Название | El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes |
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Автор произведения | Nina Rose |
Жанр | Языкознание |
Серия | El Castillo de Cristal |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561709218 |
—Rylee está en mi casa, descansando —le había dicho Nan luego de contarle todo lo que había pasado—. Está muy afectada, apenas ha comido y estaba herida; es un milagro de las Diosas que siga con vida.
Ábbaro lloraba por Ewan. No le importaba que Nan lo viera; era como una segunda madre y, como tal, sabía cómo consolarlo. La mujer lo abrazó con fuerza, dejando que se desahogara, absorbiendo su dolor y calmándolo con suaves caricias en el cabello.
—Tenemos que protegerla —le había dicho Nan en cuanto dejó de sollozar—. Rylee no puede quedarse sola ahora. Los rumores de un ataque contra el Rey son cada vez más fuertes y si alguien se entera de su existencia la buscarán para deshacerse de ella. Mi casa es demasiado pública y no podré cuidarla; debe quedarse contigo.
—Si se queda conmigo, estará bajo la amenaza de mis enemigos. Me costó mucho mantenerlos alejados de Ewan y Rylee en estos años y es la razón por la cual ella nunca supo de mi existencia ¿Qué crees que harán si descubren que es mi ahijada? ¿Si se enteran de su linaje?
Nan se quedó callada unos instantes, pensando. Suspiró con fuerza y miró a Ábbaro directamente a los ojos.
—Cóbrale la deuda que te debe Ewan —le dijo con firmeza.
—¿De qué estás hablando, Nan? —contestó Stinge sin entender— Ewan no me debe nada.
—Pues ahora sí. Haremos creer a Rylee que su padre te pidió un préstamo y que ella debe cancelarlo ahora que Ewan no está. La contratarás como tu empleada y la mantendrás trabajando en un lugar donde nadie esperaría que alguien como ella se encuentre. Déjala al cuidado de alguien de tu confianza y vigílala. Cuando termine de pagar ya estará lo suficientemente mayor para comprender la necesidad de protegerla y podrás contarle la verdad.
Y tal cual se había hecho.
Rylee había terminado en el burdel porque Ábbaro había estimado que era el lugar menos probable para buscarla. La había acomodado al lado de Ruby porque sabía que la joven cuidaría de la niña. Y le había cobrado la "deuda" de su padre, aunque todo el dinero que recibía de ella estaba guardado en una cuenta privada a nombre de la muchacha.
El secreto de su conexión y de su familia se había mantenido sellado por años y ahora Ábbaro se arrepentía de no haberle contado la verdad a tiempo. Rylee se había ido buscando la manera de pagar aquella deuda inexistente, con el mismo espíritu aventurero que antaño tuviese su padre. Y él, Ábbaro, no había podido detenerla porque, como le había dicho a Ruby aquella vez, de haberle prohibido irse, la chica hubiese huido de igual forma.
Ahora solo podía esperar que regresara y pedirle perdón a su mejor amigo por haber fallado tan rotundamente con su ahijada. Y rezarles a las Diosas para que la protegieran.
Se levantó de la cama y fue hacia su balcón, desde donde podía ver el burdel. Se prometió a sí mismo que le contaría la verdad a Rylee en cuanto volviera, el secreto que su mejor amigo le había confiado una tarde lluviosa hacía tantos años...
El apellido de mi madre no es Mackenzie. Es Regaris. Ryana Regaris, tía de Jeremiah Regaris, el futuro Rey de Rhive, lo que me hace a mí primo del Rey.
Con el Yuiddhas en el poder, la familia real estaba casi desaparecida. Si alguien se enteraba que Rylee existía, la buscarían ya sea para matarla o...
Diosas, ¿cómo decirle a Rylee que era la única candidata legítima al trono de Rhive?
2
Rylee despertó de su corto sueño bastante entumecida. Por supuesto, estar amarrada de las muñecas no ayudaba demasiado a la circulación o a un buen descanso. Se desperezó, estirándose lo mejor que pudo, tiritando de frío; Ánuk tenía prohibido acercarse a ella, por lo que las cuatro noches que había pasado como prisionera habían sido bastante heladas.
