Rent a boyfriend. Gloria Chao

Читать онлайн.
Название Rent a boyfriend
Автор произведения Gloria Chao
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412324730



Скачать книгу

> portadilla-02

      Copyright © 2020 by Gloria Chao

      Translation rights arranged by Taryn Fagerness Agency and Sandra Bruna Agencia Literaria, SL

      All rights reserved

      Primera edición.

      Rent a boyfriend.

      © 2021, Gloria Chao.

      © Munyx Editorial.

      www.munyxeditorial.com

      © Corrección: Arantxa Comes.

      © Traducción: Aitana Vega.

      © Ilustración portada: Inma Moya.

      © Montaje y diseño: Munyx Editorial.

      © Maquetación digital: Gonnhe.

      Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

      Para Anthony, por enseñarme a soñar.

      Y para todas las personas que creen en el amor.

      Nota de la autora

      A quienes me leéis:

      Este libro se inspira en una práctica real que se lleva a cabo en algunos países asiáticos y consiste en que las mujeres contratan novios falsos —a menudo a través de anuncios de prensa o de una empresa— para llevarlos a sus casas, sobre todo en el Año Nuevo Lunar, con el objetivo de mitigar la presión familiar por encontrar marido. Para esta novela, he adaptado dicha práctica a una versión ficticia en la diáspora y he perfilado todos los detalles, incluida la agencia El Novio Perfecto, para que se ajusten mejor al entorno estadounidense.

      Espero que al leer esta historia disfrutéis tanto como yo al escribirla.

      Gloria Chao

      Nota de la autora

       sobre las palabras en mandarín

      En este libro, las palabras en mandarín aparecen escritas de acuerdo con el sistema pinyin, en el cual las líneas encima de las vocales indican la entonación de la voz:

       el primer acento, una línea recta (ā), indica una entonación alta, nivelada y monótona.

       el segundo (á) sube de tono.

       el tercero (a) baja y luego sube. (NOTA DE LA EDITORIAL: Por problemas de visibilidad de este signo en algunos dispositivos, se ha decidido prescindir de él en la maquetación del libro digital).

       el cuarto (à) empieza alto y cae, produciendo un sonido agudo.

      Para algunas de las frases en mandarín, he elegido representar las entonaciones conforme a cómo se pronuncian las palabras con el acento de mi familia. Es posible que haya algunas discrepancias con otros acentos y dialectos.

      El significado de las palabras en mandarín se puede deducir por el contexto, que a veces aporta solo una idea vaga y otras, una definición completa. El glosario incluido al final es opcional para la lectura.

partes

       ovejas

      ♦ Capítulo 1 ♦

      Chloe

      Aplicación de citas dopada

      26 de noviembre

      Casi todo el mundo se pone nervioso a la hora de presentar a su pareja ante los padres. En mi caso, tenía la ropa interior empapada en sudor y estaba a punto de hacerme pis encima, porque yo tampoco lo conocía todavía.

      Dado que ya estaba al tanto de la historia de mi vida, al menos de todas las partes importantes, se recomendaba que no nos conociéramos antes del «trabajo» para evitar confusiones. Por eso, un Uber me recogió en el aeropuerto y después a él a una manzana de nuestro destino: la casa de mis padres. Gracias, George, con un Toyota Camry, por ganarte las cinco estrellas al no preguntar qué narices pasaba allí.

      Mientras esperábamos en la entrada y el timbre retumbaba por la casa de tres dormitorios y tres baños, no me atreví a mirarlo. Sin duda, le habrían enseñado a evitar juzgar con la mirada, sobre todo a la persona que le daba de comer. El verdadero problema era que, de los dos, él no era quien me juzgaba.

      Mis padres abrieron la puerta y, antes de envolverme en un abrazo, exclamaron:

      —¡Jing-Jing!

      Por encima del hombro de mi padre, miré por instinto a mi «novio» para tratar de explicarle con los ojos que tenía dos nombres, pero entonces recordé que solo le había dado a la agencia y, por tanto, a él, mi nombre chino, el cual no solía escucharse nunca fuera de las paredes de papel pintado de aquella casa. La decisión de incluir mi nombre legal, aunque apenas lo usaba, había sido estratégica. Por decirlo con elocuencia, sabía que mis padres se lo tragarían hasta el fondo. Si era la primera persona fuera de nuestra pequeña comunidad china a la que le había dicho mi nombre real, tenía que ser amor verdadero, ¿no?

      Empecé a llamarme Chloe en segundo de primaria, después del centésimo chiste sobre que Jing-Jing sonaba más a una canción que a un nombre. Me empeciné en pedirle a todo el mundo que me llamase así en honor a una adoradísima golden retriever del barrio. Tal vez una parte inconsciente de mí esperaba que el nombre viniera acompañado de algún tipo de ingrediente secreto y que, al adoptarlo, les caería mejor a los demás. Lo triste fue que funcionó. Pronto pasé a ser esa persona, en vez de Jing-Jing. Sin embargo, la primera y última vez que invité a una amiga a casa y me llamó Chloe, mi madre se atragantó con la leche de soja y mi padre se tragó un huevo de té entero. Desde ese momento, decidí mantener mis dos mundos separados.

      Con la confianza de una asiática-estadounidense acostumbrada a mentirles a unos padres dragones que me habían llamado Jing para que destacase en todo lo que hiciera, dije:

      —Mamá, babá, este es Andrew.

      Mierda. ¿Lo había dicho bien? Tampoco importaba, porque dudaba que fuera su verdadero nombre, así que lo mismo daba Andrew que Shamdrew, ¿no?

      Mis padres dentistas examinaron de arriba abajo al chico que había pasado a llamarse Andrew como a un espécimen misterioso en un microscopio. Tuve que contener la risa. En cierto modo, no escondía nada y, al mismo tiempo, «escriba aquí su nombre» lo escondía todo.

      —Ayí, shushú, hao —saludó a mis padres con los apelativos educados y muy apropiados de «tía» y «tío», los cuales me dejaban algo confusa a veces porque la traducción directa no tenía ningún sentido para mi cerebro occidentalizado. «No hay que mezclar las culturas así», me reprendía siempre mi madre.

      Tardé unos segundos en darme cuenta de que el perfecto mandarín que había usado Andrew tenía acento de Taipéi. Joder, la agencia era buenísima, como una aplicación de citas dopada hasta las cejas, con la única diferencia de que la idea era emparejarlo con mis padres en vez de conmigo.

      Andrew sonrió con una dentadura sana y perfecta que hizo que mis padres levantasen las cejas con agradable sorpresa. Me pregunté si la agencia le habría pagado esos dientes brillantes y recién blanqueados.

      —Aiyah, tienes una higiene bucal excelente —dijo mi padre. Si era tan fácil, ¿por qué había tenido que pagar un riñón y medio para alquilar a Andrew? Un «aiyah» positivo no se conseguía así como así, pero todo lo relacionado con los dientes servía para hacer un poquito de trampa.

      Mi madre se fijó en el blasón de la Universidad de Chicago en la sudadera con cremallera de Andrew. Era un detalle nada trivial que