Название | La venganza de un duque |
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Автор произведения | Noelle Cass |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418616235 |
Nolan no tenía ni idea de qué iba todo eso, pero desde luego que iba a viajar a Somerset para saber qué estaba pasando. Y si todo lo que decía la carta era cierto, muy pronto su vida cambiaría y sería él mismo el que algún día despreciaría a la hermosa lady Gina St. James y le haría pagar muy caro cada una de sus humillaciones y sus desprecios.
Con esa idea en la mente, y una gran sonrisa en su atractivo rostro, se fue desnudando hasta quedarse en ropa interior, luego separó las mantas, se tumbó y se arropó. Cómo iba a disfrutar bajándole los humos a la remilgada señorita St. James y pagando sus desplantes de la misma forma que ella había hecho con él.
Poco a poco, se fue quedando dormido y con solo dos pensamientos en mente, la venganza, y pensando que tenía que preparar un viaje que iba a cambiar para siempre su vida, porque Nolan presentía que en ese asunto había mucho más de lo que en verdad se decía. Seguramente por protección, por si la misiva llegaba a caer en manos equivocadas. No tenía ni idea de quién era ese tío, pero gracias a esa fortuna iba a poder vivir como un verdadero caballero, sin pasar necesidades y que nunca más lo iban a mirar por encima del hombro, ahora iba a ser él quien lo haría, y además iba a ser implacable con aquel que se osara meter con él.
1
Somerset, abril de 1842
Ya habían pasado siete largos años desde que Nolan viajó a Somerset para tomar posesión de su herencia. Y se había sorprendido cuando el abogado de su anciano tío leyó el testamento. No solo era inmensamente rico, sino que entre esa herencia se encontraba un ducado y ahora era el duque de Graystone. A sus treinta y un años ya era millonario, mucho más que los jóvenes lores que habían nacido en cuna de oro.
Ya era media tarde y Nolan se encontraba en el despacho de su enorme y palaciega casa, ultimando los detalles de su venganza en contra de Gina. Tiempo atrás ya había empezado con sus planes, y el primer paso fue despojar a lord Willow St. James de la empresa maderera que tan rico lo había hecho. Y poco a poco también los fue dejando en la ruina y sin dinero. Ahora, con ayuda de su abogado, quedaba darles el golpe de gracia, despojarlos de la casa y de todas sus pertenencias. Para eso, estaba ultimando los detalles para regresar a Londres y culminar su venganza. Y cómo iba a disfrutar viendo la cara de sorpresa de Gina cuando se diera cuenta de que ahora las cosas eran muy diferentes y ella estaba completamente arruinada y él nadaba en la abundancia e incluso poseía un título nobiliario.
Nolan estaba al lado de la ventana y con el brazo apoyado en el alféizar. Era una preciosa y cálida tarde de abril en la que el sol brillaba de forma espectacular. Pero Nolan no disfrutaba de las maravillosas vistas que tenía delante, pues desde hacía siete años su obsesión por vengarse de Gina había ocupado cada uno de sus pensamientos. Nolan sacudió suavemente la cabeza y volvió a la realidad, se separó de la ventana, se acercó al cordón y llamó a Graves, su mayordomo. Poco después, el hombre entró en la estancia y tras hacer una reverencia le preguntó:
—¿Deseáis algo, excelencia?
—Graves, tráeme un café.
—Enseguida, su excelencia. —Y el criado salió de la estancia para cumplir las órdenes del duque.
Nolan fue a sentarse al amplio sofá de cuero marrón que había en el despacho. Le gustaba la decoración de toda la casa, pero en especial la de esa estancia. El centro lo ocupaba un gran escritorio de madera de caoba con su sillón de piel y color beige. A la derecha se encontraba el sofá y frente a él había una mesita ovalada y de cristal. Cubriendo el suelo había extendida una alfombra Aubusson de color granate. En la pared de al lado había un aparador también de caoba marrón en la que descansaban varias licoreras y botellas de bebidas. A la izquierda estaban las ventanas, de las que colgaban unas pesadas cortinas de color granate.
