Название | La Larga Marcha |
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Автор произведения | Edgar Snow |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789874039408 |
”Mi madre era una mujer gentil, generosa y compasiva, y siempre dispuesta a compartir lo que tenía. Tenía compasión por los pobres y a menudo les daba arroz cuando venían a pedirlo durante las hambrunas. Pero no podía hacerlo cuando estaba mi padre: él no estaba de acuerdo con la caridad. Teníamos muchas peleas en casa por esta cuestión.
”Había dos ‘partidos’ en la familia: uno era mi padre, el poder dominante, y la oposición estaba formada por mi madre, mi hermano y yo, y a veces incluso el peón. Sin embargo, había diferencia de opiniones en el ‘frente unido’ de la oposición. Mi madre abogaba por una política de ataque indirecto, ya que criticaba toda muestra explícita de emoción y los intentos de rebelión manifiesta contra el poder dominante. Ella decía que esta no era la usanza china.
”Pero a los trece años descubrí un poderoso argumento para debatir con mi padre en su propio terreno: citar a los Clásicos. Las acusaciones favoritas de mi padre contra mí eran que me comportaba como un hijo ingrato y que era perezoso. Entonces yo citaba pasajes de los Clásicos que decían que los mayores deben ser amables y afectuosos. A su acusación de que era perezoso le oponía el argumento de que las personas de más edad deben hacer más tareas que las más jóvenes, que mi padre tenía el triple de edad que yo y que, por lo tanto, debía trabajar más. Y decía que cuando tuviera su edad yo tendría mucha más energía.
”El viejo continuó ‘amasando fortuna’ o lo que se consideraba una gran fortuna en esa pequeña aldea. No compró más tierras sino que compró muchas hipotecas sobre las tierras de otras personas. Su capital aumentó a dos o tres mil dólares chinos. 6
”Mi insatisfacción crecía. La lucha dialéctica en nuestra familia aumentaba más y más.7 Recuerdo especialmente un incidente: cuando tenía alrededor de trece años mi padre invitó a muchas personas a su casa y mientras estaban presentes, surgió una disputa entre él y yo. Mi padre me acusó de perezoso e inútil ante todo el grupo. Esto me enfureció. Le dije algunos improperios y me fui de la casa. Mi madre corrió detrás de mí y trató de convencerme de que volviera. Mi padre también me persiguió, diciendo improperios a la vez que me ordenaba que volviera. Llegué al borde del estanque y amenacé con arrojarme al agua si se acercaba. En esta situación, se presentaron demandas y contrademandas para el cese de la guerra civil. Mi padre insistió en que me disculpara y que kuo-tuo 8como señal de sumisión. Acepté hacer kuo-tuo con una rodilla si me prometía que no me golpearía. De esa manera la guerra terminó y a partir de allí aprendí que cuando defendía mis derechos mediante una rebelión manifiesta, mi padre cedía, pero cuando era sumiso y dócil, él maldecía y me golpeaba más.
”Al reflexionar sobre esto, pienso que al final la severidad de mi padre lo derrotó. Aprendí a odiarlo y creamos un frente realmente unido en su contra. Al mismo tiempo, esto probablemente me benefició ya que me hizo más diligente en mi trabajo y más cuidadoso al llevar los libros para que no tuviera motivos para criticarme.
”Mi padre había ido dos años a la escuela y podía leer lo suficiente como para llevar los libros. Mi madre era completamente analfabeta. Ambos provenían de familias de campesinos. Yo era el ‘erudito’ de la familia. Conocía a los Clásicos, pero no me gustaban. Lo que disfrutaba eran las novelas de la vieja China y especialmente las historias de rebeliones. Leí las Yo Fei Chuan (las Crónicas de Yo Fei), Shui Hu Chuan (El borde del agua), Fan Tang (La rebelión contra los Tang), San Kuo (los Tres reinos) y Hsi Yu Chi (Viajes en el oeste, la historia del casi legendario peregrinaje a India de Hsuan Tsang en el siglo vII) mientras aún era muy joven y a pesar de la vigilancia de mi viejo maestro que detestaba estos libros prohibidos y los consideraba nocivos. Solía leerlos en la escuela y los cubría con uno de los Clásicos cuando pasaba el maestro a mi lado. Lo mismo hacían la mayoría de mis condiscípulos. Aprendimos muchas de las historias casi de memoria y las analizábamos una y otra vez. Sabíamos más sobre ellas que los ancianos de la aldea que también las amaban y solían intercambiar historias con nosotros. Creo que quizás esos libros me influyeron mucho, leídos a una edad en que uno es impresionable.
