Название | El golpe de Estado más largo |
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Автор произведения | Gonzalo Varela Petito |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786072924437 |
III. Discordia militar
El principal apoyo del gobierno era la Marina. Se estimaba que contaba unos 5000 efectivos (en comparación con 17 000 del Ejército) entre los cuales un cuerpo selecto, los Fusileros Navales (o Fusna) sumaba alrededor de 700, leales a sus jefes. En el Departamento de Prensa de la Jefatura de Policía de Montevideo el día 8, se habían producido “violentas discusiones” entre altos oficiales que habían concurrido a enterarse del comunicado castrense a difundir, porque los de la Armada lo reputaban contrario a la Constitución. En la tarde se observó intenso movimiento de tropas en la zona portuaria con restricción de los ingresos, mientras los buques de guerra giraban sus cañones hacia la ciudad. En torno a las 22:00 horas, los fusileros empezaron a cerrar los accesos a la Ciudad Vieja en prevención de un enfrentamiento con los blindados del Ejército, erigiendo barricadas con sacas de arena y vehículos requisados cuyos neumáticos fueron desinflados, apostando nidos de ametralladoras. Tarea que concluyó luego de medianoche. Poco después de las 02:00 del día 9 el arma entregó un comunicado manifestando su apego a las autoridades libremente elegidas, prometiendo mantener “hasta sus últimos extremos la defensa de las instituciones”.85
Se sucedieron escenas dramáticas entre quienes quedaron a un lado u otro del encierro, sin poder retornar a sus lugares de destino, incluidos turistas que durmieron en sus automóviles y familias locales que lo hicieron a la intemperie, amparadas por el clima veraniego. Pero los dudosos centros nocturnos de la calle Piedras y similares en la zona portuaria, no se dejaron sorprender: cerraron tempranamente las puertas librando a sus clientes de toda situación enojosa. A la mañana siguiente, día viernes, el transporte colectivo se detenía en la Plaza Cagancha y los vehículos particulares en la calle Andes, causando aglomeraciones. Los pasajeros hacia la Ciudad Vieja debían continuar a pie para encontrar el camino cortado a la altura de la calle Juan Carlos Gómez. En el perímetro de la Armada no funcionaban oficinas públicas ni privadas, comercios ni casas matrices o sucursales de bancos, por lo que el Banco Central decretó feriado bancario. Algunos de los navíos que debían anclar en el puerto prefirieron seguir a Buenos Aires. Los canillitas silenciaron su voz y la zona quedó tan muerta como solía estar los domingos. Los vespertinos Acción y Última Hora no pudieron editarse, aunque sí lo logró el semanario Marcha cuya editorial sentenció: “el Uruguay de antes está muerto”. Los escasos peatones de género masculino paseaban sin la corbata común en los días de oficina y se entregaban a la conversación, el ajedrez o el fútbol en la explanada de la costa. Los funcionarios del Hospital Maciel no pudieron partir ni sus relevos entrar, por lo que los primeros siguieron atendiendo el servicio. Los huéspedes ansiaban dejar los hoteles, escasos de personal y con los restaurantes cerrados. Los marinos movilizados, si realizaban consumos en los negocios abiertos pagaban la cuenta. Los niños permanecían en sus casas. Primaba la expectación mas no el pánico.86
Apenas instalado el cerco, el ministro Francese y el presidente —que había rechazado el ofrecimiento de refugiarse en la Ciudad Vieja bajo protección de la Armada— pensando en negociar comenzaron a presionar a Zorrilla para que lo suspendiera. Por su lado la Marina esperó inútilmente el apoyo de una unidad clave del Ejército —el Regimiento de Infantería No. 1— que no se concretó, porque sus subordinados no le respondieron al coronel Venancio Caballero (ahijado del difunto general Gestido) quien solicitó su relevo.87
Siendo el alba del día 9 Bordaberry se había trasladado a la residencia de Suárez no para dormir, sino a una entrevista con Pérez Caldas, que acudió con una fuerte guardia armada a decirle que renunciara. El mandatario se negó. Zorrilla estaba en la Ciudad Vieja inspeccionando las barricadas. A las 08:00 se publicó una aclaración de José Verocay especificando que en su discurso de réplica al desconocimiento de Francese, el presidente “por error […] invocó un Comunicado suscrito por el Comando General del Ejército […] [pero] este Comando no firmó ningún Comunicado”. Ello desautorizaba a los alzados, en su mayoría del Ejército, y equivalía al cese de Verocay en el puesto en que signaba como Encargado del Comando General del Ejército. Sus posibilidades de controlar la situación se habían esfumado durante la noche y el día 10 pediría pasar a retiro.
