Название | Cuando Vips era la mejor librería de la ciudad |
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Автор произведения | Alberto Olmos |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412103465 |
Carta abierta a Andrea Levy
Leída Andrea:
No me sigues en Twitter. Desde hace más de dos meses yo sí te sigo y entro todos los días a ver si has reparado en mi seguidismo; y no. Esto al margen, te digo.
Pues que andaba el otro día por Twitter y, después de comprobar que sigues sin seguirme, vi tu nombre entre las diez cosas que hacen que merezca la pena vivir criticándolas sin fundamento (en inglés se llega antes: Trending Topics). Al principio me alegré; me dije: que se joda, ni siquiera me sigue. Luego pude comprobar que no te linchaban por no corresponder a un escritor como hay tantos, sino por leer libros.
Te habían entrevistado en Zenda, la revista literaria digital que capitanea Pérez-Reverte, y bastó el titular que te pusieron para desenterrar todos los móviles olvidados en las playas y, de paso, agitar la bilis de agosto, normalmente adormecida. Decía el titular, decías tú: «La casa de Bernarda Alba es el libro que me ha hecho reivindicativa y revolucionaria». Estás muy loca, Andrea.
Twitter vio enseguida lo loca que estás y consideró masivamente que tú no podías leer a Lorca, primero, y, segundo, que no podías considerarte a ti misma revolucionaria. Había mil tuits por minuto diciéndote lo primero y otros mil por minuto avisándote de lo segundo. Curiosamente, no leí ningún tuit que resumiera ambas reconvenciones, y eso que era un tuit muy sencillo: «Andrea Levy, tú no puedes ser del PP».
Me permito un desvío para decirte que tú no eres del PP, Andrea. Olvídalo, no nos engañas. Aunque seas del PP, no eres de verdad del PP. Solo trabajas allí. Todos tenemos que comer y mírame a mí en El Confidencial. Cada uno es víctima de sus propias inercias acomodaticias. Yo debería estar en el New York Times Review of Books, pero me quedaba lejos de casa.
Volviendo al tema, yo sí creo que eres una revolucionaria. Si tú no has revolucionado el PP, es que yo no sé nada de revoluciones, es que no se ha hecho una sola revolución en el mundo. Uno repasa la lista de mujeres que han abanderado al PP en las últimas décadas (Esperanza Aguirre, Rita Barberá, Celia Villalobos) y, al toparse contigo, con tu nombre, es como si se rayara el disco de pasodobles, te lo juro. Eres un scratch en un disco de pasodobles, Andrea. Si el scratch revolucionó la música, y si cada veinte minutos Apple o McDonald’s o el PSG revolucionan su sector, tú también puedes echar mano de semejante familia léxica levantisca. No veo a nadie criticando a Apple por revolucionar (sic) nuestra vida todo el tiempo, a nada que le ponen un botón nuevo a su teléfono.
Otro tema es que puedas leer a Lorca y que Lorca pueda servirte de inspiración. Tú mataste a Lorca, Andrea, queda mal que digas ahora que lo lees. Lo mataste a finales del siglo XX, justo un segundo después de hacerte del PP.
Ya sé que es una gilipollez consideraros a todos los del PP asesinos de Lorca, pero es que a la gente auténticamente de izquierdas nos va la revancha con ochenta años de retraso y sin jugarnos nada en ella. Cuando mis amigos de izquierdas y yo quedamos, hasta ganamos la Guerra Civil de lo valientes que somos. No dejamos un solo facha vivo, tía. La cosa además es así: para ser auténticamente de izquierdas no vale con defender unas ideas, tienes que defenderlas además con mucha más intolerancia y brutalidad que los otros que se dicen de izquierdas. Si yo tuiteo que a lo mejor resulta un poco provocador que justamente Lorca te enseñara a ser revolucionaria, quedo como un blando, casi un socialdemócrata, sobre todo comparado con alguien que tuitee: «Esa zorra facha asesina de Lorca que cierre la boca». Este tuit solo puede firmarlo alguien verdaderamente de izquierdas.
Date cuenta también de que, por ser del PP, no eres mujer. En Twitter, los insultos, menosprecios y bromas que te dedicaron, si no fueras del PP, habrían servido como censo de machistas al observatorio de turno. Como eres del PP, qué alegría, qué machismo tan estupendo pudimos disfrutar. Que si no sabes leer, que si careces de comprensión lectora, que si no tienes cerebro. Qué bien poder meterse con una mujer sabiendo que todos creen que me estoy metiendo con un sujeto político asexuado del PP.
