El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito

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Название El golpe de Estado más largo
Автор произведения Gonzalo Varela Petito
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9786072924437



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III. La escasez

       IV. La retención de haciendas y la crisis productiva

       V. El comercio exterior

       VI. La deuda y el oro

       VII. La inflación

       VIII. El agro

       IX. El fin del desarrollismo

       X. El Plan Nacional de Desarrollo

       XI. Comentarios al plan

       XII. A modo de epílogo

       Fuentes

       I. Materiales de archivos

       II. Prensa escrita nacional y extranjera

       III. Fuentes documentales impresas o grabadas en audio

       IV. Bibliografía general

       V. Bibliografía sobre Uruguay

       Notas

       Créditos

      […] les acusaban de querer derribar la democracia […] [y] como suele suceder en tales circunstancias, no hubo nada que no se produjera y aún más […] el enfrentamiento junto con la falta de confianza aumentó las disensiones, pues no había nada que llevara a la reconciliación […] [no vacilaron] en abolir previamente las leyes comunes […] de las que depende la esperanza de salvarse cuando van mal las cosas […] por si un día, en una situación de peligro, se pudiera tener necesidad de alguna de ellas.

      Tucídides (la Stasis)

      [...] el comienzo, el fin de una época están generalmente marcados por alguna revolución más o menos brusca que tiende a modificar el estado de cosas establecido [...] el término de época [...] hace pensar [...] en las circunstancias que la rodean y condicionan [...].

      F. de Saussure

      El título de este libro se inspira en el término con que el diario francés Le Monde calificó, en primera plana, los sucesos políticos de 1973 en Uruguay, que concluyeron en la disolución de facto de las cámaras legislativas por el Poder Ejecutivo el 27 de junio.1 Si el último acto de un derrumbe institucional dura tanto (alrededor de medio año) es lógico pensar que arrastra un proceso que viene de más atrás. Por tanto, para quien pretende hacer un estudio detallado se plantea el problema del corte temporal. Comenzamos por el mes de enero de 1973, sin ignorar que el desenlace producido en seis meses no podría ser entendido sin tener por lo menos algo de información acerca de lo ocurrido en 1972 (inau­guración del gobierno de Juan María Bordaberry); o en 1967-1972 (presidencia de Jorge Pacheco Areco); o con la reforma constitucional de 1967, que restituyó la presidencia unipersonal derogando el Ejecutivo colegiado que la mayoría de la clase política2 juzgaba desastroso por sus resultados;3 o a partir de 1955-1957, fecha aproximada del inicio de la crisis económica que batió récord en estándares internacionales; o incluso —para irredentistas que culpan al batllismo de todo, o para quienes gustan de afirmar el papel de los accidentes en la historia— desde 1903, cuando un grupo de legisladores colorados y blancos calepinos decidió la primera elección de José Batlle y Ordóñez para presidente.4

      El aporte buscado consiste en una observación de cerca, que analizando pocos meses ocupa muchas páginas y al variar el punto de vista y la precisión de la mirada, pueden cambiar también las conclusiones, apareciendo novedades o respuestas siquiera hipotéticas a preguntas pendientes que antes no llamaban la atención. Tal vez personas y acontecimientos aparezcan bajo una luz distinta, lo que abarca a quienes en la cúpula o en la base se vieron enfrentados a dilemas que en el Uruguay de poco tiempo atrás hubieran sido impensables y frente a los cuales, en la medida de sus valores y responsabilidades, supieron o no cumplir. En los tiempos de crisis se puede dar lo mejor o lo peor de sí, pero para el ser común y corriente —la mayoría— lo probable puede ser una combinación; o quizás nada: la pasividad expectante.

