess Metaphors: Artificial Intelligence and the Human Mind, Massachusetts, MIT Press.
6 TACEY, David (2015): Religion as Metaphor: Beyond Literal Belief, Nueva Jersey, Transaction Publishers.
7 Además de reflexionar sobre la resonancia cultural del ajedrez, gran parte de mi comprensión de la metáfora fue desarrollada mientras trabajaba para la RSA con el filósofo y psiquiatra Iain McGilchrist. Hice el esfuerzo de entender la relevancia práctica y política de su investigación acerca de la lateralidad hemisférica, esto es, la diferencia en la forma en que perciben y comprenden el mundo nuestros respectivos hemisferios derecho e izquierdo; no tanto lo que hacen, sino cómo son. Por ejemplo, determinar en qué se parecen y cómo todas las diferencias entre ambos configuran la historia y la cultura. Se trata de una tesis bastante arriesgada, pero argumentada de manera brillante y profunda, por lo que ha sido aclamada por la crítica. Muchos críticos suelen afirmar que la relación entre las diferencias hemisféricas en el cerebro y los cambios culturales es tan solo metafórica, pero a medida que se considera más seriamente la relación entre mente y mundo, empieza a ser cada vez más difícil separar las metáforas acerca de la realidad de metáforas reales. Para más detalles, véase MCGILCHRIST, Iain (2009): The Master and his Emissary, Hampshire, Yale University Press. También, ROWSON, Jonathan y MCGILCHRIST, Iain (2013): “Divided Brain, Divided World: Why the best part of us struggles to be heard”, Londres, RSA. Disponible en https://www.thersa.org/globalassets/pdfs/blogs/rsa-divided-brain-divided-world.pdf [consultado el 25/02/21].
8 EPSTEIN, Robert (18 de mayo de 2016): “The Empty Brain”, Aeon Magazine (web). Disponible en https://aeon.co/essays/your-brain-does-not-process-information-and-it-is-not-a-computer [consultado el 25/02/21].
9 La comparación es entre permutaciones y elementos y existen formulaciones matemáticas para aproximarse a los números exactos en cada caso. El número de Shannon, que recibe este nombre en honor al matemático norteamericano Claude Shannon, representa la cantidad posible de partidas de ajedrez que pueden jugarse. Se estima que está en torno a 10120, mientras que el número de átomos conocidos del universo está en torno a 1080. Cuando los números son tan grandes, nuestra incapacidad para viajar más rápido que la velocidad de la luz se convierte en un impedimento para contar el número de átomos en el universo, del mismo modo que la regla de las cincuenta jugadas dificulta el número de posibles partidas. Parece que no es descabellado pensar que existen más partidas de ajedrez que átomos desconocidos en el universo, una cifra doscientas cincuenta veces más grande que el universo observable, aunque esto no puede ser ratificado con seguridad. Agradezco a Daniel Johnston, matemático y ajedrecista estadounidense, por ayudarme en este asunto.
10 La idea de crear y restituir el orden como forma de compasión se la debo a David Brazier:
Cuando estamos preocupados por nosotros mismos, somos literalmente incapaces de ver lo que pasa a nuestro alrededor. La terapia no debería reforzar nuestra obsesión por los asuntos internos. A su debido tiempo, el paciente debe comenzar a darse cuenta de que las situaciones que ocurren a su alrededor lo necesitan. Las plantas tienen que regarse, hay que limpiar las habitaciones y tenemos que lavar la ropa. Todas estas acciones son actos de compasión, aunque el receptor de estos actos no sea necesariamente un ser vivo. A medida que el paciente abre sus ojos a lo que le rodea, deja de quedar atrapado en sus aversiones. Cuanto más se entregue a una actividad constructiva, más efímero será el dominio de los sentimientos.
BRAZIER, David (2001): Zen Therapy: A Buddhist Approach to Psychotherapy, Londres, Robinson, p. 197.
11 LANGER, Ellen (2009): Counter Clockwise: Mindful Health and the Power of Possibility, Nueva York, Ballantine Books [primer capítulo].
12 RASSKIN GUTMAN, Diego (2009): Chess Metaphor: Artificial Intelligence and the Human Mind, Massachusetts, MIT Press.
13 BETTELHEIM, Bruno (1976): The Uses of Enchantment: The Meaning and Importance of Fairy Tales, Londres, Penguin Books, p. 18.
14 LIPMAN, Matthew; SHARP, Ann y OSCANYAN, Frederik S. (1980): Philosophy in the Classroom, Filadelfia, Temple University Press, p. 13 [2.ª edición].
15 BRUNER, Jerome (2002): Making Stories: Law, Literature, Life, Cambridge (MA), Londres, Harvard University Press.
i
Pensar y sentir
La concentración es libertad
Cuando evoco la primera vez que sentí la experiencia de estar concentrado, me veo a mí mismo en el Beach Ballroom de Aberdeen, mi ciudad natal. Debo de tener unos ocho años, así que ya no soy un niño al que le cuelgan las piernas por debajo de la mesa. Aun así, estoy allí porque así lo han decidido los demás y no por mi propia voluntad. Me enfrento en un torneo de ajedrez intercolegial a un chico mayor que yo. Nuestra partida es la última antes del almuerzo.
Miro la playa a través de los grandes ventanales del salón del evento. Algunos de mis amigos ya han terminado y están jugando al fútbol en un césped cercano. Los adultos, por su parte, están atentos a la partida, para que no nos desconcentremos. Mi oponente se levanta continuamente de la mesa, ya que representa a una escuela, Mile End, de mayor renombre y más grande que la mía, Skene Square, situada en las afueras a unos dos kilómetros de la ciudad. Retrospectivamente, resulta más adecuado decir que Mile End era una escuela de “clase media”, pero en aquel momento yo estaba muy lejos de tener ese tipo de pensamientos (la juventud y el ajedrez son dos buenos elementos igualadores).
Recuerdo que estaba agotado y hambriento debido a las partidas anteriores, pero también podía sentir una sensación de poder lo suficientemente potente como para creer que podía superar mentalmente a mi rival y vencerlo. Como mínimo, mi oponente era dos años mayor que yo, así que su pretensión natural de victoria resultaba doblemente motivante para mí. Recuerdo que estaba convencido de tenerlo todo bajo control. Me desenvolvía muy bien y sabía lo hacía. Disfrutaba también de la sensación de ver a mi oponente preocupado. Mi mente, mi cuerpo y mi alma estaban concentrados en llevarse el punto a casa, y me encantó la sensación de sentir que la victoria estaba cerca.
Cuando pienso en esa escena hoy día, tres décadas más tarde, se me viene a la cabeza la vida del poeta rusoamericano Joseph Brodsky, marcada por varios ataques al corazón, la pobreza y el exilio. Aun así, en una entrevista a The New York Times publicada el 10 de diciembre de 1991, Brodsky afirmó que no pensaba que las cosas en su vida hubiesen cambiado demasiado a pesar de todo. “Me recuerdo a mí mismo, con cinco años, sentado en un porche contemplando una carretera llena de barro –dijo–.El día era lluvioso y yo tenía puestas unas botas de agua amarillas; no, no eran amarillas, sino verdes. Hasta donde llego a entender, aún sigo allí”.
“Hasta