Continuando la mañana del 9, el Comunicado No. 1 de los rebeldes explicó que se habían visto obligados a ocupar las radios Carve y Montecarlo, pero que resarcirían los daños. A las 22:30 de la noche anterior, CX16 Radio Carve había recibido la orden telefónica de un oficial de que irradiara un mensaje, a lo que sus directivos se negaron, tachándolo de “noticia subversiva”. Elementos del Ejército ocuparon entonces la planta de la emisora y a la 01:10 del viernes 9 se cortó la trasmisión, para ser reanudada al alba. A media mañana llegó una partida al estudio de la radio, para suministrarle a la audiencia una prolongada tanda de música militar y comunicados. Un procedimiento similar se llevaba a cabo en Radio Montecarlo y otras emisoras y en el transcurso de la tarde en los canales privados de televisión, todos conectados —luego de “numerosas órdenes y contraórdenes desde el Comando”— en una cadena bautizada “Difusora Oficial de los Mandos Millitares” con cabeza en la emisora Montecarlo. Alrededor de las 15:30 se volvería a la programación normal, pero con prohibición de trasmitir noticieros y obligación de seguir reproduciendo los comunicados cada media hora. La cadena andebu de radio y televisión privada, por las ondas de otras ocho estaciones que no habían sido ocupadas, denunció estos actos por limitativos de la libertad de expresión, con “la pretensión de desconocer las legítimas autoridades elegidas libremente por el pueblo”.88
El Comunicado No. 2 del Ejército y la Fuerza Aérea había exhortado a las 11:20 a la Armada a sumarse a la causa de los rebeldes, con base en los principios republicano-democráticos y “dando la espalda a personas que solo protegen intereses personales”. Era un llamado a la coexistencia, fijando un criterio que regularía las relaciones entre las tres armas durante la dictadura: mantener “la jurisdicción de la Fuerza Aérea en el espacio aéreo, la jurisdicción de la Armada en el espacio marítimo y la jurisdicción del Ejército en el espacio terrestre, para evitar así situaciones equívocas”. A las tres de la tarde otro comunicado (No. 3) pidió a la Marina, cuyo bloqueo de la Ciudad Vieja interfería en las actividades portuarias y bancarias generando “una separación más aparente que real en las ff. aa”, contribuir a la normalización del país.89 Lo mismo que le estaba demandando Bordaberry a la Armada.
En la Base Aérea número 1 de Carrasco los aviones de combate estaban dispuestos, con municiones o explosivos. El general Esteban Cristi, oficial de línea dura al frente de la Región Militar No. 1, se dio el gusto de jugar a la guerra desplazando un aparato de blindados y transportes que atronaron las calles para apostarse en formación de batalla en el apacible verdor del Prado, no muy lejos de la sede de la Región y de la residencia presidencial de Suárez. Sus efectivos lucían armados a guerra y en las torretas de los tanques apuntaban ametralladoras abastecidas para disparar. Hacia las 17:00 horas, coincidiendo con la primera ronda de negociaciones con el gobierno, volverían a su punto de partida a imprudente velocidad.90
Por la tarde el alto mando del Ejército que estaba funcionando en oficinas de la Región Militar No. 1, retornó a la sede del comando en la esquina de las calles Paraguay y Soriano. Un nuevo mensaje del arma anunció cerca de las 18:00 horas el nombramiento de Hugo Chiappe Posse en el cargo de “Comandante del Ejército en operaciones”, colmando el vacío dejado por la renuncia de César Martínez y el desconocimiento de Verocay. Era el general de mayor antigüedad entre los sublevados, a cargo de la Región Militar No. 3 y había sido jefe de la Casa Militar presidencial en tiempos de Pacheco Areco. En la lógica de la rebelión —que mezclaba formalidad reglamentaria con desobediencia y pugna entre facciones castrenses— Chiappe no podía ser plenamente comandante en jefe sino solo “en operaciones”, dada la ausencia de un acuerdo ministerial que lo designara. Tampoco había ministro del Interior luego que se conociera la renuncia del pachequista Walter Ravenna, por lo que en la noche un comunicado no menos importante —pues concernía al orden cotidiano— informó que en virtud de que el Instituto Policial era “parte del