      Decidimos empezar por los sucesos de enero de 1973 en adelante esperando que el lector tenga un conocimiento por lo menos sucinto de lo acontecido desde diciembre de 1967, con la sorpresiva muerte del presidente colorado hacía un año electo, el general retirado Oscar D. Gestido y la asunción de su sucesor el vicepresidente Jorge Pacheco Areco, un político con escasos antecedentes que no tardó en mostrar su inclinación, enfrentando los graves problemas que heredó con violencia cuando lo creyó necesario y autoritarismo en su relación con actores sociales y sectores partidarios —estos últimos encarnados en el Parlamento—. El uso constante que hizo desde junio de 1968 del recurso de emergencia que la constitución restrictivamente designa medidas prontas de seguridad, lo llevó a adoptar repetidamente y con criterios personalistas, decisiones que no solo respondían a situaciones comprendidas en esta norma, sino también otras guiadas por razones de mera ejecutividad, abarcando un sinfín de ítems de mayor o menor importancia.5 Pacheco exhibió un estilo de gobierno con aires de supremo poco practicado, contrastante con la cultura de pares entre políticos profesionales que en Uruguay llega hasta la primera magistratura y el gabinete. Aparte de ello, algunos del grupo de políticos colorados que lo rodeó, fundando la Unión Nacional Reeleccionista (unr) formaron según acusaciones por hechos de corrupción, una especie de patio de los milagros de la política oriental.6

      Lo que en el tono más neutro se podría sostener es que, encarando a su modo la suma de problemas acumulados y la impotencia en que habían caído los partidos gobernantes, el entonces presidente rebasó sistemáticamente sus atributos, instaurando un aleatorio gobierno por decreto no previsto en la carta.7 No obstante, Pacheco y su uso de las medidas prontas de seguridad han sido objeto de justificación o tolerancia en posdictadura, no solo por parte de quienes lo secundaron dentro de su Partido Colorado, sino aún por opositores destacados que antes lo denunciaran por constante violación de la constitución.

      Como dijera su antiguo ministro Julio María Sanguinetti, Pacheco es un enigma, antes de la presidencia porque era un político y un ser humano sin realización y después porque trabajó el perfil borroso, quizás como modo de desenvolverse ante acontecimientos que en dictadura no lo favorecían y en democracia lo dejaron en segundo plano, a lo que no se había acostumbrado cuando visiblemente gozaba de los bienes simbólicos y materiales del poder. La faceta de buen muchacho que antes de la presidencia le reconocían camaradas de la vida bohemia y que Chagas y Trullen han tratado de avivar en un libro revisionista, resurgió en posdictadura, cuando evitando ser factor de polarización se dedicó con su grupo a apuntalar la gobernabilidad dentro de una perspectiva conservadora.

      En una mirada menos condescendiente, Pacheco —y para eso vale remontarse a las discusiones de época— aparte de infractor de la constitución era un aliado y realizador de elevados intereses espurios, así como un castigador de trabajadores y estudiantes en rebeldía, en cuyo gobierno se practicó la tortura policial contra detenidos políticos. Para otros podía ser un decidido impulsor de amargas reformas que el país requería, pero que más de un político tradicional prefería no asociar a su nombre, celebrando que Pacheco fuera quien se ensuciara las manos, sin calcular que pudiera jugar con cartas marcadas, como cuando lanzó en 1971 su candidatura a la reelección desafiando una vez más el texto constitucional. Fracasó, pero con un nivel de alta votación popular que le auguraba un futuro político. El gobierno de Juan María Bordaberry entrante en 1972, debió forcejear con la oposición nacionalista para que se le permitiera salir del territorio en calidad de embajador, antes de que se cerrara el plazo de residencia. Paralelamente se le vinculó por testigos, sin que la justicia lo ratificara, al sucio asunto administrativo llamado ute-sercobe, por el que fueron investigados conocidos, algún pariente y cercanos excolaboradores.

      El discurrir de Pacheco durante su gobierno fue derivando a un duelo con la guerrilla urbana guevarista constituida por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (mln-t o mln a secas) en un principio por necesidad y luego por conveniencia política, al descubrir en las