Enséñales a amar. Donna Habenicht

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Название Enséñales a amar
Автор произведения Donna Habenicht
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877983432



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      –Te acuerdas de nuestro arreglo, ¿verdad? –continúa su madre–. El trabajo viene antes del juego.

      –Oh, mamá, solo por esta vez. Las haré cuando regrese.

      –Lo siento, Jaime –le dice ella y lo rodea con su brazo–. No puedes ir a jugar con los chicos esta vez. Sé cuán chasqueado estás. Estoy segura que de aquí en adelante te acordarás de hacer tus deberes antes de salir para la escuela, ¿verdad?

      Jaimito asiente lentamente con la cabeza, con la desilusión pintada en el rostro.

      –¡Ven, hijo, terminemos esos deberes! –anima la madre a su niño mientras le da un pequeño abrazo–. Te voy a ayudar. No tomará mucho tiempo. Quizá tendremos tiempo de batear algunas pelotas antes que tenga que preparar la cena.

      El estilo de autoridad persuasiva, centrado en el hijo, establece normas y expectativas claras tendientes a fomentar una conducta madura en los niños, considerando al mismo tiempo sus necesidades. Anima a los niños a ser independientes, a pensar por su propia cuenta, y a desarrollar su propia individualidad. Los padres exigen el cumplimiento de las reglas y normas, usando el castigo cuando es necesario, pero siempre en un clima general de amor y preocupación por el niño. Tales adultos no se dejan dominar por su propia autoridad. Por el contrario, los preocupa saber cómo conducir debidamente a sus hijos. Las necesidades de ellos son siempre importantes, y respetan sus sentimientos. Tales padres explican las razones de sus expectativas y prestan atención a los puntos de vista de sus hijos. Como resultado de ello, los niños generalmente sienten que cualquier castigo que reciben lo tienen merecido. Y saben, más allá de toda duda, que sus padres se interesan en ellos y los apoyan.

      Elena de White describe a estos padres como personas que tienen autocontrol y están bajo la disciplina de Cristo. Muestran amor y amabilidad y se hacen amigos de sus hijos. Mientras despliegan simpatía y comprensión, pueden, cuando es necesario, demostrar también firmeza y disciplina estricta.

      Los hijos de hogares que emplean el estilo de autoridad persuasiva, generalmente, son seguros y competentes. Tienen fuertes valores y están dispuestos a defenderlos. De actitud responsable, tienen un carácter moral fuerte y se interesan en ayudar y cuidar a otros. Generalmente son positivos acerca de los valores y la religión que han aprendido de sus padres. En adición a esto, tienen la fortaleza para resistir la presión del entorno y hacer lo que saben que es recto, porque tienen una conciencia fuerte y razonable que los guía en sus acciones. Su Dios es un ser que demuestra interés y amor, que perdona sus errores y que continuamente los ayuda a crecer en gracia y fe. Un Dios tal es la perfecta combinación de la misericordia y la justicia, un Dios que continuamente los lleva más cerca de sí mismo.

      Solo la paternidad de autoridad persuasiva representa verdaderamente la manera como Dios nos trata: amándonos y animándonos, pero al mismo tiempo, ansioso de ayudarnos a crecer. Cuando usamos este estilo de crianza, estamos ayudando a nuestros hijos a desarrollar una imagen verdadera de Dios. Todos los otros estilos distorsionan la imagen que el niño se forma de Dios y representan mal su bondad, su amor y su pureza.

      Durante 1989, el Departamento de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día encargó que se llevara a cabo un amplio estudio acerca de los jóvenes de la Iglesia Adventista. Aproximadamente 11.000 adolescentes de edades entre 12 y 18 años completaron un extenso cuestionario del estudio Valuegénesis. Sus respuestas formaron el acopio de datos más grande acerca de la juventud cristiana, alguna vez llevado a cabo por una denominación. Si bien ese libro trata ampliamente de los más jóvenes, sus conclusiones referentes a los adolescentes nos dicen qué podemos esperar a medida que nuestros hijos siguen creciendo. Por esta razón, quiero compartir contigo algunos de los resultados del estudio Valuegénesis que te ayudarán a enseñarles a tus hijos el camino del Señor.

