¿Qué le haría a mi jefe?. Kristine Wells

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Название ¿Qué le haría a mi jefe?
Автор произведения Kristine Wells
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418616174



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reunirte en el tuyo? Yo estaba leyendo una primera edición de…

      —¡Cállate ya y tráemelo a tu despacho!

      —A la orden jefe.

      El tono autoritario no engaña a nadie. Esos dos se adoran.

      Después de apretar un botón, James Stemphelton se sienta sobre una de las esquinas de la mesa y se me queda mirando con su traje de cinco mil dólares, parece querer hablarme de algo, pero una vez más se arrepiente.

      Se hace un silencio, pero no es demasiado incómodo, porque apenas soy consciente de ello. Estoy demasiado ocupada observando sus anchos hombros, su cintura estrecha y cómo la tela de sus pantalones se tensa sobre sus muslos y deja entrever claramente que está bien dotado…

      Genial, Janna, sigue mirando el paquete al jefe, a ver cómo termina el día.

      Pero imaginarte el jefe desnudo al menos ha hecho que te olvides de Clark por unos minutos. Al recordar que está a punto de entrar por esa puerta, se te muda la expresión.

      Se escuchan unos golpes sobre la puerta de vidrio.

      Es Tina, la abre un poquito y le sonríe a James.

      —El imbécil ya está aquí —le susurra bajito.

      Al parecer, Tina está encantada con la tarea encomendada de traer a Clark.

      Te muerdes el labio inferior, de pronto preocupada ante la inminente llegada de tu antiguo jefe de área.

      —¿Quería verme, señor Stemphelton?

      —Así es.

      Cuando Clark entra, ves que no tienes de qué preocuparte. Te das cuenta de dos cosas: la voz de James ha bajado gravemente y Clark está más sorprendido que tú de verte.

      Como una buena chica me mantengo en mi sitio y dejo que el tiburón haga su trabajo y se coma al pez pequeño.

      Clark suda.

      Diooos… esto es como una peli. Solo me faltan las palomitas.

      Es evidente que Clark intenta averiguar qué está pasando.

      —¿Janna?

      Me encojo de hombros. No seré yo quien le explique qué hago aquí.

      Por el rabillo del ojo veo cómo Tina saca la cabeza, unos centímetros para ver mejor. ¡Está espiando!¡Madre mía!, pelirroja.

      Bien, tú también lo harías, dice mi voz interior. Y tiene razón.

      Clark no está muy animado al ver el informe sobre la mesa de James.

      ¡Sorpresa, capullo!

      —¡Oh!

      James no pierde la compostura, pero se aparta de la mesa y se acerca a Clark, alisándose la americana de su traje italiano.

      —Sí, oh. —La desgana con que James habla me agrada, hasta me saca una sonrisa.

      Tina, por su parte, ríe y al segundo se tapa la boca y desaparece de la puerta, volviéndose a esconder.

      —Señor Stemph…

      —¿Es este el informe que esta misma mañana has intentado colarme como tuyo?

      Toma ya, ese es mi chico… digo jefe. ¡Bien por el señor Stemphelton! ¡Ponlo en su sitio cariño!

      Me emociono y tengo que hacer un gran esfuerzo para no frotarme las manos por la anticipación.

      —No contestes —le dice James—, creo que sé la respuesta. Al igual que sé que me intentaste colar el de hace dos meses… ¿cómo se llamaba al tipo que despediste? ¿Robert?

      Dios mío, entonces me doy cuenta.

      Ha despedido a los técnicos que han estado trabajando para él para apoderarse de todas sus buenas ideas.

      Me pongo de pie y lo miro con desprecio.

      —Eres un cabrón. —Le señalo con el dedo y veo cómo ambos hombres me miran sin decir nada, pero fuera, tras la puerta de cristal, Tina aplaude y asiente con la cabeza.

      Con una mirada de James, vuelve a desaparecer.

      —Esa boca… —James me mira por encima del hombro y le sonrío algo avergonzada.— Pero sí, Clark… ¿cómo podríamos decirlo de otro modo? Eres un cabrón.

      —Puedo explicarlo.

      —¿En serio? Soy todo oídos.

      Pero es broma, no va a escucharle ni de coña, ¿no? Sus siguientes palabras me lo confirman.

      —Señor...

      —Cuéntame, Clark… a no ser que lo que vayas a decir sea mentira, porque tengo un tiempo limitado para atender imbéciles, y no tolero muy bien la pérdida de tiempo.

      Mis bragas acaban de salir volando por la ventana.

      Estoy a punto de aplaudir como ha hecho Tina, pero hago un esfuerzo sobrehumano para parecer una chica cuerda y normal.

      Eso es, Janna, tú calmadita.

      —Yo… —Clark intenta hablar.

      —¿Sí?

      —Somos un equipo. Las ideas no se las puede apropiar un becario o un miembro menor…

      —Las ideas se hablan en las reuniones de personal, se ponen en común para construir algo sólido. No es lo que has estado haciendo. ¡Y no mires a Janna!

      Cuando James alza la voz, hasta yo me cuadro como un soldado que acaban de reprender.

      Clark me mira furioso.

      —El problema aquí eres tú. Tu problema para trabajar en equipo, tus escasas ideas… No puedo ni imaginar por qué te pusimos en el lugar que te pusimos, ¿quizás porque ya te habías apropiado de otras ideas que no eran tuyas?

      Clark no responde. Pero me mira a mí como si quisiera arrancarme la cabeza.

      —Tú…

      James se pone entre los dos.

      —No apuntes en la dirección equivocada, aquí el culpable eres tú. Y me añadiría a mí también —dice muy serio—. Si en mi empresa no me he dado cuenta de que alguien como tú estaba en el sitio que no le correspondía, me pregunto cuánto más he pasado por alto.

      Me inclino un poco hacia delante y veo que Clark cierra la boca derrotado.

      —Es muy mezquino lo que has hecho.

      —No he hecho nada malo. —Pero a estas alturas nadie se lo va a creer.

      ¡Venga ya! Te daba una patada voladora que ni Chuck Norris, cretino.

      Pero evidentemente no lo hago.

      —Clark, has hecho pasar por tuyas todas las ideas de los proyectos del equipo que supervisabas. De hecho, en los informes que tuve que mirar ayer para cerciorarme, no mencionas a nadie. Como si las ideas fueran todas tuyas. ¿Qué hacían los demás miembros del equipo? ¿Traerte café?

      Veo cómo Clark aprieta los puños.

      —No sabía que tenía que laurear a los miembros del equipo que trabajan para mí.

      —No, solo tenías que hacer tu trabajo, coordinar los proyectos, no apropiarte de ellos y despedir a los genios que los han creado, ¿sabes cuánto tiempo tardaré en localizar a las personas que has despedido?

      Con Tina como secretaria, no sé… ¿dos nanosegundos? Pero yo sigo ahí de pie aguantando la mirada furiosa de Clark y viendo la espalda de James, que cada vez parece más ancha.

      —Solo he despedido…

      —¿A quién? ¿Con qué pretexto?

      De pronto, James me mira y mis sentidos parecen estar todos pendientes de él.

      —¿Qué