”Finalmente dejé la escuela primaria cuando tenía trece años y comencé a trabajar muchas horas en la finca ayudando al peón contratado, haciendo el trabajo completo de un hombre durante el día y, a la noche, llevando los libros para mi padre. No obstante, pude continuar con mis lecturas y me devoraba todo lo que podía encontrar, excepto los Clásicos. Esto disgustaba a mi padre que deseaba que yo los dominara, especialmente después de que perdiera un juicio debido a que su oponente hiciera una cita acertada de los Clásicos en los tribunales. Yo solía cubrir la ventana de mi habitación tarde a la noche para que mi padre no pudiera ver la luz. De esta forma leí un libro llamado Sheng-shih Wei-yen (Palabras de advertencia), 9 que me gustó muchísimo. El autor, uno de los viejos eruditos reformistas, pensaba que la debilidad de China estaba en la falta de artefactos occidentales –trenes, teléfonos, telégrafos y barcos a vapor– y deseaba que ingresaran al país. Mi padre consideraba que esos libros eran una pérdida de tiempo. Quería que yo leyera algo práctico, como los Clásicos, que lo ayudarían a ganar juicios.
”Seguí leyendo viejas novelas y cuentos de la literatura china. Un día se me ocurrió que había algo peculiar en esas historias y era la ausencia de campesinos que cultivaran la tierra. Todos los personajes eran guerreros, oficiales o eruditos, nunca había un héroe campesino. Pensé en esto durante dos años y luego analicé el contenido de las historias. Descubrí que todas glorificaban a los hombres de armas, a los gobernantes del pueblo, que no tenían que trabajar la tierra porque la poseían y controlaban, y evidentemente hacían que los campesinos trabajaran para ellos.
”Mi padre era en su juventud, y a su mediana edad, un escéptico, pero mi madre veneraba devotamente a Buda. Ella le dio a sus hijos educación religiosa y todos nos entristecíamos porque nuestro padre no era creyente. Cuando tenía nueve años, hablé seriamente con mi madre del problema de la falta de devoción religiosa de mi padre. Hicimos, entonces y más tarde, muchos intentos de convertirlo, pero no tuvimos éxito. Él solamente nos maldecía y nosotros, abrumados por sus ataques, nos retirábamos para elaborar nuevos planes. Pero él no tenía nada que ver con los dioses.
”Sin embargo, mis lecturas gradualmente me influyeron y yo mismo me volví cada vez más escéptico. Mi madre comenzó a preocuparse por mí y me retaba por mi indiferencia ante las demandas de la fe, pero mi padre no hacía comentarios. Luego, un día él salió del camino para cobrar un dinero y se encontró con un tigre. El tigre se sorprendió con el encuentro y huyó de inmediato, pero mi padre estaba aún más asombrado y después del episodio reflexionó mucho sobre su escape milagroso. Empezó a preguntarse si no habría ofendido a los dioses. Desde ese momento mostró más respeto por el budismo y quemaba incienso de vez en cuando. No obstante cuando aumentó mi alejamiento de la religión, el viejo no interfirió. El le rezaba a los dioses únicamente cuando estaba en dificultades.
”Sheng-shih Wei-yen (Palabras de advertencia) estimuló en mí el deseo de reanudar mis estudios, ya que también me disgustaba cada vez más mi trabajo en la granja. Mi padre naturalmente se opuso. Discutimos y finalmente huí de casa. Fui a la casa de un estudiante de derecho desempleado y allí estudié durante medio año. Después de eso, estudié más a los Clásicos con un viejo erudito chino y también leí muchos artículos contemporáneos y algunos libros.
”En ese momento se produjo un incidente en Hunan que influyó toda mi vida: afuera de la pequeña escuela china en la que estudiaba, nosotros los estudiantes vimos a muchos comerciantes de legumbres que volvían de Changsha y les preguntamos por qué se iban todos. Nos contaron sobre la gran revuelta en la ciudad.
”Había habido una tremenda hambruna ese año y en Changsha, miles no tenían alimentos. Los hambrientos enviaron una delegación al gobernador civil para pedirle socorro, pero les respondió con arrogancia: ‘¿Por qué no tienen comida? hay mucha en la ciudad. Siempre tengo todo lo que necesito.’ Cuando la gente