Название | Locos por volar |
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Автор произведения | Melanie Scherencel Bockmann |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877982978 |
El viento le silbaba en los oídos mientras se ajustaba el paracaídas y buscaba frenéticamente el cordón de apertura. El paracaídas se abrió y lo hizo subir bruscamente en el aire, para seguir balanceándose y aterrizar lentamente en el suelo de la selva. En ese mismo momento, el avión se detuvo y cayó en picada entre los árboles. Cuando se asentó el confeti de hojas trituradas y tierra, Gaby vio los escombros e hizo una mueca. El Cesna 185 no tenía arreglo, y el secuestrador había perecido. Gaby debía encontrar la manera de sobrevivir solo en la selva.
–Espera un minuto. No quiero perecer –se quejó Tim–. Quiero seguir jugando.
Gaby suspiró y sacudió la cabeza.
Milagrosamente, el secuestrador sobrevivió al accidente aéreo, y continuó poniendo a prueba la paciencia del valiente piloto misionero. Gaby intentó liberarse del enredo del paracaídas, pero no tuvo éxito. Su captor emergió de los escombros y se paró frente a él.
–Pensaste que podías escapar, ¿cierto?
El rebelde lanzó una terrible carcajada.
–Bueno, piloto misionero, incluso si hubieras sobrevivido y yo no, no podrías resistir al ataque de las serpientes venenosas y los animales salvajes de la selva peruana.
Sin advertencia alguna, otros rebeldes más pequeños emergieron del monte y atacaron a Gaby. Él yacía indefenso, a merced de ellos.
–¡Ey! Esto no es justo –dijo Gaby, sacándose de encima a Tim; a su hermanito menor, Cris; y a su hermanita bebé, Lara, mientras ellos reían y le hacían cosquillas con sus dedos–. Yo soy solo uno, y ustedes son tres.
No había caso. Los rebeldes nativos lo dominaron con tácticas de tortura, y pronto lo dejaron cautivo en una celda de bambú mientras ellos celebraban su captura. Gaby los observaba sin miedo alguno desde el interior de la celda improvisada, seguro de que esto era parte del plan de Dios para convertir a los rebeldes en soldados del Reino de la Luz.
La princesa guerrera de la tribu salió de su choza.
–¿Tienes hambre? –indagó.
Su voz era tan amable.
–¿Qué? –preguntó Gaby.
–Dije: “¿Tienes hambre?” –repitió la mamá–. Sal de debajo de la mesa ratona y lávate las manos para la cena.
–Noooo, mami, todavía no –se quejó Tim–. Cris, Lara y yo todavía no nos convertimos.
–Discúlpame –dijo la mamá levantando a Cris en sus brazos y haciéndole cosquillas debajo de los brazos–. La princesa guerrera de la tribu ha hablado. Nada de comportamiento incivilizado esta noche. Y apreciaría mucho que alguno de ustedes, por favor, rescatara mis sillas del comedor de los escombros del avión en la sala de estar y las trajera a la mesa.
–¿Podemos seguir jugando después de la cena? –rogó Tim a Gaby.
Sus ojos brillaban de la emoción mientras arrastraba su silla hasta el comedor.
–La próxima vez, ¿puedo ser yo el piloto misionero, y tú, Lara y Cris los rebeldes?
–Veremos –dijo Gaby mientras le desacomodaba el cabello a Tim con cariño–. Pero ve a lavarte las manos para la cena.
Justo entonces, el papá entró por la puerta del frente.
–Huele muy bien aquí –dijo, levantando en sus brazos a Lara y dándole un besito a la mamá–. ¿Se divirtieron en su primer día de vacaciones de verano?
–Sí –Gaby se encogió de hombros mientras acercaba su silla hasta la mesa del comedor–. Si te parece que ser secuestrado por rebeldes nativos, tirarte en paracaídas para escapar y chocar tu avión en la selva es divertido.
Miró al otro lado de la mesa, a Tim, y le hizo una mueca graciosa.
–Ah, veo que has estado entreteniendo a tus hermanitos y a tu hermanita para ayudar a mamá otra vez –dijo el papá conteniendo la risa–. Nunca se cansan de jugar al piloto misionero con su hermano mayor, ¿no es así?
Gaby sacudió la cabeza con una sonrisa, acercó su silla a la mesa y se sacó la gorra para orar.
La mamá aseguró a Lara a su silla alta, y luego se sentó a la mesa con todos los demás. El papá sonrió y le guiñó el ojo. Entonces, la tomó de la mano e inclinó la cabeza para bendecir los alimentos.
–Hablando de pilotos misioneros, hoy recibí una carta –dijo el papá cuando terminó la oración.
Se sirvió un poco de guiso de arroz, y se lo pasó a Gaby.
–¿Recuerdan los amigos de mamá y míos que son misioneros en Perú? Nos enviaron otra carta. Se las leeré durante el culto vespertino hoy.
–Ah, Gaby –agregó–, también llegó algo para ti.
Gaby tragó un bocado de ensalada.
–¿Para mí? ¿Qué es?
–Es esa revista de vuelo que pediste. Se ve genial, y hasta tiene una guía para construir un avión, con todo tipo de especificaciones y materiales.
Gaby sabía que tenía que comer un poco más de su cena para satisfacer a su mamá antes de poder mirar la revista. Terminó tan rápido como pudo, y luego hizo un bollo con su servilleta antes de levantar su plato y su vaso vacíos.
–Papá, ¿dónde está la revista? –preguntó Gaby mientras enjuagaba su plato en la pileta de la cocina.
–Está en la mesa ratona –dijo el papá limpiándose la boca–. Muchachos, ¿practicaron con sus trompetas hoy?
–Por media hora –respondió Gaby, tomando su nueva revista y dirigiéndose a su dormitorio.
“Esto es increíble”, pensó Gaby. Estaba desparramado en su cama, con los pies colgando del borde mientras miraba los aviones que se mostraban. Cada imagen tenía una vista completa, y una transversal para que se pudiera ver el interior de los aviones. Hojeó las páginas hasta que llegó a la imagen de una aeronave Super Cub amarilla. Boquiabierto, Gaby contempló sus hermosas y elegantes líneas, y su borde negro.
–La leyenda vive –susurró Gaby, pensando en las imágenes de su enciclopedia de aeronaves–. Oh... aquí hay una a la venta que se ve prácticamente como nueva.
Sería la avioneta perfecta para un piloto misionero: la cantidad adecuada de espacio para cargamento, y dos asientos: uno para él y otro para su mejor amigo, Marcos. No es veloz, pero sí liviana y ágil. Tiene un compartimento completamente cerrado para el motor y un motor poderoso para despegues y aterrizajes cortos. Tenía que ser lo más asombroso que había visto alguna vez. Tomó el teléfono y llamó a Marcos.
–Hola...
–Hola. Soy yo –dijo Gaby, apenas Marcos pronunció alguna palabra–. ¡Adivina qué me llegó por correo hoy!
–¿Un elefante? –intentó adivinar Marcos irónicamente.
–No, mejor –se rio Gaby–. Es esta revista que había estado esperando. Te la mostraré mañana. Tienes que venir a ver esto.
–Está bien –Marcos sonaba desalentado–. Pero tengo que ordenar mi dormitorio primero.
–¿Por qué? –se quejó Gaby–. Es el primer día de las vacaciones de verano.
–Lo sé –suspiró Marcos–, pero mamá me dijo que no se acuerda de qué color es la alfombra por todas las cosas que están tiradas. Dice que soy un prisionero hasta que mi dormitorio quede tan limpio como el de mi hermana.
Gaby