Название | Sueños de Vanguardia |
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Автор произведения | María Luisa de Iriarte |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788468555362 |
Todo indicaba que la poetisa insular tenía el viento de cola para abandonar la isla y darse a conocer al mundo. Sin embargo, la guerra se encargó de que no fuese así, y también de demostrar que la “sensibilidad y espontaneidad” que mencionaba Jiménez de Asúa no eran ni mucho menos las únicas cualidades de María Luisa. Además, era inmensamente fuerte. Como menciona Jiménez de Asúa, tenía un gran temperamento que sin duda le sirvió en los difíciles años que siguieron.
En algún momento en 1934 mis abuelos se trasladaron a Madrid, en cuanto supieron del delicado estado de salud de Florestán Aguilar, quien finalmente falleció en noviembre de 1934 por una afección gripal. Su intención era un traslado temporal, pero las circunstancias les marcaron otro camino. De ahí en adelante hubieron de afrontar inmensas dificultades, que empezaron cuando, a punto de finalizar la recopilación de su segundo libro de poemas, Medusas, estalló la guerra. La edición quedó interrumpida y la tragedia asoló a la familia: mi abuelo estuvo en las checas republicanas en Madrid, por motivos relacionados con el inmenso prestigio de su tío Florestán y su proximidad a la familia real. Y mi abuela tuvo que recurrir a cuantas relaciones tenía a su alcance para conseguir que lo liberaran. Era la primera vez que María Luisa se veía en la obligación de afrontar tales situaciones, pero no sería la última.
Después de su estancia en las checas, mi abuelo fue movilizado por el ejército de la República y se trasladó con la familia a Albacete. Una vez acabada la guerra, se establecieron en Madrid. Montaron una modesta clínica de odontología, y durante un tiempo gozaron de cierta tranquilidad, pero pronto la adversidad les volvió a visitar. Por cuestiones relacionadas con la herencia de su tío Florestán, que no es menester comentar, mi abuelo sufrió una denuncia por un delito de Responsabilidades Políticas en 1942, a resultas de la cual fue encarcelado de nuevo, esta vez por motivos bien diferentes, diríase opuestos, relacionados con su servicio como médico militar bajo el gobierno republicano. Sus bienes fueron confiscados y sus derechos hereditarios cancelados y, aunque en 1949 su causa fue sobreseída por la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas, los mismos nunca fueron devueltos. Con mi abuelo encarcelado, mi abuela hizo acopio de valor y de recursos una vez más, y removió cielo y tierra para que lo liberaran. Lo consiguió.
Tras su liberación, mi abuelo Manuel no llegó a recuperarse nunca de su estancia en la cárcel, de la que salió con una enfermedad pulmonar que sería causa de su muerte. Murió un tiempo después, en 1945, a los cuarenta y cinco años, dejando una esposa viuda con dos hijos de dieciocho y diecisiete años. Tras su fallecimiento, mi abuela, exhausta, estuvo muy enferma. La ayuda de un amigo de la infancia, Juan Antonio Parera, al cual mi familia siempre estará agradecida, les sirvió para mantenerse y encontrar ocupaciones con las que sobrevivir y costearse la existencia, primero a mi padre y con posterioridad, una vez restablecida, mi abuela y mi tía.
Los años pasaron; cada uno, una losa. Y no es difícil imaginar los motivos por los cuales sus afanes líricos quedaron en un segundo plano. Posteriormente, María Luisa retomaría el contacto con el mundo cultural ocupando un puesto en el Ateneo de Madrid, y hasta ahí puedo contar de su trayectoria. Es cierto que, tras la muerte de mi abuelo Manuel, y probablemente antes, mi abuela continuó su producción literaria, pero siempre sin editar sus escritos. Sinceramente, no tengo muy claros los motivos por los cuales nunca se decidió a publicar de nuevo, pero sospecho que están relacionados con ese miedo a la pérdida que los años grises grabaron en ella. Esa sensación de persecución, debida a las circunstancias en las que se produjo el encarcelamiento de mi abuelo, influyó en decisión de no publicar nada durante los años del franquismo, por temor a verse expuesta y quizá censurada. Después, durante la transición, seguramente ya no encontró las fuerzas o los recursos suficientes: me consta que las ganas no las perdió nunca. Había perdido otras muchas cosas.
