Trauma emocional. Angel Daniel Galdames

Читать онлайн.
Название Trauma emocional
Автор произведения Angel Daniel Galdames
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789878710655



Скачать книгу

¡Qué alegría verte! ¿Cuándo llegaste? —preguntó mientras Lucía pasaba a los brazos de Rocío que ansiosa deseaba tenerla.

      —Anoche —respondió besando a su ahijada— ¡Qué grande que está!

      A esa hora la peluquería comenzaba a poblarse de gente, era sábado y Romina, en esta ocasión, le dijo a Jorge:

      —¿Podrías llevar a Lucía a la casa de tu papá? Tengo que hablar un rato con mi amiga.

      —¡Sí comandante! —respondió jocosamente.

      Rocío se rio al ver a Jorge realizar la venia militar.

      Romina sabía que su amiga expresaba una falsa felicidad. Por eso después de la retirada de Jorge le pidió que la acompañara a su casa que estaba frente a la peluquería mientras los clientes eran atendidos por dos peluqueras que tenía contratadas.

      Allí Rocío descargó todo el malestar que le habían generado los padres; desde intentar que no regresara, hasta ocultarle la adicción a la cocaína de su mamá. No los odiaba, pero los dejaría de ver por un largo tiempo.

      Romina la contenía entre sus brazos como aquella vez lo había hecho ella. Después se apartó, le preparó un café bien cargado y se lo acercó.

      —Esta noche te venís a cenar con nosotros; nos juntaremos en casa de mamá. Te va a hacer muy bien. Mañana veremos qué hacer. Lamento mucho por lo que has pasado Roci, pero sabés que estoy con vos.

      —Como en los viejos tiempos —agregó consolidando la amistad.

      Romina quedó en ir a buscarla con Jorge y Lucía para continuar camino a la casa de

      Teresa a comer un asado que Pascual, el padre de Romina, había programado.

      Para los papás de Romina la sorpresa fue más que grata a la vez que Lucía hacía alarde con las travesuras. Eran las cuatro de la madrugada cuando a Rocío la dejaron frente al edificio. Habían quedado de acuerdo que a la hora del almuerzo se juntarían en casa de Romina.

      Después de disfrutar del almuerzo dominical junto a la familia de su amiga, y de haber regresado a casa, no dejaba de pensar en cómo empezar de nuevo. Había quedado sin trabajo y a la mañana siguiente tenía que volver a recorrer los lugares donde había cumplido funciones y a otros sitios más para saber si había alguna vacante.

      Por la mañana, la primera visita la realizó en el mismo hospital público porque allí había estado tiempo atrás. En esa oportunidad un colega amigo logró introducirla con un horario acotado. Después del largo recorrido y en horas de la tarde noche cuando se encontraba en el departamento, la llamaron por teléfono de una Clínica Privada para cubrir una vacante en horario nocturno.

      Romina se puso contenta ante la buena noticia que ella le dio y desde entonces todo volvió a la normalidad.

       Capítulo V

      Cuando Romina cursaba los cuatro meses de embarazo, Jorge, le pidió que lo acompañara a la provincia de Córdoba. La razón era doble: la primera por trabajo y la segunda aprovechar el fin de semana largo para visitar juntos esa provincia.

      Ella aprovechó la oportunidad para invitar a Rocío quien aceptó por tener unos días libres sabiendo de antemano que esos días no tenía previsto cumplir con alguna guardia médica en ambas instituciones. Lo cual les permitió viajar esa misma noche.

      Al otro día, luego de hospedarse en el hotel, realizaron una salida turística para conocer lugares patrimoniales que hacían a la cultura cordobesa. En el recorrido pudieron degustar comidas típicas de cada región y realizar algunas compras para llevar en su regreso.

      El día posterior y en horas de la mañana, lo aprovecharon para ir a visitar un shopping que se encontraba en la zona céntrica, cerca del hotel. Allí Jorge, por simple casualidad, vio a un amigo que hacía mucho tiempo que no sabía nada de él.