Esta es la lista de libros y autores que citas en tu entrevista en Zenda: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry; La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca; La divina comedia, de Dante; Rojo y negro, de Stendhal; Pulp y La senda del perdedor, de Charles Bukowski; John Fante; Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago; Anaïs Nin; El diablo a todas horas, de Donald Ray Pollock; Hilbilly, una elegía rural, de J. D. Vance; Cuentos prohibidos de Corea del Norte; Don Quijote, de Miguel de Cervantes; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; y los Diarios, de Jaime Gil de Biedma. En fin, lecturas básicas que todo el mundo —sobre todo si te insultó en Twitter— domina. ¿Hay alguien que no haya leído los Diarios de Jaime Gil de Biedma? Por desgracia, te faltan Patria y dos o tres Harry Potter para estar al nivel medio del lector en esa red social.
En definitiva, creo que ha quedado claro que solo tienes dos opciones: o dejas de leer tanto libro o dejas de ser del PP. Las dos cosas a la vez no pueden ser, Andrea; no te lo consentimos. Mientras te vas decidiendo, eso sí, disimula y evita lecturas de autores de izquierdas. ¿No ves que la cultura es eso, leer solo lo que me da la razón y desdeñar lo que puede hacerme dudar?
Por el bien de la cultura, no leas.
Un saludo iletrado.
P. D.: Dale al follow.
Cómo dejé de odiar a los argentinos
No es necesariamente incontestable que los argentinos sean la gente más insufrible del planeta. El estereotipo que pinta a los argentinos como engreídos, sofisticados, parlanchines y socialmente rampantes tiene un origen confuso y una perdurabilidad más que asegurada. Pero no sé de dónde viene. He preguntado por ahí y todos citan los flujos migratorios de ida y vuelta como posible causa de su sobrecargada imagen. También me han señalado la justa diferencia que ha de establecerse entre el argentino de Buenos Aires y el argentino del interior. Alguien más me ha comentado que el prejuicio que pesa sobre los argentinos viene simplemente de la observación: son, en efecto, así de agotadores.
Me puse a pensar qué responsabilidad podía tener la literatura en esa visión de los argentinos como gente afectada y muy pagada de sí misma. Lo cierto es que solo me venían a la cabeza nombres de autores que a uno le cuesta mucho imaginarse que pudieran estar callados durante más de cinco minutos. Cortázar como papagayo, Borges como vocinglero, amén de todos esos autores actuales que sin duda ustedes ya tienen en mente.
Además, la obra de cualquier argentino que me venía a la cabeza era siempre una obra primorosa, marginal, selecta, única, desviada, minoritaria, caviaresca. Perdonen la frase argentina en sí misma. Aira, por ejemplo, don César. Piglia, sin duda, don Ricardo. Cuando un autor argentino debuta en España, lo hace siempre con todas las luces puestas, como si por fin pudiéramos los lectores dejarlo estar, esto de la literatura. La literatura era él.
El único vado que se permite a esta literatura tan abusivamente argentina lo representan las autoras, gente como Samanta Schweblin o Selva Almada, que proponen su obra sin ruido alguno, sin esas ristras de latas atadas que parecen arrastrar los libros de sus compatriotas varones.
Mi propio desmantelamiento del estereotipo argentino se inició cuando viajé hace algunos años a Buenos Aires y ha terminado este mismo verano, tras la lectura de Una noche con Sabrina Love, de Pedro Mairal. Estos dos hitos, mediados por algunas otras experiencias y lecturas, han propiciado en mí un gran afecto por los argentinos, entendidos como todo eso que no sabemos de ellos.
Llevo tiempo convenciéndome de que hay una realidad menos imbécil que la nuestra y que está en medio del campo. Traté de explicarlo aquí en un artículo sobre Lo Pagán que nadie en Lo Pagán entendió, lo cual me confirma en mi defensa de Lo Pagán, un sitio impermeable a la ironía. Semanas después de conseguir ser nombrado persona non grata en Lo Pagán me fui a Cedeira, en las Rías Altas de Galicia. Mi novia me ha pedido por favor que no escriba sobre Cedeira, en las Rías Altas de Galicia.
El caso es que me gustan los pueblos porque allí nadie tiene problemas imaginarios, identidades dignas de defensa ni libros de charlatanes como Yuval Noah Harari.
Y estando de pueblos y provincias