Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador. Susana Cordero de Espinosa

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Название Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador
Автор произведения Susana Cordero de Espinosa
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789978775240



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“el Inspector les habló malamente a los muchachos”, esto es, que el Inspector reprendió a los estudiantes, es frase en la cual el verbo hablar tiene origen en el quichua. En efecto, rimana tiene dos acepciones, la primera, al igual que en español es ‘la acción de expresar por medio de palabras para comunicarse’ y en la segunda significación, la de ‘reprender, regañar’. Quichuismos de uso corriente en el habla familiar son las interjecciones achachay, añañay, atatay, ayáu y otras más de uso habitual. Chaquiñán, guambra, ñaño, runa son cuatro ejemplos de voces quichuas corrientes en nuestra habla.

      En cuanto a los anglicismos, la doctora Cordero bien hace en incluir en la páginas de su utilísima obra unos cuantos. En la publicidad, la televisión, los deportes, el turismo, acaso también a trechos, en el habla juvenil, el anglicismo invasor se encuentra presente ya escrito, como también en la expresión oral. Y aquí, nuestra autora señala el barbarismo, con la enseñanza de la correspondiente corrección.

      El Diccionario, tal como dice su título, tiene la virtud de referirse al habla ecuatoriana. Resaltan en él las peculiaridades regionales del medio, esto es, la descripción del fenómeno lingüístico que bien reconoce la ciencia del lenguaje como un hecho normal en cualquier idioma. Tal es, como ejemplo característico en el habla estándar, el uso del gerundio en construcciones “a la ecuatoriana”. La docta autora señala con riqueza de ejemplos la ocurrencia de giros regionales y si es necesario, para bien de la corrección, una línea orientadora con la enmienda apropiada.

      Frente a lo que puede pensarse respecto del rigor gramatical, bien hace la autora del Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador en su afán por corregir lo imperfecto, lo vicioso, tanto de la expresión oral como de la escritura; tal rigor o freno, repito, no lleva por motivo alguno hacia la inmovilidad del idioma nacida de mala directriz purificadora. Queda en sus enseñanzas, sana y fuerte la vitalidad del idioma con los recursos ágiles que el hablante culto imprime a la lengua. No hay duda, la bibliografía lingüística del Ecuador se ha enriquecido de verdad con el Diccionario de la Académica de Número Doña Susana Cordero de Espinosa. Es obra didáctica de positivo valor.

      13 de septiembre de 2004

      La pluma, lengua del alma

      Miguel de Cervantes Saavedra

      Ninguna larga explanación del sentido de este diccionario o de su voluntad de ser útil; ninguna reflexión desde fuera de él, intentada por mí que lo he “vivido” desde dentro, dará de este trabajo una explicación satisfactoria ni justificará su existencia, como la lectura de uno de sus artículos más cortos y las certezas que de ella obtenga, o no, el lector inquieto. Por tanto, en cierta manera, huelga esta presentación.

      Sin embargo, en atención al uso, he de decir algo sobre él.

      Diccionario del uso correcto... Bien sabemos, pensará algún lector alerta, que lo propiamente correcto o incorrecto en la lengua lo es, raramente, de manera absoluta. El único valor absoluto del idioma es su comunicabilidad. La jerga, el argot, el silencio serán a menudo más vigorosamente comunicativos y cumplirán mejor sus fines que un largo discurso repleto de saber teórico. Pero la jerga, el empleo de términos o expresiones solo comprensibles en determinados ámbitos y aun una más extensa habla local o regional nos alejan de la enorme riqueza de la universalidad del español, cuando no la contradicen. El habla coloquial, plena de matices afectivos, solo es vehículo de universalidad si no excluye de sí el universo. Aquel para cuya comunicación basta un millar de palabras y estas, mal pronunciadas y peor escritas, no tendrá, por desgracia, un destino realmente humano sobre la Tierra.