Bebió un poco de agua de su cantimplora, esperando el inminente amanecer. Aquella era una de las dos únicas ocasiones en las que podía salir de la tienda, escoltada por la Comandante, para ir al área improvisada de baños del campamento, lavarse y estirar las piernas un poco. También era la única ocasión en la que podía ver a Ánuk, aunque la loba debía mantenerse lejos de ella.
Puntualmente al alba, la imponente figura de la Comandante entró a su tienda seguida de Gwain. En silencio, el mago desató el nudo mágico y dejó que Crissa la sujetara para levantarla y escoltarla fuera, donde apenas si pudo divisar a su wolfire a la distancia. Seguida como siempre por las miradas de los soldados, fue hacia el área designada como baño, se vació y posteriormente vertió el polvo que Gwain repartía entre los soldados, haciendo que todo rastro de presencia humana se esfumara.
Debía admitir que extrañaba el sistema de alcantarillado de Villethund. Su implementación había sido un avance sorprendente y había ayudado a la ciudad a consolidarse como una moderna metrópoli, todo gracias a Jenko Stinge, el abuelo de Ábbaro. El hombre tenía un ojo de halcón para los negocios, lo que le había ayudado a hacerse rico muy joven; al ver la novedad del alcantarillado decidió invertir en él y el resto era historia. Actualmente, la cadena de tuberías abarcaba todo Villethund y culminaba en una planta de tratamiento, donde era purificada para su reutilización gracias a los aportes de Especialistas en Pociones que trabajaban codo a codo con los Stinge y dos o tres familias importantes de la región, quienes controlaban buena parte de los negocios del área sur del reino.
Pensando en lo mucho que extrañaba además darse un buen baño, volvió con la Comandante, se lavó y regresó nuevamente a la tienda, donde el mago volvió a amarrarla.
Rutina.
Se sentía un poco agotada, pero estaba cumpliendo su castigo en silencio. Francamente había esperado un recibimiento y un trato mucho peor, pero, al parecer, gracias al hecho de que había regresado y devuelto el cristal, el General había tenido consideración por ella.
En cuanto había regresado, supo que las cosas ya no serían igual, aunque eso era más que obvio. Lo primero fue el cómo había atravesado el escudo protector del campamento.
Los soldados habían presionado sus manos contra la barrera, identificándose para que la magia los reconociese y les cediera el paso. Finalmente, la Comandante había hecho lo mismo; pero cuando Rylee se disponía a identificarse, como lo había hecho ya tras volver de su misión con Baven, Crissa la había detenido.
—La barrera ya no te reconoce como miembro del ejército —espetó; y poniendo la mano sobre el escudo agregó—. Traigo a Rylee Mackenzie y Ánuk, prisioneras del ejército.
Solo entonces había podido pasar. Siendo prisioneras, la barrera les impediría tanto a ella como a su loba escapar de nuevo.
El hecho le había dolido, pero ¿qué esperaba, realmente? Había traicionado al ejército y la habían salido a buscar como una prófuga; era más que claro que no regresaría en la misma calidad en la que había vivido durante el último mes.
Al ingresar, los soldados habían demostrado toda su ira contra ella. No le habían gritado, ni lanzado cosas, ni la habían amenazado tampoco, pero a Rylee le había bastado verlos para sentirse atacada. La juzgaban con ojos rencorosos, dolidos y furiosos y la humillaban con la indiferencia y la frialdad; casi prefería haber recibido estiércol de caballo en la cara. Se sintió indefensa y le costó mucho adoptar una actitud apropiada, ya que no quería parecer débil, pero tampoco orgullosa; no sabía cómo se había visto al final, pero esperaba no haber empeorado las cosas.
En cuanto había llegado frente al General, la sensación de inferioridad había empeorado. Ver a Cahalos estático, silencioso y distante fue un golpe duro en sus emociones; ver