El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas. Óscar Hornillos Gómez-Recuero

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Название El Señor del Gran Ulmen. Las tres gemas
Автор произведения Óscar Hornillos Gómez-Recuero
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418230592



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donde yacía el joven Byron, y que conformaban la puerta de entrada al castillo, no tenían daño alguno.

      A medida que avanzaban por el patio de armas podían verse los cadáveres ensangrentados de los soldados de lord Byron. Sus verdes uniformes bajo las armaduras con el águila gris en el pecho estaban cubiertos de barro y sangre, y nadie los había recogido. En el lado izquierdo del patio se habían levantado tres pequeñas piras funerarias, donde estaban acabando de arder tres cuerpos. Los soldados negros les escoltaban en señal de duelo, con sus yelmos entre las manos y estas sobre la cintura mientras su cabeza estaba gacha, por lo que Egon intuyó que habían de ser las tres únicas bajas de los hombres del primo de su padre.

      En el lado derecho del patio, según entraban, y junto a las caballerizas, los soldados negros habían levantado una estructura de madera con tres pilares, dentro de los cuales introducían sogas gruesas por un orificio que se encontraba en la parte superior de cada estaca. Al pie de cada pilar se situaba una pequeña trampilla por la que podía caer un cuerpo si esta se abría. A toda la estructura se accedía por una escalinata, también de madera, hecha para ese fin. Entre la estructura y las cuadras de los caballos podían entreverse, a medida que avanzaban, los soportes de madera donde se encontraban intactas las armas de muchos hombres que no habían tenido opción de usarlas para defenderse.

      La lluvia ahora era intensa, cuando estaban a punto de entrar en el edificio principal del castillo, situado frente a la puerta principal de entrada a la fortaleza Gris. Egon y los soldados tenían las botas del color del barro, y salpicones del mismo elemento por todas sus ropas. Antes de entrar en la parte techada del castillo, Egon miró hacia arriba, y contempló las triangulares banderas verdes con el águila gris de su reino. Estas hondeaban muy rápidamente por efecto del viento, y su aspecto era claramente húmedo.

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      Capítulo 2

      Primero el rey Blanco, luego la familia

      La entrada al edificio principal del castillo era amplia; tras una escalera de piedra gris obscura se llegaba a una puerta de madera encuadrada sobre un enorme marco de metal. A su vez, la puerta estaba ornamentada con pequeños escudos de metal con el águila gris. Estaban repartidos de forma regular por toda la superficie externa de la puerta. La nave principal del edificio la constituía un largo pasillo de unos 50 metros de longitud. A sendos lados, dos bosques de columnas serpenteaban toda la sala: eran columnas blancas de un mármol que no se veía por allí, como si hubieran sido encargadas de muy lejos. Al fondo del pasillo se hallaba una gran sala con una bóveda imponente de piedra, que miraba de frente a un pulido suelo del mismo mármol del que estaban hechas las columnas. El objeto principal de la sala, con varias puertas de madera en sus flancos, era ser observado por las miradas de los duques sobre los dos tronos ducales que se encontraban en un altar, al que se accedía después de subir dos escalones de piedra.

      Las numerosas antorchas de las paredes iluminaban los rostros de los duques y de sus hijas. Al ver Egon a la esposa de lord Byron, esta comenzó a llorar, y lo mismo hicieron sus hijas. Las tres eran de cabellos morenos y ojos obscuros. Sus pieles eran de un blanco tenue, como el brillo de la luna en una noche clara. Eran todas ellas altas, pues la más pequeña de las hermanas tenía ya 12 años, y su hermana, 15. Sus vestiduras, al igual que las del duque, estaban limpias y lavadas, y la calidad de las telas que vestían indicaba la procedencia y el poder de la familia en esas tierras.

      El primo de su padre, Mork, también se encontraba allí. Vestía un elegante traje de escamas negras, del que resaltaban sus duras hombreras. Sus guardias le escoltaban, y vigilaban a la familia de Egon, que se encontraba maniatada. Su padre miró a Egon. Su cabello era moreno y liso, y sus ojos marrones brillaban como si huyeran de la inquietud del no saber qué había sido de su hijo menor, Byron. Egon le miraba, y parecía que los dos hablaran en un lenguaje que solo ellos entendían. Su padre parecía por momentos ansioso y, antes de que pudiera decir nada, Egon sonrió levemente para tranquilizar a su padre. Byron pareció comprenderlo, y se tranquilizó al tiempo. Lord Mork parecía turbado al no ver al pequeño Byron. Miró, como inspeccionando a los guardias que habían entrado en la sala y a Egon, y añadió:

      —Veo que falta un preso, capitán.

