Название | En busca del amor perdido |
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Автор произведения | Ricardo Bentancur |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877983425 |
La verdad es que quien no ha dejado de sorprenderme es Ricardo. Este libro es una de esas bellas sorpresas. Tengo la plena convicción de que los lectores sentirán curadas muchas de sus heridas, mientras sus ojos se deslizan por estas líneas.
¡Bienvenido sea este libro!
Alejandro Bullón
Introducción
¿Cómo nace un libro? ¿Por qué se escribe? ¿Cómo puede uno saberlo? Es como la vida. A veces el origen de un libro puede ser tan imprevisto como aquel primer amor que nos sacó de la infancia. O puede ser planificado, pensado y esperado como la llegada de un hijo al mundo. Este libro nació espontáneamente. Aparentemente por una circunstancia casual. Pero su origen está en un clamor de toda la humanidad.
En una tarde de verano de 2014 aquí en el hemisferio norte, invierno en el sur, encontré un cuento breve, de solo dos párrafos, del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Con ese cuento comienza el capítulo uno. Su lectura laceró mi corazón. Me golpeó el clamor del niño de Managua. Y esta obra entonces se convirtió en una especie de respuesta a ese niño, cuyo ruego es el clamor de toda la humanidad. Todos estamos necesitados de una mirada paternal. Esto es válido tanto para el orden natural como para el orden sobrenatural. Psicológica y espiritualmente.
Y qué mejor que el Padrenuestro como respuesta a la necesidad que tú y yo tenemos de ese cuidado paternal. Todos necesitamos el amor de Dios y del prójimo. Y así nació este libro, entrelazando las verdades cardinales del Padrenuestro con un testimonio de vida. No es un tratado teológico ni filosófico. Aunque todo el recorrido sea bíblico. Es una obra testimonial. Como lo es la fe. Cada creyente es un testigo de un juicio universal, donde hay un condenado, un juez y un abogado. En este sentido, la Teología y el Derecho son hermanos.
Son nueve capítulos de relatos, reflexión y poesía, donde el ansia por Dios esconde la búsqueda de un padre ausente. Y la búsqueda de un padre ausente hace necesario el encuentro con el Padre celestial. Con ese eje de transmisión, el libro se convierte en una exposición de las doctrinas cardinales del cristianismo que expresan el espíritu y la vida de un Padre celestial que nos ama.
El Padrenuestro es de todos. Como la lluvia y el sol. Como lo son las tormentas y las sequías. Como son los días claros y los oscuros. El Padre lo sabe todo. Y de él provienen todos los dones. Para disfrutar en tiempos de bonanza, para aprender en tiempos de prueba. Porque los días soleados son para gozar y los oscuros para aprender. No se aprende del placer sino del dolor. Y todo lo que nos ocurre lo sabe el Señor.
El libro sigue la secuencia de la oración de Jesús. Se deja llevar por sus palabras. El Padrenuestro tiene la forma de la Ley de Dios, que expresa la esencia de su carácter: el amor. Dios es amor. Así pensó Jesús su oración. Porque su pensamiento estaba estructurado sobre la ley del amor.
Así como el Decálogo se divide en dos partes, también el Padrenuestro expresa la verticalidad y la horizontalidad del alma humana: Dios y el prójimo.
El primer grupo de peticiones nos lleva hacia él, y para él: ¡tu Nombre, tu reino, tu voluntad! El amor encuentra su origen en aquel que amamos “porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Estas súplicas se escucharán nuevamente en la cruz del Calvario. Y están orientadas hacia la esperanza del cumplimiento final del plan de salvación (ver 1 Cor. 15:28).
Las últimas cuatro peticiones ofrecen nuestras miserias a su gracia: “Un abismo llama a otro abismo a la voz de tus cascadas” (Sal. 42:7). Son la ofrenda de nuestra esperanza, que atrae la mirada del Padre de las misericordias.
Es mi deseo más profundo que este libro sea palabra de vida para tu corazón. Todo el libro tiene que ver contigo. Porque todos estamos necesitados del Padre celestial.
La búsqueda
Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.
O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz.
Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
solo por irte a buscar.
Antonio Machado, poeta español, 1875 – 1939.
Capítulo 1
Padre nuestro que estás en los cielos
Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua. En vísperas de Navidad se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió irse. En casa lo esperaban para festejar. Hizo un último recorrido por las salas. En eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón. Se volvió, y descubrió que era uno de los enfermitos. Fernando lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá permiso. Fernando se acercó, y el niño lo rozó con la mano y le dijo con débil voz:
–Dile a… dile a alguien, que yo estoy aquí. 1
La soledad de este niño vencido por la enfermedad y sentenciado por la muerte retrata la soledad del hombre que se muere condenado en este rincón del universo. Este es el drama de la humanidad.2 El clamor del niño de Managua es el clamor de la humanidad. Es el tuyo y el mío: “Díganle a alguien que estamos aquí”.
El niño de Managua plantea la gran necesidad humana: todos estamos necesitados de una mirada paternal. Esto es válido tanto para el orden natural como para el orden sobrenatural. Psicológica y espiritualmente.
La figura del padre es vital en la historia de cada hombre y mujer. La resolución del conflicto que plantea la relación con el progenitor define nuestro destino. Padre no es meramente el ser que nos da la vida, sino aquel que nos protege y nos da seguridad. Ser padre no es meramente un acto biológico, sino fundamentalmente afectivo. Muchos hombres tienen hijos, pero no son padres. De hecho, cuando el hombre que nos dio la vida desaparece, se le hace imperioso al corazón la búsqueda de un adulto que lo releve, alguien que transmita valores. Porque un padre ausente siempre engendra un hijo vacío de sí mismo. Se cría y crece con una constante sensación de vulnerabilidad y desamparo. Se siente responsable y culpable por el abandono de su padre; y se pasa la infancia y la juventud luchando por ser lo suficientemente bueno como para conseguir la aceptación y el amor de quien lo abandonó. Luego traslada este mecanismo al resto de sus relaciones. La vida se le hace cuesta arriba. Pero, en el mismo lugar donde un hijo de padre ausente permanece caído, otro se levanta.
Mi padre abandonó la casa cuando yo tenía cinco años. Bien podría decir que mi infancia fue de algún modo consumida por la búsqueda de un modelo