      Uno de los descubrimientos más impactantes fue el hecho de que los jóvenes que tenían una fe madura y creciente, consistentemente, procedían de hogares donde los padres no solo los amaban y cuidaban, sino también les exigían el cumplimiento de las normas adventistas de conducta. El hogar es el lugar donde los niños necesitan aprender el estilo de vida adventista. Cuando los padres amantes y cuidadosos enseñen normas, sus hijos las aceptarán como parte de su modo de vida. El estudio demostró que los jóvenes aceptan mejor las normas adventistas cuando les son enseñadas en el hogar, que cuando se las imponen en la escuela o la iglesia. Los datos calzan perfectamente con el estilo de autoridad persuasiva: amor y cuidado combinados con altas normas de conducta.

      Al leer las descripciones de los cuatro estilos de paternidad, quizá te hayas dado cuenta de que has crecido en un hogar autoritario, negligente o permisivo, de modo que no tienes un modelo de cómo funciona realmente el estilo de autoridad persuasiva. Todos tenemos la tendencia a ejercer la paternidad o la maternidad de la misma manera en que esta fue ejercida en nuestro caso. Esa es la cinta que suena en nuestra mente cuando nos enfrentamos a duras decisiones como padres. Pero tú puedes cambiar. Los resultados del estilo de autoridad persuasiva son tan superiores a cualquier otro estilo, que bien vale el esfuerzo de adoptarlo. ¿Cómo puedes hacer tal cambio?

      Primero, para lograr un claro entendimiento de cómo funciona realmente el estilo de autoridad persuasiva de paternidad, estudia cómo trata Dios con nosotros. Nuestro Padre celestial es un modelo perfecto del estilo de autoridad persuasiva. Piensa en las características personales de Dios, sus requerimientos hacia nosotros, los métodos que usa para enseñarnos, y cómo trata con nosotros cuando fracasamos. Por supuesto, nosotros no tenemos la infalibilidad ni la perfección de Dios, pero podemos tratar de copiar sus métodos.

      DIOS, EL PADRE CELESTIAL

      Características personales

       Dios y sus normas para nosotros tienen un mismo propósito. Él es nuestro Modelo y la personificación de su Ley (Sal. 119:68; Juan 13:15).

       Dios no dice una cosa por otra. Él es el mismo ayer, hoy y mañana. Podemos confiar en él por cuanto cumple sus promesas. Sus normas no varían (Heb. 13:8; 1 Rey. 8:56; 2 Ped. 3:9).

       Dios está siempre accesible cuando lo necesitamos, pero no impone su presencia en nosotros ni nos obliga a obedecer sus normas contra nuestra voluntad (Mat. 28:20; Apoc. 3:20; 2 Ped. 3:9).

      Requerimientos

       Dios ha establecido claramente pautas para la conducta (Mat. 5:48; 2 Tim. 3:16, 17; Éxo. 20; 1 Juan 2:4, 5).

       Dios equilibra la misericordia y la justicia. Es justo (Sal. 85:10; 89:14).

       Los requerimientos de Dios son realistas (Sal. 19:7, 8).

       Dios trata con cada persona de un modo individual. Considera el trasfondo y las oportunidades de la persona (Juan 3:1-21; 4:5-26).

       Los requerimientos de Dios no varían. Son los mismos ayer, hoy y mañana (Sal. 119:89, 142, 144; Mat. 5:17, 18).

       Dios espera logros elevados y buena conducta. Manifiesta confianza en la voluntad individual de obedecer (Deut. 10:12-14; Mat. 18:14).

      Métodos

       Dios toma en cuenta la voluntad y la decisión del individuo. No suprime la fuerza de voluntad. Por respeto a la libre voluntad y elección individual, no fuerza a nadie en contra de sus deseos (Jos. 24:15).

       Dios provee aliento, opciones y guía (Gén. 28:15).

       Dios considera los motivos subyacentes de cada acción. No juzga solo por las apariencias (1 Sam. 16:7).

       Dios está atento a nuestras necesidades y se anticipa a ellas (Isa. 65:24).

       Dios nos asegura que está de nuestro lado (Jos. 1:9).

       Dios es consecuente en los mensajes que da a través de su Palabra y la disciplina que aplica (Job 5:17, 18; Jer. 30:11).

       La disciplina de Dios tiene un propósito. No es para dejar escapar su ira, sino para ayudarnos a crecer