Название | Maurice Nédoncelle: Una filosofía de la historia |
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Автор произведения | Pedro Antonio Benítez Mestre |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079920135 |
Además de esto, la disputa del amor puro supone tratar con una concepción del amor que parece anular la reciprocidad. El amor puro sería aquel que dejaría al amante imperturbable en su amor, independientemente de ser correspondido por el amado. Precisamente porque no habría ningún egoísmo al amar, se ha llamado a este amor, amor puro. Rousselot piensa que en esta explicación del amor falta un verdadero análisis metafísico. Sin lugar a dudas el amor puro fue una cuestión muy debatida; sin embargo, separada de su contexto teológico, enfrentó a los pensadores con auténticas encrucijadas sobre el amor. Nédoncelle en su ensayo sobre el amor, a propósito de esta cuestión, respondió a las posturas de Anders Nygren y de Jean-Paul Sartre, para quienes la antinomia entre amor propio y amor al otro aparece irreconciliable.
Todo considerado, sea la disputa del amor puro, bien conocida por Nédoncelle en la presentación de Rousselot;16 como la concepción hegeliana del amor, permiten ofrecer un cuadro de referencia para indicar cuáles eran las cuestiones que acuciaban a nuestro autor. Las preguntas por el sentido de la vida, de la realización y felicidad del individuo, tanto como la de su valor y destino, así como las relaciones entre los sujetos, marcan varios de los puntos de reflexión que se desean explorar en estas páginas.
2. Problemas de filosofía de la historia
Tanto como las cuestiones en torno al amor marcan la reflexión nedoncelliana, así también hay una serie importante de cuestiones que la filosofía de la historia acopia sobre el sentido de la existencia, tanto individual como colectiva. Son estas mismas preguntas las que el presente libro quiere abordar ofreciendo líneas de pensamiento en parte convergentes y en parte no, con el pensar de Nédoncelle. A modo de introducción, interesa aquí indicar los asuntos que toda esa reflexión planteaba a los filósofos. De esta manera se podrá percibir mejor cuáles son las cuestiones que se tratan en estas páginas y cómo, a propósito del pensamiento de Nédoncelle, uno mismo se ve interpelado por ellas.
Ahora bien, a fin de presentar agrupadas las cuestiones sobre filosofía de la historia que se debatían a principios del siglo xx, es oportuno echar mano de un texto de 1949 de Alfonso Reyes. La presencia de este ensayista mexicano sirve a un doble propósito. Primero, como prueba fehaciente de que la filosofía de la historia suscitaba, por aquel entonces, el interés de los pensadores de muchas latitudes, incluido México. Segundo, sirve para mostrar resumidos los problemas a los que nos enfrentaremos más adelante.
Reyes recordaba, como tantos otros, que el ingente material con el que se las ve el historiador, o la simple observación de los hechos pasados, sólo puede abordarse desde un cierto punto de vista; una perspectiva que está lejos de ser la visión completa. Las cosas del tiempo, podría uno decir, “suelen llegar a la mente torcidas y refractadas”.17 Sin embargo Reyes está lejos del escepticismo histórico, “esa posición que declara la falsedad del conocimiento de nuestro pasado”,18 y da por sentado además que no hay modo de investigar el pretérito. Las cosas, sin embargo, no se pueden despachar tan fácilmente. A mi juicio, uno de los méritos de Nédoncelle, como espero se apreciará a lo largo de estas páginas, es obligar a la filosofía a vérselas con un objeto de estudio vasto y variable que no puede ser esquivado. La historia, hecha de acciones e intenciones humanas, no puede ser excluida del filosofar, simplemente por ser demasiado amplia y estar condicionada por las libertades de las personas. Sería tanto como negarse a hacer ética, porque intervienen demasiados factores humanos. Alfonso Reyes detectaba esto mismo denunciado a quienes querían obligar a la sabiduría humana en ámbito histórico a renunciar a todo saber y a todo método.
