Название | Chile 1984/1994 |
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Автор произведения | David Aceituno |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561709225 |
El giro vivido por parte de la izquierda chilena, se observó primeramente en los nuevos análisis que realizaron de la experiencia allendista. El fracaso de la Unidad Popular, señalaron, respondía a la incapacidad del gobierno de establecer alianzas político-sociales transversales que permitieran dar estabilidad al gobierno y su proyecto político. En ese orden, los socialistas chilenos encabezados por el propio Altamirano, plantearon un vuelco radical a sus principios, dando paso a reivindicaciones sociales y políticas que buscaban una convergencia del centro con la izquierda, de manera de alcanzar un programa de transformaciones, pero siempre en el marco del régimen democrático-liberal.
Ahora bien, si la influencia europea en la renovación socialista tuvo un papel relevante, la experiencia española de transición a la democracia, coronada con el arribo al poder del socialista Felipe González, en 1982, resultó crucial. No solo para consolidar el giro que representaba aceptar el libre mercado sino también para aproximar la relación entre el socialismo chileno y el español. Esta relación tomó formas variadas; junto a la proximidad ideológico-intelectual, el PSOE colaboró económicamente con el socialismo chileno, patrocinando actividades, reuniones e incluso la sede del PS chileno en Madrid. Esta proximidad situó a Eric Schnake como uno de los máximos exponentes de la renovación socialista chilena, apoyando las directrices de la Internacional Socialista que también delineaba los marcos del socialismo español. “No hay ninguna duda que en nosotros ha influido notoriamente la presencia del PSOE y especialmente de su líder, Felipe González“, señalaba Schnake. “Nuestra reivindicación permanente, sentida y verdadera, es la democracia sin apellidos (...) esto es, en el esquema de las grandes divisiones del socialismo en el mundo, tomar la opción socialdemócrata o socialista democrática, que es lo mismo“40.
Esta estrecha colaboración también se escenificó en la Democracia Cristiana y sus símiles alemán e italiano. La proximidad permitió fortalecer las iniciativas intelectuales y sociales que se realizaban en la oposición. Por una parte, para incentivar los vínculos académicos entre intelectuales de izquierda con la universidad europea así como el patrocinio de actividades y organizaciones de base que se despegaban en las poblaciones de Chile, y que intentaban reactivar la repolitización de la sociedad en clave democrática, cooptando igualmente los incipientes espacios de autonomía que allí se desplegaban41.
Políticamente, esta influencia tomó forma a través de varios hitos. El primero fue la rápida convergencia del socialismo con la DC en la Alianza Democrática, en 1983. Su existencia resultó clave para conducir la protesta y comenzar una presión decidida contra la dictadura. Sin embargo, adquirió mayor consistencia en 1985, cuando a partir de la base DC-PS, un amplio espectro de la oposición firmaba el Acuerdo Nacional para Transición Plena a la Democracia, amparados por la iglesia católica, máximo referente del consenso y el diálogo42. El análisis de la prensa española sobre este acontecimiento evidencia el significado atribuido, considerándolo como un paso básico y fundamental para el retorno a la democracia, destacando “el amplio acuerdo político para recuperar la democracia“ que significaba la unión de una oposición tan amplia. Se destacó, igualmente, la figura del cardenal Fresno por su papel como articulador del diálogo y promotor de un marco mínimo que garantizara el pronto y pacífico retorno a la democracia solventado en una auténtica reconciliación nacional43.
Sin embargo, esta unidad entre el centro y un sector de la izquierda, no alcanzó para agrupar a toda la oposición. Mirado comparativamente con la experiencia española, este fraccionamiento impidió que los pactos cruzaran el amplio espectro de la política nacional aislando a los autoritarios y continuistas —la UDI y el pinochetismo más duro— como había ocurrido en España con el sector duro del franquismo. En este sentido, las sinergias que se dieron en la base de la sociedad entre socialistas y comunistas sirvieron para aglutinar a toda la oposición española en la lucha por la democracia, cuestión que no ocurrió en Chile donde finalmente los partidos terminaron por dividir los rumbos de la oposición44.