      Así creo sintetizar el último sentido de este libro, que no sabré, en buena ley, cumplido, hasta que los lectores me devuelvan con su uso y sus comentarios, la experiencia recogida en él. Espero, pues, del lector ecuatoriano a quien mi quehacer está dedicado, la continuación, no la imposible culminación de este trabajo. Nuestras carencias, las lecturas a que asistimos cotidianamente; nuestros medios de comunicación con su bagaje de saber y de ignorancia han alimentado el léxico registrado en él, resultado de un largo y sistemático ejercicio de observación y estudio de la lengua hablada y escrita en el Ecuador, con énfasis en los errores que se cometen en los diferentes ámbitos del habla cotidiana. La prensa nacional, con escasas excepciones, es espejo de errores idiomáticos que, dilatándose en el tiempo y el espacio se van imponiendo insensiblemente hasta impedir la correcta expresión oral y escrita, no solo de nuestro hablante y escribiente medio, sino incluso la de nuestros buenos lectores y escritores. En la patria carecemos de un texto que provea de respuestas válidas, rápidas y eficaces a nuestras dudas sobre el uso ecuatoriano; que dé una visión objetiva y normativa de la lengua correcta.

      Sin ser un diccionario de uso, pues registra el vocabulario usual del español ecuatoriano delimitándolo con los muy sospechosos calificativos de ‘correcto’ o ‘incorrecto’, es un libro en el cual el hablante, el escritor podrán encontrar respuestas a muchas de sus inquietudes sobre lo que debe decirse y escribirse, o no, y sobre cómo deben emplearse ciertos términos, desde el punto de vista del español estándar que permite comunicarse entre sí, es decir, reconocerse, a más de quinientos millones de hablantes de esta luminosa lengua, repartidos en veintitrés países en el mundo.

      He aquí, a manera de ejemplo, parte del artículo dedicado al lema ‘a’:

      a. ... 14. e) No confunda a ser con hacer: Se dirá Voy a ser candidato, no, obviamente: Voy hacer candidato. Aunque parezca imposible esta confusión, he aquí un ejemplo periodístico, tomado del pie de foto de un conocido diario: “Mario Pagual, vendedor de almohadas: ‘Los ecuatorianos somos chéveres, cómo más vamos hacer, mejor que otros países”. Las palabras de Pagual fueron incorrectamente transcritas: Él dijo, en su habla coloquial: ‘... Cómo más vamos a ser’, pero el periodista al transcribir, cometió semejante dislate.

      Como se ve, tampoco es, el nuestro, un diccionario lexicológico, ni aporta graves y sesudas disquisiciones gramaticales que habrían exigido otro espacio y, muy probablemente, otro público lector. Busca respuestas inmediatas a las dudas que se elevan desde nuestras lecturas o desde nuestra propia urgencia por expresarnos mejor; recoge, tanto términos pertenecientes al español estándar, como los ecuatorianismos ya registrados en el DLE o aquellos que, aun no estando registrados, tienen vigencia real en nuestra habla, siempre que en el ámbito de uso del español ecuatoriano, la semántica, la ortografía, la prosodia, la morfología o la sintaxis, el régimen, en fin, de cada término generen dudas respecto de lo que se considera correcto o incorrecto en el registro del habla culta. Se encontrarán sobre el término que urge al lector, algunas de las respuestas posibles a sus inquisiciones. He aquí un ejemplo, con ‘lema’ que no se halla en ningún otro léxico:

      habemos. Esta forma, de uso relativamente frecuente, es un vulgarismo inaceptable. El verbo haber como principal se usa siempre en singular: No se dirá: Habemos veinte alumnos en esta clase, sino Hay veinte alumnos. Estamos veinte. Somos veinte, etc. Si la persona que habla quiere incluirse entre las que nombra, en vez de Habemos personas..., deberá decir: Existimos personas que... Estamos aquí personas que... Lo mismo, respecto de hubimos, habíamos, habremos, etc. Se dirá: hubo, había, habrá, o estuvimos, estábamos, estaremos, fuimos, éramos, seremos: Estuvimos veinte amigos juntos o, más simplemente: Hubo veinte amigos.... etc. (V. Verbos, haber).

      No es un diccionario de dudas, aunque ha sido trabajado, en parte, desde el modelo del magnífico Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de don Manuel Seco; y no lo es, porque, más que las dudas que el uso del español genera en cualquiera de sus hablantes, ha tenido como punto de partida los errores concretos a que asistimos lectores y oyentes del español ecuatoriano. Tampoco es un diccionario contrastivo: no pretende comparar el uso peninsular, ni el español de ninguno de los países del área hispanoamericana con el español ecuatoriano, sino dirigir este último para que, sin detrimento de la riqueza y comunicabilidad del habla, nuestro español se enriquezca, se encuentre a salvo y mantenga su unidad. Sin embargo, es de notar, en muchos de los artículos que recogen ecuatorianismos, la presencia de estos mismos términos en otros países del área hispanoamericana, que siempre