Название | El Último Tinigua |
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Автор произведения | Hugo Mantilla Trejos |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585900806 |
Un día conocimos la selva
del lejano Orinoco.
mi hogar, el guayabero
ese río caudaloso
nada tenía que ver
con la fuerza del otro.
Este rinde sus aguas
sumiso, silencioso
cuando ya ha recorrido
su mundo cavernoso
y el horizonte abierto
se presenta a sus ojos;
después ya convertido
en el Guaviare hermoso.
Siempre tengo presente
el cañón majestuoso
por donde el guayabero
rompió en tiempos remotos,
los recios farallones
de pedruscos rocosos
y entre tumbos recorre
los paisajes umbrosos
de la selva imponente
del pariente piapoco.
Pero ahora nos cambiaron
la cultura se ha roto,
pues no la arrebataron
como bichos rabiosos,
los que se creen los dueños:
¡Y nosotros, nosotros!
Los blancos nos robaron la selva
les importa muy poco.
Siento rabia en mi ser
muy semejante al potro
que revienta la brida
en la puerta del “coso”
y corre desbocado
como el viento de agosto
dejando a cada paso
el dolor del acoso.
Las aves se marcharon
sin hacer alboroto,
se fue la maracana,
el turpial, el conoto
voló como vencido
y se fue al Mato Groso,
igualmente el turpial
de canto melodioso.
Un lamento se ahoga
cuando el sol agoniza
silente tras los yopos.
Grite tanto como me dio el aliento
fue testigo la roca
de colores hermosos
que sirven de camastro
al río portentoso
cuál es el guayabero
desde tiempos ignotos.
El Tinigua está solo
se le enmudeció el rostro,
se cerraron sus ojos,
se murió poco a poco
dejando en la penumbra
un adiós doloroso
lo mato la injusticia
¡lo matamos nosotros!
¡Señora Colombia
te ha nacido un hijo!,
no es blanco, no es negro,
es puro es un niño indio.
Nació como todos
con fuertes lloridos
con la diferencia de que allá en la selva
no oyeron el grito sino la penumbra
y el quedo silente
que preña la selva.
Nació solo…solo con la madre india
dentro del bohío.
Él no tuvo médico
vino solo al mundo.
Los gritos ahogados de una madre india
los trasmitió el eco
de la selva virgen
por todas las tribus,
y una clara luna
que filtra sus rayos
alumbró aquel nido.
Después, unos dientes cortan el ombligo
y una cataplasma de hojas y caraña
calma los dolores
trayéndole alivio.
Y por cuna? .un chinchorro de moriche fino
tejido por el indio macho que lo procreara.
Y entonces la madre,
con ese cariño,
que entregan las madres
le brindó en su leche jugo de fariña,
sin sabor a leche con sabor a insípido
y el niño se calma su hambre de nacido.
No tuvo regalos como todo niño,
no hubo la alegría como en otras partes
cuando nace un hijo.
El tiempo en la selva sigue de continuo,
con ojazos tristes ve el niño hacia el río
y escucha que aúlla
el perro que siente la pena, el olvido
en que esta su hermano…
su dueño, su amigo.
El viejo esguaza las aguas del río,
con los aleteos del frágil potrillo.
Mira en lontananza con ojos perdidos
que ya dejó atrás su viejo bohío,
con su vieja la india, con su mozo el hijo,
y hasta siente miedo del agua que tiembla,
del perro que aúlla…
Mientras en el aire, en el aire tibio,
se mezclan vapores de selva, vapores de río,
y un poco de paz allá en el bohío.
Transcurren los años
y ya desandado el largo camino
el indio encuentra que todo,
para el se ha perdido.
Y se encuentra solo,
no encuentra a su hijo,
no encuentra a su india,
se los ha llevado el pesado olvido
en que se desgranan las palmas dormidas.
No te das de cuenta señora Colombia,
es que no comprendes que somos tus