Sueños de Vanguardia. María Luisa de Iriarte

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Название Sueños de Vanguardia
Автор произведения María Luisa de Iriarte
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788468555362



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padre, después de una juventud complicada, afrontando la muerte de su padre a los dieciocho años y viéndose obligado a trabajar desde muy joven, finalmente abandonó sus estudios de Medicina para ayudar a su madre y eventualmente formó su propia familia. Vivió el resto de su vida entregado a ella -seis hijos no son pocos- y, tras muchos y largos años de enfermedad, falleció en 1998, sin haber conseguido realmente acometer la publicación de la obra. Creo que para él fue una utopía irrealizable, por falta de medios y conexiones, pero sentía un orgullo y admiración profundos por su madre, y por su capacidad para crear.

      Mi tía Patricha ha dedicado gran parte de su vida a cuidar de otros. Primero, a su madre, sobre todo durante los últimos años de enfermedad, cuando ella y mi abuela vinieron a vivir a nuestra casa, y de donde por cierto no se ha marchado nunca. Después de la muerte de mi abuela, ayudó a cuidar de mi padre, y más tarde ayudó a mi madre a cuidar a mi abuela materna hasta su fallecimiento en 2003. En resumen, aún con sus manías y con sus rarezas, a veces insondables e inentendibles, mi tía es una persona que, cuando cuenta, es capaz de olvidarse de sí misma y entregarse en cuerpo y alma a cuidar a las personas que quiere y que lo necesitan.

      Ahora, a sus 92 años, para ella sería una gran alegría ver finalmente la obra de su madre editada, publicada y difundida en los ámbitos académicos, especialmente ahora que no queda mucho para que se cumplan 30 años del fallecimiento.

      Esta premisa me hizo plantearme seriamente la posibilidad de, con la ayuda de mis hermanos, hacerme con los manuscritos de mi abuela y convertirlos en esta edición de sus obras completas. Porque me parecía que la memoria de mi padre y, sobre todo, el presente de mi tía Patricha, se merecían que lo hiciese. Porque ante esta historia de dolor y angustia por una obra inédita, resultado de un futuro truncado y de una pérdida de pérdidas, que tanto les marcó en su desarrollo personal, ellos respondieron con una vida de esfuerzo, generosidad y cariño hacia los suyos. Vidas que, sin estar libres de contradicciones, resultan un ejemplo de dedicación y de amor para mi familia. Después de una vida de sacrificios y sufrimiento, la publicación de esta obra inédita es nuestro agradecimiento a todo ello, a su entrega y generosidad, y el reconocimiento de su valor.

      Sin embargo, aunque esto me ayudó a dar los primeros pasos, una vez hube empezado descubrí que empezaba a sentir algunas otras cosas que me empujaron a completarla. Un día, revisando textos de mi abuela, escritos en cuartillas amarillentas de tiempo y olvido, en lo que ella llamaba el libro de Sinfonía Constante, me encontré con este poema:

      Náufrago de recuerdos

      Pétalos pequeñitos

      de palabras, de formas,

      de sensaciones, cuanto

      es la vida y la hora

      El bagaje es alivio

      de algo nuestro que importa

      nuestro poder de firmes

      conductores de obra.

      Esfuerzo diminuto

      y alegre que transporta

      el ha sido y qué es,

      aroma de las cosas

      (Entre la duple acción

      el transporte, el camino)

      Resultó que, al sentirme “conductor de obra” transportando “algo nuestro que importa”, comprendí que para mí había otro motivo para continuar en esta aventura, quizá menos práctico, pero sí mucho más importante: la curiosidad. ¿Quién era mi abuela? ¿Qué escribía? ¿Por qué? ¿Y por qué dejó de escribir? ¿Por qué vivió su vida sin volver a publicar nada? Y finalmente, ¿qué puedo aprender con ella acerca de mí mismo?

      Con tantas preguntas y tan poca información de entrada, me encomendé a la búsqueda en internet de detalles sobre la época y también organizamos alguna que otra sesión de preguntas y respuestas con mi tía. Fue un auténtico placer descubrir detalles de la historia familiar que desconocía, precisar algunos que conocía solo superficialmente y ponerlos en un contexto histórico que, si bien no me resultaba desconocido, tenía más sombras que luces. En definitiva, a la importancia que para mí tenía la meta y a la curiosidad sobre “la carga” que transportaba, se unió el placer de andar el camino, de andar todos los caminos: el de mi abuela, el de mi padre, el de mi tía, el de mi madre y todos mis hermanos…el mío. Si se me permite, tal vez hasta el de mis hijas. Creando nuevos recuerdos mientras desentrañaba el olvido. Conociéndonos un poco más a todos, y en especial a mi abuela, esa incógnita creadora que era para mí.