      —¡Esperen aquí, ya vuelvo! —dijo antes de ir a saludarlo.

      Su amigo se encontraba solo sentado en un café, leyendo un libro. El encuentro entre ambos fue sorpresivo.

      —¡Antonio...! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Jorge sonriente.

      —¡Eh...! ¡Jorge, tanto tiempo! ¿Cómo estás? —respondió. De inmediato se levantó de la silla y se fundieron en un cordial abrazo.

      Las dos, que desde el pasillo central observaban, tuvieron que acudir al sitio ante las insistentes llamadas que Jorge les hacía con una de sus manos.

      —Antonio, ella es Romina, mi pareja y Lucía nuestra hija.

      —Y veo que viene otro en camino —interrumpió mientras la saludaba con un beso en la mejilla.

      —... Sí, y ella es Rocío, una amiga de Romina —agregó.

      —Un gusto conocerlas —retribuyó Antonio—. Tres motivos para felicitarla Romina: uno por Lucía, otro por el que vendrá y el tercero por su amiga. De Jorge ni hablar.

      Los tres se rieron a modo de chiste.

      —¿De dónde lo conocés? Nunca me habló de usted —preguntó Romina.

      —Nos conocimos en Buenos Aires cuando fui a rendir la tesis de Administración de Empresas, hace muchos años.

      —Jorge tiene razón, fue por simple casualidad. Lo encontré deambulando por la universidad con un par de chicas —continuó con la broma.

      Romina percibió que su amiga no dejaba de observarlo.

      —Hoy a la tarde presenta su novela —intervino Jorge.

      —¡Ah! Es escritor. Lo felicito —acotó Romina.

      —Así dicen. Muchas gracias. Pero lo hago como hobby. Mi trabajo pertenece al rubro inmobiliario.

      En ese pequeño espacio de conversación Jorge se comprometió en acudir a la presentación de la obra y Antonio luego de despedirse a Rocío le guiñó un ojo sin que ellos dos se dieran cuenta. Ella no le dio mucha importancia, estaba con su amiga disfrutando de las pequeñas vacaciones.

      Mientras continuaban caminando Romina le preguntó a Jorge sobre la vida del amigo. Él mencionó que era casado, que tenía dos hijos y se había separado hacía cinco años. Que era difícil dar con él pese a que vivía en Luján, porque siempre se encontraba de viaje atendiendo el negocio inmobiliario y a veces, cuando podía, exponía charlas de narrativa.

      Romina en ese momento pensó que podía ser un buen partido para su amiga, pero a raíz de lo comentado por su pareja no se atrevió a impulsar la propuesta.

      En horas de la tarde, las dos juntas, con Lucía se quedaron en el hotel porque Jorge se había retirado a la presentación de la obra de su amigo. Sin que Rocío lo supiera, ella le había pedido que intentara traerlo a cenar.

      En la amena charla que ambas tenían en el salón interno, colindante al ingreso al hotel, Rocío notó la cara de complicidad de su amiga y comentó:

      —Espero que a Jorge no se le ocurra traer a su amigo a cenar.

      —¿Sabés que no lo había pensado? No estaría mal avisarle que lo invite.

      —No cuentes conmigo, Romi. Te conozco y presiento que ya lo habías planeado, ¿o me equivoco?

      —¿Por qué no? No creo que sea un pirata. Vamos Rocío, falta que te hace tener alguien a tu lado —su amiga la miraba pensativa.

      —El amiguito de Jorge me guiñó un ojo cuando nos retirábamos. Presiento que anda a la pesca y no soy tan fácil de morder el anzuelo.

      —Ahora decís eso, antes te tirabas al río todos los fines de semana.

      —Eran otros tiempos, Romi. Me encantaba nadar.

      —¿Te acordás de los pajaritos carpintero lavallinos? —cambió la conversación.

      Los recuerdos las trasladaron