      —Mi señor, este malnacido lo escondió en el bosque —dijo el capitán.

      —¿Y los perros? —replicó el duque de Ávalon.

      —Debió ser algún truco norteño. Están fuera, mi señor —contestó el capitán, con la voz algo dubitativa.

      —Ya veo; este chico conoce trucos y sabe de árboles, por lo que veo.

      Al tiempo que lord Mork hablaba así, golpeó a su primo lord Byron, dándole un fuerte puñetazo. Mork era un hombre fuerte, pero su primo no lo era menos, por lo que no llegó a caer al suelo.

      —¡Buscadle! Está en el bosque, no debe de estar lejos de donde encontrasteis a este. ¡Buscad nogales rojos! Debe de estar cerca de uno —le dijo lord Mork a su capitán.

      —Sí, mi señor —añadió el capitán, a la par que golpeaba su pecho con el puño cerrado. Así, los guardias captores abandonaron la sala, quedando en ella Mork, lord Byron y el resto de su familia y guardias que les vigilaban.

      —Sabes muy bien que necesito al chico para el rey Blanco. Los propósitos del rey Ark son y deben ser la prioridad —habló así lord Mork a su primo.

      —Eres una rata, y no mereces llevar el título que te fue otorgado —le contestó este.

      —Mi título permanece en mí porque no me niego a ninguno de los designios del rey, no como tú, que antepones tu familia a las órdenes de su majestad. Por eso, tú y tu esposa moriréis esta noche, y no veréis más el sol. Tus hijas serán vendidas en alguna ciudad lejana, en el sur, y pagarán mucho por el linaje al que pertenecen. Esclavas o zorras, quién sabe cómo acabarán. Ja, ja, ja, ja —rio con voz ronca—. Tan solo basta tu vástago —dijo ahora, ralentizando la voz, aunque con la misma tonalidad ronca que acostumbraba— para completar la ejecución. —La voz de lord Mork se agravó, más si cabía, al terminar su alegato.

      —Has olvidado tu historia, tu linaje, a tus ancestros y tu apellido. Mi padre y nuestro abuelo se revolverían en su tumba si te vieran —le dijo su primo.

      —Ellos consiguieron elevar el apellido North, y consiguieron el ducado gracias a los antiguos reyes Blancos. Ahora el heredero del reino te pide, no, te ordena, que le entregues una cosa, una cosa que no es tuya, por cierto, y te niegas. ¿Quién ha olvidado la historia? —replicó lord Mork.

      —Este chico es muy importante para nosotros: nos salvó de la muerte más allá del Nak —contestó ahora lord Byron a su primo.

      —Lo encontraste en las inmediaciones de una tierra inhóspita. Una tierra que alberga a los enemigos de nuestro rey. Bueno —dijo, ahora con ironía—, del mío. Somos nobles, primo, y, como tal, nos debemos al rey por encima de todo. Es algo que a ambos nos enseñaron desde niños, pero que parece que solo yo pongo en práctica —finalizó lord Mork.

      Mientras la conversación tenía lugar, las hijas de lord Byron habían comenzado a llorar amargamente, y su esposa permanecía impasible y con mirada de desprecio hacia Mork. Lord Mork se movía con lentitud, y a la vez con seguridad, alrededor de la familia cautiva, y los soldados permanecían tras los nobles North. Al fin, lord Mork añadió:

      —Llevadlos a las mazmorras. Estoy dispuesto a esperar al pequeño Byron —y, aumentando el volumen de la voz ligeramente, dijo—: este linaje de traición debe ser extinto.

      Tan pronto como lady Shala, la esposa de lord Byron, pasó frente a Mork, le escupió en la cara, y este quedó, por instantes, inmóvil al hecho en sí. Luego de esto se limpió con su mano izquierda, y sonrió falsamente a la dama. Lady Shala provenía de una familia de Ávalon, una rica familia de nobles que había resultado agraciada con el matrimonio con lord Byron. Era una mujer con un fuerte carácter, y muy entregada a su marido y a su causa.

      Para lord Byron,