      Su vida

      María Luisa de Iriarte y Cortés nació en Barcelona en 1903, en el seno de una familia de buena posición y cultura. Tenía dos hermanas mayores, Carmita y Alcira. Su padre, Mariano de Iriarte y Seguí, era abogado y tenía buena formación, un gusto bien desarrollado por las artes y una buena carrera por delante en el Banco de España. Su madre, Carmen Cortés, no le iba a la zaga. Y juntos decidieron dar a mi abuela por padrino a un amante de la música y el arte, el cual le inoculó el virus de la cultura, pues la llevaba desde bien pequeña a los teatros, exposiciones y conciertos que en aquella época inundaban una ciudad tan vanguardista como Barcelona.

      Cuando tenía ocho o nueve años, la familia se trasladó a las Islas Canarias, primero a Tenerife y después a Las Palmas, allá por 1918. Fue en Tenerife donde mi abuela comenzó a escribir poemas, tal vez para paliar el desasosiego que le podía producir el desarraigo. Fue allí donde su padre empezó a publicar sus poemas, sin que ella lo supiera, en la Gaceta de Canarias, según tengo entendido utilizando un seudónimo. Con el traslado a Las Palmas, a los quince años, se acrecentó su pasión por la poesía y su dedicación a ella, y pronto trabó relación con los famosos poetas insulares Claudio y Josefina de la Torre, así como con Ignacia de Lara, amistades que conservaría por muchos años. Algunos de los poemas incluidos en su primer y único poemario editado, Romances de amor antiguo y otras composiciones, están dedicados a ellos.

      La verdad es que sé muy poco de aquellos años en Canarias, salvo que completó su formación académica, iniciada en Barcelona en colegio privado, con profesores particulares, y nunca fue a la Universidad. Sé que pronto sufrió la separación de sus dos hermanas. La mayor, Carmita, se casó y dejó las islas para irse a vivir con su esposo a Alicante; posteriormente, tuvo un niño y una niña, la cual fallecería durante la infancia. La menor, Alcira, que era unos cuatro o cinco años mayor que mi abuela, volvió a Barcelona para casarse con el novio que allí había dejado. Durante la travesía enfermó y, antes de poder contraer matrimonio, murió de una enfermedad pulmonar: solo contaba con dieciocho años. Imagino que estas separaciones hubieron de ser duras para una niña como mi abuela, pero la muerte de su hermana en la distancia tuvo que ser devastadora.

      Por poco que se sepa, y aunque mi tía diga que mi abuela escribía porque nació escritora, para mí resulta de algún modo evidente que fue en esos años cuando la niña se convirtió en poetisa, y la poetisa se convirtió en mujer. Y como mujer se enamoró de mi abuelo, Manuel Mascías y Aguilar, un prometedor odontólogo que, como hemos comentado, era sobrino de Florestán Aguilar, una eminencia médica en la España y el mundo de su tiempo, ilustre dentista de cámara de la Familia Real, impulsor de la Odontología en el país y fuera de él (no en vano, fue fundador de la Federación Dental Internacional, y presidente de la misma durante años) y parte fundamental en la concepción y puesta en marcha de la Universidad Complutense de Madrid, como Secretario de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria tras nombramiento del rey, Alfonso XIII.

      En Las Palmas se casaron (1925) y tuvieron a mi padre en enero de 1927 y a mi tía en junio de 1928. Los primeros años de matrimonio fueron muy felices. Según mi tía, la maternidad no impidió a mi abuela dedicarse en cuerpo y alma a sus poemas, y mi abuelo, gran aficionado a la literatura, siempre la apoyó en sus inclinaciones, no solo desde el respeto sino también desde la admiración. De nuevo, no sé mucho de él, pero todo me hace pensar que era un hombre cultivado y moderno, y dispuesto a ayudar a su esposa en todo lo que pudiera para que explorara sus inquietudes literarias. Así, a través de una amistad de su madre, consiguió que en la prestigiosa Editorial Reus de Madrid le prestaran atención a la obra de