Concuerdo con Reyes cuando arguye que la historia es sobre todo interpretación. Así, al referirme en todas estas páginas a la filosofía de la historia estoy propiamente hablando del pensar filosófico sobre la historia y no meramente de la enunciación de datos. “No realiza obra histórica el que únicamente reúne materiales”, diría Reyes, pues de ser así la historia sería “labor de picapedreros y no de arquitectos”.19 De esta forma Reyes está también criticando el positivismo histórico, otra de las coordenadas en las que se movía el tema de la historia por la época a la que nos referimos. Nos encontraremos con la crítica al positivismo que hace Nédoncelle. Ese positivismo histórico que pretende acercarse neutramente al pasado e imagina que no es preciso interpretar nada, pues todo está ya allí. “Pero es inútil: las piedras y los documentos nunca hablan por sí mismos, y el figurarse otra cosa delata una grave deficiencia de sentido común y una irrisoria escasez de sentido metafísico”.20 La falta de sentido metafísico será, a mi juicio, la crítica más severa lanzada por Nédoncelle a los sistemas de pensamientos con los que debatirá. Por cuanto se refiere al campo de la filosofía de la historia, uno encontrará en la polémica de Blondel contra el modernismo, retomada por monseñor Nédoncelle, un empeño muy serio por desterrar esa falta de sentido metafísico en el estudio de la historia.
Me parece además interesante la relación que establece Reyes entre historia y literatura, misma que encontraremos en Paul Ricoeur. Se trata de una relación sumamente útil para superar ciertos escollos del saber histórico. “Escribir mal y mentir —opina Reyes— son dos monstruos gemelos”.21 Esta lacónica observación empata con las ideas que encontraremos más adelante en el anglohegeliano Bosanquet, quien considera un fracaso vital la falta de lógica, la cual debería expresarse naturalmente en las proposiciones escritas. En todo caso, uno entiende que pensar la historia es hacerse con una narración coherente, hecha de “dato comprobado, interpretación comprensiva y buena forma artística”.22 Estos pilares presentados por Reyes ofrecen además obvias consideraciones sobre el estatuto mismo del pensar filosófico.
Mucho se ha dicho sobre la relación entre filosofía y literatura, pero quizás al plantear esta relación desde la reflexión sobre la historia se ofrecen pautas de resolución más claras. En efecto, la pretensión del pensamiento filosófico sobre la historia se basa en una narración coherente armada con datos comprobados; mientras que la literatura tendría coherencia y buena forma artística, pero no datos. A su vez la filosofía es interpretación comprensiva y dato comprobado; cuando además tiene arte se está ante la prueba del genio creador. Si, como dice Reyes y compartiría Nédoncelle, “la inteligencia humana es de suyo perezosa” no es de extrañar que se arroje con “voracidad sobre las recetas del pensar que prometen algún ahorro de esfuerzo”;23 mas termina sacrificando la verdadera obra del espíritu. No se puede, a mi juicio, mirar el acontecer histórico con ojos filosóficos y limitarse a encasillarlo en fórmulas trilladas. Precisamente hablar de buena forma artística es hablar del ars forjado con ardua disciplina, aprendizaje de una técnica con todos sus rudimentos, hasta dominarla y, en última instancia, realización de una obra nueva.
Traigo todo esto a colación porque deseo evitar el malentendido de que se considerase a la filosofía de la historia como mera aplicación mecánica e impersonal de reglas.24 Mi pensar aquí es que Nédoncelle reflexionó sobre la historia filosóficamente, pero eso no quiere decir que se limitó a las sendas trazadas por sus antecesores. Desde su particular punto de aproximación, es decir, desde el personalismo, pensó la historia. Que se trate o no de una reflexión a la que le convenga la etiqueta de filosofía de la historia tal como se entendía en su tiempo o como querrían entenderla algunos, es algo que se puede discutir. Pero que se trató de una reflexión