El mayordomo entró de nuevo en la estancia con una bandeja entre las manos en la que había una taza de humeante café, azúcar y un plato con una porción de bizcocho. El criado dejó la bandeja sobre la mesita y le preguntó si deseaba alguna otra cosa. Nolan le respondió que eso era todo y el mayordomo salió de la estancia para continuar con sus labores.
Nolan cogió la taza de café de la bandeja, puso dos cucharaditas de azúcar, revolvió el contenido y dio un largo sorbo a la bebida, luego en voz alta dijo:
—Muy pronto nos veremos las caras, lady Gina St. James. —Y una cruel risa cruzó su hermoso rostro.
Mientras, en Londres, en la casa de los St. James la cosas iban de mal en peor. Y a esas alturas habían tenido que prescindir de la mayoría de los sirvientes, solo permanecían en la casa, Cassy, Vernon, que asistía a los varones de la casa, y Belinda, la doncella personal de Holly.
Gina se encontraba dando un paseo por los jardines de la finca sola. Todavía no se podía creer que su querido padre hubiera perdido la empresa y toda la fortuna de la familia por culpa de un mal hombre. Y lo peor no era eso, para ese malvado duque no era suficiente haberlos dejado completamente arruinados, sino que ahora, los estaba obligando a abandonar su casa y no tenían a dónde ir. Pues Jerome y Xavier también dependían de la empresa de madera, ya que ellos eran los que buscaban los clientes, y su tía Holly apenas podía malvivir con la pequeña cantidad de dinero que le había dejado su difunto marido. Y en los últimos siete años su padre se había dedicado a frecuentar casinos y mesas de juego para solventar una situación que cada día que pasaba se preveía peor, y en la que había perdido los escasos ahorros con los que habrían podido malvivir, y su padre se negaba a buscar un trabajo y ser un simple asalariado. Ella misma se había ofrecido a buscar trabajo como institutriz de alguna joven y poder enseñarle todo lo que ella sabía sobre etiqueta y alta sociedad, pero su padre también se había opuesto a ello y Gina ya no sabía qué hacer.
Derrotada, interrumpió su paseo y se dejó caer en un banco de hierro forjado situado al lado de los amplios jardines. Su vida tal y como la conocía se estaba derrumbando ante ella y no podía hacer nada. Y por si no fuera suficiente, anteayer habían recibido una carta del abogado del maldito duque diciendo que en breve viajaría a Londres para tomar posesión de la casa. Gina se imaginaba a ese duque viejo y decrépito riéndose de sus hazañas, y deseaba de todo corazón que a ese hombre le sucediera algo malo y así su familia y ella poder seguir viviendo en su casa como hasta ahora.
La voz de Cassy interrumpió sus pensamientos al decir:
—Milady, le traigo su acostumbrada taza de té. —La doncella dejó la taza sobre la mesa de hierro forjado que había al lado del banco.
—Gracias, Cassy —respondió Gina, distraída.
—Milady, ¿todavía sigue preocupada por la llegada de su señoría?
—Sí, Cassy. Estamos a punto de perder lo único que nos queda, nuestras posesiones, por culpa de un malvado hombre.
—No se ponga así, ya verá que al final todo se va a solucionar.
—No, Cassy. Esta situación ya no tiene vuelta de hoja, y que mi padre se haya gastado nuestros escasos ahorros apostando no ha ayudado en nada.
Como estaban tan entretenidas con la conversación, no oyeron a Holly acercarse.
—Cariño, no te preocupes tanto —dijo su tía sentándose al lado de su sobrina.
—¿Le sirvo una taza de té, milady? —le preguntó Cassy.
—Sí, por favor.
—Enseguida se la traigo. —La doncella entró en la casa para cumplir con su cometido.