La división tomó forma definitiva en 1986, cuando en el transcurso de tres meses una serie de acontecimientos terminaron por fraccionar para siempre a la oposición. El paro del 2 y 3 de julio, brutalmente reprimido por el régimen, el hallazgo de armamentos en Carrizal Bajo y el atentado contra Pinochet en septiembre de ese mismo año, acabaron con cualquier opción de unión: mientras la persecución de la CNI contra el MDP y las rencillas internas terminaban por fragmentar a la izquierda marxista, las tesis moderadas de la negociación e institucionalización se convirtieron en la única vía de la Alianza Democrática. La reconfiguración del escenario político supuso el aislamiento progresivo de la izquierda insurreccional, siendo ésta y no el sector duro del régimen —como ocurrió en España— los grandes derrotados del proceso transicional45.
El análisis de la prensa española de estos meses de 1986, deja en evidencia el sentir del periódico más cercano al gobierno socialista. Por un lado, insistía en sus dudas respecto al efecto que la violencia insurreccional podría tener como estrategia de choque ante un régimen todopoderoso y cruel, que no dudaba en reprimir, pero que además utilizaba dicha violencia para postergar la democratización del país. Por otra parte, se insistía que la violencia impedía lo que a vista de la experiencia española parecía el único camino efectivo de avance hacia la democracia: la unión del conjunto de la oposición a través de una propuesta o programa único de retorno a la democracia que incentivara el giro democrático de los sectores liberales del régimen46.
Se insistía —así— en la urgencia de acuerdos de toda la oposición, amparada en un diálogo amplio e inclusivo que incorporara transversalmente a la sociedad. En esa línea, se destacaba positivamente, por ejemplo, la relevancia que representaba para la causa democrática que el paro de julio fuese convocado por la Asamblea de la Civilidad, ente que reunió transversalmente a una serie de organizaciones sociales, sorteando así la renuente disposición de los partidos opositores a unirse en la lucha por la democracia. El País, asumía —precisamente— que “el lastre más grave que ha frenado a la oposición es la división“ entre comunistas y democratacristianos, siendo el desafío establecer la unión, pese a carecer de un necesario programa mínimo conjunto. Era el único camino viable, según el periódico español, para obtener a la brevedad el retorno a la democracia47. Pues tras el atentado a Pinochet, la declaración del estado de sitio, y la definitiva división opositora, la movilización social se vio profundamente debilitada. AD se centró en negociar con el régimen una apertura política a cambio del reconocimiento de la normativa constitucional. En ese contexto se organizó el plebiscito de 1988, contando con una activa colaboración internacional para garantizar unas elecciones regulares y transparentes.
En España, la idea de “exportar“ el modelo de transición tenía que ver con la representación “modélica“ que por esos años se construye del proceso político48, no obstante se reconozca —incluso entre sus máximos defensores— que la construcción de la transición tuvo mucho más de pragmatismo político contingente que de plan meditado, como lo expresó el propio Felipe González en más de una ocasión49. Pues bien, en la línea de replicar el modelo transicional español y de acuerdo a la política exterior desarrollada por el gobierno socialista de fortalecimiento y defensa de los derechos humanos, España inició una serie de iniciativas en la región. De este modo, a su cercanía ideológica con la oposición chilena, se sumaron sus intereses estratégicos, redundando todo en una fuerte convicción en colaborar con el retorno a la democracia.
En esa línea, ya en 1987, se había creado el Comité de apoyo a las elecciones libres en Chile, con el objetivo de recolectar fondos para la campaña por el NO, incluyendo no solo al PSOE, comunistas y los sindicatos de UGT (Unión General de Trabajadores) y CCOO (Comisiones