La Palabra del Señor. Pedro Alurralde

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Название La Palabra del Señor
Автор произведения Pedro Alurralde
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789874792310



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      El tema de la falta de compromiso, está bien reflejado en la persona de Pilatos. A menudo, nuestra búsqueda de la verdad se reduce a una aséptica especulación filosófica o ideológica. Y olvidamos que la Verdad tiene un Nombre, y es el de Cristo. Esa Verdad es la única que nos hará plenamente libres; y cada uno de los cristianos somos portadores de un fragmento de ella.

      El tema del Servidor Sufriente, alcanza su sentido pleno en el árbol de la Cruz de Luz. El poder y la gloria que irradia el misterio pascual, está enraizado en el vaciamiento y en el anonadamiento de Jesús, que vino a servir y no a servirse de los demás. Por eso, los cristianos tendríamos que interrogarnos acerca de nuestra vocación de servicio. ¿Podríamos afirmar con convicción y de verdad, que es “porque servimos que existimos”?

      16. Nicetas de Remesiana, Instrucción a los competentes. Sobre el Símbolo (trad. en: Nicetas de Remesiana. Catecumenado de Adultos, Madrid, 1992, pp. 83 ss. [Biblioteca de Patrística, 16]).

       PASCUA

      VIGILIA PASCUAL

       «Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y se quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán’. Esto es lo que tenía que decirles”. Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

       De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”» Mt 28,1-10

      ~ ° ~

      «Atravesado de un lado a otro, Cristo derrama agua y sangre.

      La sangre es la victoria del martirio; el agua es el bautismo.

      Los ladrones crucificados junto a Él a uno y otro lado están en desacuerdo:

      uno niega que Cristo sea Dios, el otro recibe la corona.

      A Cristo no le retuvo la piedra ni la concavidad del sepulcro.

      Él venció la muerte y pisoteó el infierno.

      Llevó al cielo a los justos que allí había

      y dio a probar la verdad de su resurrección al tacto y a los ojos de muchos.

      Cristo sube de nuevo al Padre desde la cima del monte de los Olivos,

      dejando en la tierra las huellas de la paz;

      del eterno follaje destila un líquido untuoso,

      “¿VENDRÁ O NO A LA FIESTA?” (Jn 11,56)

      Esta pregunta podemos repetírnosla en este siglo y en este milenio.

      ¿Valdrá la pena que hayamos preparado una vez más la celebración de la Pascua de Resurrección? ¿No quedaremos frustrados en nuestras expectativas?

      La humanidad está cansada de esperar contra toda esperanza. ¿Acaso no resultaría mejor aprovechar los días de la Semana Santa, para planear unas buenas vacaciones; distraernos y divertirnos con algo más gratificante?

      Visto desde nuestro punto de vista, hasta podría resultar comprensible. Pero no desde la óptica de un Dios defensor de las causas perdidas. Él nos garantiza por la fe en la resurrección de su Hijo, que todo ha de terminar bien en nuestras vidas; siempre que aceptemos que él tendrá la última palabra en la historia de los hombres; y que esta palabra será de salvación.

      Por eso, los cristianos seguimos celebrando la fiesta de la Vida, convertida en nuestra común esperanza de gloria. Y como gesto de gratitud por el triunfo de Cristo sobre la muerte, le cantamos a corazón abierto el Aleluya pascual, porque nos ha devuelto la alegría de la salvación.

      Inmersos como estamos en una verdadera cultura de la muerte, que niega otra vida más allá del horizonte; Cristo, con su resurrección, viene una vez más a recordarnos que: “¡Tú no puedes morir!”.

      Y esta Vida, recibida gratuitamente desde el momento del bautismo, nosotros debemos ser capaces de irradiarla a nuestros hermanos, repitiéndoles con s. Pablo: “¡Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos!”.

      17. Aurelio Prudencio, Dittochaeum (“doble alimento”), 42-44.

      DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

       «El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

       Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos» Jn, 20,1-9

      ~ ° ~

      «El Hijo de Dios asumió al hombre, y en el hombre padeció todo lo humano. Esta medicina de los hombres es tan grande, que no podemos ni imaginarla. Porque ¿qué soberbia puede sanarse, si con la humildad del Hijo de Dios no se sana? ¿Qué avaricia podrá curarse si con la pobreza del Hijo de Dios no se cura? ¿Qué enojo puede curarse, si con la paciencia del Hijo de Dios no se cura? ¿Qué impiedad podrá curarse si con la caridad del Hijo de Dios no se cura? Finalmente, ¿qué debilidad podrá remediarse, si con la resurrección del cuerpo de Cristo Señor no se remedia?

      Levante su esperanza el género humano, y reconozca la dignidad de su naturaleza; vea el lugar que ocupa en las obras de Dios.

      No se desprecien a ustedes mismos, varones; el Hijo de Dios se hizo varón. No se desprecien a ustedes mismas, mujeres; el Hijo de Dios nació de mujer. Pero no amen lo carnal; porque en el Hijo de Dios no somos ni varones ni mujeres. No quieran amar lo temporal, porque si fuese bueno amarlo, lo hubiera amado el hombre asumido por el Hijo de Dios. No teman las afrentas, la cruz y la muerte: si dañasen al hombre, no las hubiera padecido el hombre asumido por el Hijo de Dios...

      Si nos estimamos en mucho, dignémonos imitar a aquel que se llama Hijo del Altísimo; si nos estimamos en poco, osemos imitar a los publicanos y pecadores que le imitaron a Él. ¡Oh medicina que sirve para todo, que reduce todos los tumores, purifica todas las infecciones, corta todo lo superfluo, conserva todo lo necesario, repara todo lo perdido, corrige todo lo depravado!