La Palabra del Señor. Pedro Alurralde

Читать онлайн.
Название La Palabra del Señor
Автор произведения Pedro Alurralde
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789874792310



Скачать книгу

Diálogo ascético, 1 (trad. de P. Argárate).

      ASCENSIÓN DEL SEÑOR

       «En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”» Mt 28,16-20

      ~ ° ~

      UN FINAL QUE ES UN PRINCIPIO

      El texto que acabamos de leer corresponde al final del evangelio de Mateo, con una sucesión de mensajes trascendentes: la aparición a los Once; la postración de ellos, todavía incrédulos, ante el Resucitado; la misión universal de evangelizar y dispensar los sacramentos; y finalmente, la garantía de la presencia y permanencia del Señor Resucitado a través del tiempo y la distancia.

      En la vida humana se producen necesarios cortes y separaciones -¡vivimos despidiéndonos!- muchas veces dolorosas, que llevan al hombre a madurar y a terminar con dependencias especialmente afectivas; todo en vista al crecimiento armonioso y pleno de las personalidad.

      Con la Ascensión del Señor ocurre algo semejante. Los discípulos habían compartido sus historias contrastantes, con la historia subyugante del Maestro de Nazaret. Pero ahora con su resurrección, se establecería en cierto sentido una solución de continuidad, una nueva etapa del crecimiento en la fe.

      El regreso de Jesús al seno del Padre: “Salí del Padre y vuelvo al Padre”, conducirá a los apóstoles y también a nosotros, a entrar en contacto con el Cristo de la Pascua, a través de la comunión con su palabra, con sus sacramentos y con los hombres, a quienes somos enviados; todo esto activado y sellado por la presencia del Espíritu.

      La fe del cristiano no puede limitarse a un pasado histórico, entreverado de nostalgias y sentimientos. A todos nos llegará la hora de pasar como diría San Pablo, de la leche: alimento de lactantes, al alimento sólido de los adultos. Nos encontramos, por tanto, ante ¡un final que es un principio!

      24. San León Magno, Segunda homilía sobre la Ascensión del Señor, 74,3 (Sources Chrétiennes 74bis, Paris, Eds. du Cerf, 1976, pp. 280-281).

      DOMINGO DE PENTECOSTÉS

       «Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”.

       Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”» Jn 20,19-23.

      ~ ° ~

      «Es necesario comprender que el Espíritu Santo es aquel por quien el amor ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5,5). Pues bien, dado que el amor debía reunir a la Iglesia de Dios por todo el universo, el don de hablar todas las lenguas, que entonces se otorgaba a un solo hombre, receptor del Espíritu Santo, se da a la Iglesia entera, que, reunida por el Espíritu Santo, habla ahora todas las lenguas. De ahí que, si se pregunta a uno de nosotros: “Tú has recibido el Espíritu Santo, ¿por qué, pues, no hablas todas las lenguas?”, deberá responder: “Es verdad que hablo todas las lenguas, puesto que yo formo parte del cuerpo de Cristo, la Iglesia, que habla todas las lenguas”. Y efectivamente, ¿qué otra cosa ha querido Dios darnos a entender con la presencia de su Espíritu Santo, sino a su Iglesia destinada a hablar todas las lenguas?...

      EL BESO DE FUEGO

      Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo es claramente Alguien; es una persona, y esa Persona es la tercera de la Santísima Trinidad.

      En la solemnidad de Pentecostés, el soplo del Espíritu ocupa el papel protagónico. Con rumor de aguas vivas, agita el agua bautismal depositada en la cisterna de nuestros corazones. Saciando así, la sed de oración que sentimos los que, sabiéndonos hijos en el Hijo, necesitamos invocar a Dios como Padre.

      Los hombres solemos olvidar fácilmente las enseñanzas evangélicas recibidas, y nos cuesta testimoniarlas con la homilía de nuestras vidas. El Espíritu de la Verdad, comportándose como la memoria activa de Dios, viene en nuestra ayuda para curar nuestros olvidos.

      La perfección de la ley de Cristo es el amor. Por esta razón, los monjes de la antigüedad, insistían en que para llegar a ser plenamente monje, había que convertirse en fuego, como la zarza ardiente de Moisés.

      El Espíritu Santo es el Amor convertido en un beso espiritual de fuego. Él nos impulsa a los cristianos, en todo momento y desde cada vocación, a colaborar activamente en la anhelada construcción de la civilización del amor.

      “Espíritu por el que he conocido a Dios, tú eres Dios y me haces Dios; ven, a suscitar nuestra oración” (Gregorio Nacianceno).

      25. Fulgencio de Ruspe, Sermón sobre Pentecostés, 2-3; PL 65,743-744 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, H 2).

      SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

       «En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

       Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”» Jn 3,16-18

      ~ ° ~

      «Cuando tomamos la resolución de dar a conocer la divinidad -a la que los mismos seres celestiales no pueden adorar como se merece-, o