Sexpresso. María Guadalupe Estrella González

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Название Sexpresso
Автор произведения María Guadalupe Estrella González
Жанр Сделай Сам
Серия
Издательство Сделай Сам
Год выпуска 0
isbn 9786075477039



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se ve reflejada en la sexualidad humana, por lo que no podemos concebirla como algo blanco o negro pues tiene múltiples matices. En resumen: la identidad sexual es si te sientes hombre o mujer y la orientación sexual si te atraen los hombres o las mujeres.

      Transgénero y transexual

      El determinismo biológico ya no es absoluto, en la actualidad se conocen diversos casos de personas que no sienten afinidad entre el sexo con el que nacieron y su propia psiqué, es decir, su vida interior, su “alma”.

      Hay quienes no se sienten cómodos en su cuerpo, como si estuvieran atrapados en él, porque su manera de sentir y percibirse es diferente a lo que su cuerpo expresa de acuerdo a los genitales con los que se ha nacido.

      Una persona transexual es aquella a quien su identidad sexual no corresponde con su sexo, digamos que se identifica con el sexo contrario al que ha nacido y entonces se somete a diversos procedimientos médicos o quirúrgicos para conseguir que su psiqué corresponda con su cuerpo.

      Las personas transgénero tampoco encuentran correspondencia entre su sexo biológico y su identidad sexual, por lo que adecúan su apariencia y conducta de acuerdo al género con el que sí se identifican. Por ejemplo una mujer transgénero es un hombre que adopta los roles de género femenino y se maquilla, calza y se viste como mujer.

      Los transexuales, hombres o mujeres, pueden tener cualquier preferencia sexual. Es posible que a un hombre transgénero, es decir, una mujer que adopta el rol social de un hombre, pueda sentir atracción sexual hacia las mujeres o una mujer transgénero se sienta atraída por los hombres.

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      Nota final

      Hay una frase popular, bastante sabia, que dice que cuando el amor es puro no importa el sexo. El amor implica el deseo de convivir con el otro en pareja y por supuesto compartir nuestra sexualidad con esa persona. Reconozcamos que una relación en diversidad sexual no es solamente una relación genital, y que entre dos personas, cualquiera que sea su preferencia y orientación sexual, puede darse una relación afectiva sana, un deseo de quererse y de estar juntos como en cualquier pareja “normal”.

      En todo momento interactuamos con nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestro cuerpo, nuestro espíritu. Aceptar a todos ellos e integrarlos a nuestro ser, relacionarnos con nosotros mismos de una manera amorosa y dignificada, elevará nuestro nivel energético. Entonces superaremos ese miedo y descalificación al placer y viviremos nuestro derecho a disfrutarlo.

      Barrios Martínez, David (2003). Resignificar lo masculino. Guía de supervivencia para varones del siglo XXI. México: Vila Editores.

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      El modelo clásico de la respuesta sexual humana la divide en cuatro fases distintas y aunque hombres y mujeres atraviesen por ellas, ambos tienen su propia forma de responder a los estímulos sexuales, pero también distinta forma de vivir sus disfunciones.

      Conocer cada una de estas fases, sus manifestaciones físicas y su impacto en una relación sexual plena, es una oportunidad para valorar lo fascinante que es y su importancia para nuestra salud y nuestro bienestar.

      Modelo clásico de respuesta sexual humana

      A principios de la década de 1950 el ginecólogo William Masters y la sexóloga Virginia Jhonson estudiaron alrededor de catorce mil actos sexuales de parejas voluntarias, entre los 18 y 40 años de edad para, a través de los dispositivos electrónicos de la época, observar su frecuencia cardiaca, respiratoria y los cambios físicos que les ocurrieran durante el encuentro. Así propusieron su clásico modelo sexual lineal, tanto para hombres y mujeres, de la respuesta sexual, que consta de cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución.

      La excitación comienza con un estímulo físico o psicológico que despierta el deseo sexual, y lo primero que sucede es el aumento del ritmo cardiaco y una irrigación sanguínea muy particular hacia las zonas genitales. En los hombres sucede la erección, se alisa la bolsa escrotal, los testículos se repliegan hacia el periné. En las mujeres se dilata la vulva, se lubrica la vagina y se erectan los pezones.

      La segunda fase es la meseta, una prolongación de la excitación que se distingue por cambios físicos más evidentes que conforman la plataforma orgásmica: el clítoris está erecto y aunque era visible en la fase anterior, ahora se retracta de manera natural para no ser lastimado, el útero se expande y la vagina se prepara para el orgasmo y su parte más profunda se ensancha para recibir al pene. En el hombre se produce el líquido preseminal, o preeyaculatorio, que fluye antes de la eyaculación. Este fluido puede contener esperma, por lo que si el pene es introducido en la vagina es posible un embarazo aunque la eyaculación haya sucedido al exterior.

      La tercera etapa es el orgasmo, donde se libera toda la tensión producida en la fase anterior: en las mujeres se caracteriza por una serie de contracciones rítmicas en la vagina, el clítoris y el esfínter anal, y en los hombres por la eyaculación y las contracciones de la uretra peneana. Su duración aproximada es entre cinco y quince o hasta treinta segundos. Masters y Johnson describen este episodio como una pérdida temporal de la conciencia sensual, unos segundos en los que perdemos el contacto con todo el entorno y es tan placentero que buscamos repetirlo.

      La cuarta fase es la resolución, cuando el organismo, a nivel físico vuelve al estado inicial, y a nivel psicológico suele haber una sensación de bienestar. En esta etapa basal la sangre abandona el territorio pélvico y entonces se pierde la erección, disminuye la lubricación y el cuerpo vuelve a estar en su estado de no excitación. Los varones pasan por un periodo refractario que les impide realizar un coito de nueva cuenta, pero las mujeres no necesitan llegar a esta colocación definitiva y al no pasar por este periodo pueden volver a excitarse e iniciar de nueva cuenta el ciclo. De ahí que puedan ser multiorgásmicas.

      Al modelo clásico de Masters y Jhonson, vale la pena agregarle las observaciones de Helen Kaplan, quien al cuestionar cómo es que se desencadena la respuesta sexual humana propone una fase previa a las cuatro clásicas: la del deseo, y es que la erección y lubricación no se da de forma espontánea, tiene que haber elementos previos para que lleguemos a esta búsqueda de interacción sexual, coital o de la respuesta de excitación.

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      Los estímulos sexuales cambian de una persona a otra

      Juan Luis Álvarez-Gayou, connotado sexólogo mexicano, enriquece con sus propias propuestas los planteamientos de Kaplan. Para Álvarez-Gayou hay estímulos que son más efectivos que otros para lograr la estimulación y pueden provenir de la vista, el tacto, el olfato o el gusto. Estos estímulos varían de acuerdo a los gustos y preferencias de cada persona pero también de su sexo: los varones tienden a estimularse eróticamente desde lo visual mientras que las mujeres lo hacen desde el olfato o el oído. Por otro lado hay quien prefiere estímulos desde el tacto. Lo sobresaliente de los estímulos efectivos es que son externos y se integran al sistema nervioso central, a nivel del tálamo, que contiene las zonas donde se integran nuestras experiencias emocionales y sexuales, elementos que van a favorecer el deseo y desencadenar la respuesta sexual.

      Por otro lado Rosemary Basson debate el modelo de Masters y Jhonson, para ella la respuesta sexual femenina no es lineal sino circular. Para Basson, ellas necesitan tener una razón para el sexo: sentirse queridas, comprendidas, amadas