Algo que me interesaba particularmente de mi abuela fueron sus relaciones dentro del mundo literario: a su amistad con los poetas canarios ya mencionados, se ha de añadir la que mantuvo con algunos de los nombres más representativos de la lírica hispana, como por ejemplo Jorge Guillén, Alfonsina Storni, Rafael Alberti, Juana de Ibarbouru entre otros. Durante toda su vida mantuvo contacto epistolar con algunas de estas figuras que se encuentran entre las más prestigiosas de la literatura, pero no me consta que formara parte de grupos culturales que posteriormente se conocieron como Generación del 27, o Generación del 36, o de un grupo de mujeres del que, por su condición de mujer y vanguardista, bien podría haber formado parte: Las Sinsombrero (como otras poetisas ilustres como Ernestina de Champourcín o su propia amiga Josefina de la Torre).
Sin embargo, estas amistades no le sirvieron de mucho a la hora de lanzarse a volver a publicar, y sus escritos quedaron para ser leídos solo por sus hijos. Murió en 1991 con esa inmensa carga, que pasó a hombros de mi tía Patricha, hasta hoy.
Su obra
Saber todos estos detalles sobre su vida que hasta entonces desconocía me ayudó a interpretar mejor su obra y aproximarme más a ella. Sin embargo, mi condición de aficionado ocasional a la poesía no me habilita para hacer una crítica literaria justa, ni probablemente a decir nada que pueda ayudar al lector a interpretar mejor los poemas que aún no ha leído. Es grande el desconocimiento que tengo en la materia, pero no quiero finalizar este prólogo sin dedicar unas líneas a mis impresiones. A pesar de no ser un erudito, puedo apreciar cuán especial era su voz y su estilo, y me atrevería a afirmar que es sin duda la obra de lo que se podría llamar una poetisa de vanguardia a principios del siglo XX. Hay siempre una sucesión de imágenes sobre una imagen dominante en el poema, una metáfora no siempre clara pero intensa.
ESTATUA
Sola. Piedra. Cuajadas
las crispaciones. Sola.
Exaltada la frente
y la garra en la tierra...
Sin extensiones, fría,
calculada y entera...
—¡El alma, una moneda
que se jugó, perdida!...—
Sus poemas se me presentan con relativa continuidad espacio-temporal, con muy pocos nexos y sobre todo con muy pocos verbos y, por tanto, con pocas oraciones; cuando aparecen los verbos lo hacen casi como adjetivos, para indicar un estado y no una acción. Permítame el lector hacer un comentario muy personal: al leer muchos de los poemas he de confesar que me recuerda un poco a las películas de Terrence Malick… siempre tengo la sensación de estar ante algo misterioso y atractivo, y en ocasiones sublime, pero que no me es posible acabar de comprender del todo, llegar a apreciar esa idea que subyace, la metáfora que conecta y explica la sucesión de imágenes entrelazadas. En ese sentido, me hace pensar en un Dios sin voluntad y sin gerundio. En la naturaleza de las cosas.
En una crítica escrita en el semanario Blanco & Negro del diario ABC, se escribe acerca de la obra de mi abuela: “Para gustar de la espontaneidad y de la sensibilidades finísimas de la poesía de María Luisa de Iriarte, precisa que el lector esté identificado con la moderna adjetivación aportada a las nuevas formas líricas por García Lorca y Jorge Guillen. En las composiciones poéticas que María Luisa de Iriarte ofrece en su libro recientemente editado, logra la inspirada poetisa comunicar a su versos un original ritmo esmaltado de imágenes