Название | Reducciones |
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Автор произведения | Jaime Luis Huenún |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789560012753 |
Tal polifonía torna a Reducciones en un vasto y persistente relato de resistencia. Mas también lo es de capitulaciones, de derrotas, de nomadías a la tierra hollada de la que crecen palabras igualmente holladas, llenas de remiendos. El libro se nos propone, pues, como un mosaico de voces y sujetos, subalternos los más, que hablan un español salpicado con los retazos de un idioma originario ya perdido; un hablar entonces en una especie de lengua entre –lengua escorada, la llamará Rodrigo Rojas–3, lengua champurria, la llamará el propio Huenún, que se arma con pedazos, que no siempre calzan, de este mundo y del otro: léase lengua de Castilla y lengua de la Futahuillimapu –grandes tierras del sur–, pero asimismo mezcla de cosas de la tierra de abajo y de arriba, de la mirada y de la visión: lengua, pues, trabada por los cruces y asimetrías culturales. Todo esto configura una textualidad que registra pulsiones que se encaminan tanto a lo que podríamos llamar la desetnización como a la reetnización de los sujetos, movimientos que a la vez se oponen y se complementan de maneras asimétricas en tanto responden a cambiantes estrategias de sobrevivencia subalterna que implica tanto capitulaciones como insubordinaciones identitarias según momento y lugar. El resultado es una heterogeneidad cultural (y psíquica) siempre en proceso, plástica ante la mutabilidad constante de las relaciones de poder y de la eficacia de los modelos inter e intraculturales. No por nada la cultura mapuche-huilliche, muy mestizada a estas alturas de la historia por cierto, ha producido y está produciendo poetas modernos, como Huenún mismo,4 que pueden, según necesidades de representación discursiva, entrar y salir (digámoslo así) de las estéticas que circulan en localías “premodernas”, populares, periféricas, bárbaras diría Faustino Sarmiento, así como de la sofisticada modernidad estética de cuño urbano y primermundista, modernidad esta en la que el componente étnico y territorial periférico no instituye (o lo hace muy excepcionalmente) poéticas de la memoria recuperativa.
Si bien Reducciones se inaugura con la sección “Entrada a Chauracahuin” (topónimo indígena que designa lo que hoy es la ciudad de Osorno y sus alrededores), visto el libro desde la perspectiva que el propio título del volumen sugiere, tal “entrada” denota la imposibilidad de entrar a un Chauracahuin pleno, no reducido a residuos de un pasado que sobrevive a pedazos. Chauracahuin dejó de ser el de antes a partir del momento en que los españoles, en el siglo XVIII, lo pusieron al fin bajo la égida de la Corona y más tarde, en el siglo XIX, los chilenos y los colonos alemanes y sus descendientes, con las respectivas franquicias del Estado-nación de entonces, lo hicieron suyo y lo transformaron en unidad productiva a expensas, claro, del desalojo de los habitantes originarios y del consecuente empobrecimiento de estos5. El Chauracahuin que la poesía de Huenún puede rememorar es una mezcla mestizada de memoria, imaginación y deseo de sutura de las heridas históricas que en su momento provocó, y aún provoca, la violencia colonial; heridas que si no se las visibiliza y reconoce como constitutivas de la sociedad chilena, identificando a los agentes que las han infringido y a sus víctimas, pero igualmente evidenciando los discursos que las revelan, las encubren, las naturalizan desde diversas orillas etnoculturales, se vuelven dramáticamente dañinas para los tránsitos dialógicos entre culturas. Reducciones, podríamos decir, es un libro escrito contra aquellas perversas formas de relaciones interculturales que, con la excusa del respeto a la diferencia o a la diversidad cultural, estimulan subrepticiamente la exclusión o la discriminación perpetuando vergonzosas injusticias como si estas fuesen parte de la “normalidad” social.
La ficción poética, llevada a la tarea de tener que lidiar con la realidad “fuerte” de las materialidades históricas efectivamente acontecidas, pareciera ser una palabra “débil” que se refugia en el tranquilo remanso de las metáforas y que no hace sino evocar sombras (“cantos de sombra”, diríamos en palabras de Léopold Sédar Senghor, poeta que cantó su África en un francés expropiado a los amos blancos).6 La poesía, si se la mide con la vara de la acción efectivamente transformadora de la realidad, parece “una historia de locos”, como bien dice Cisneros –el poeta, que no el cardenal–; pero, como el propio poeta peruano acota, es con la poesía que se formulan las “inmensas preguntas celestes”.7 Así, al evocar esas sombras-voces de ayer y hoy, la poesía de Huenún recupera huellas de lo vivido, denuncia acciones injustas que han quedado silenciadas en los recodos de la historia, construye discursivamente propuestas de sujetos que nos interpelan a que nos sacudamos de las asfixiantes categorizaciones con que la ciencia blanca (léase historia, antropología, fisiología humana incluso; cf. sección “Cuatro cantos funerarios”, los que, paradójicamente, no son cantos sino informes que “cantan”/denotan más la muerte de la cultura blanca europea incapaz de tratar con su otredad) clasifica y califica las sociedades e individuos según presuntos grados de civilización, escala en la que los sujetos indígenas llevan siempre la peor parte. La palabra “débil” se hace entonces “fuerte” y desafiante.
Nos hallamos, pues, ante una poesía que viaja a contracorriente por el río turbio de la historia hurgando en los residuos y sedimentos que yacen invisibilizados en su lecho. Río que en Reducciones se corporiza en el Rahue, que divide Osorno en dos mitades étnicas socialmente desiguales y que fluye, aguas abajo, por la vegas de Quilacahuin. Río Rahue que Huenún, mediante el poder evocador y constructor de mundos que detenta la palabra poética, pondrá patas arriba para que se vuelvan a oír los gritos de los antiguos boteros: los Manquilef, los Rauque, los Huenteo, los Huisca, los Huenún… y los cantos de las bandurrias contribuyan a la poesía trayendo de vuelta la sombra benefactora de los ancestros del poeta cuando estos, llamados por las nubes de la vida y la muerte, subían los repechos de su tiempo. La fuerza de una poesía como la de Reducciones no pasa por la defensa de una determinada doctrina que modele una cierta acción política de “intervención rápida” cuyos efectos podrían ser inmediatos y mensurables; su eficacia, si se puede así decir, viene del hecho de ser un discurso que trabaja a favor del fortalecimiento de subjetividades arrojadas a la intemperie de un mestizaje que se vive como experiencia de deterioro o pérdida de una identidad pasada de alcances colectivos. Y tal fortalecimiento del sí mismo8 –o arropamiento de la subjetividad, sería mejor decir–, acontece en la medida en que la poesía dota a los sujetos de una memoria de liberación que transmuta la tragedia en ceremonia de amor y vida al otorgar carta de ciudadanía a todos los cantos: los fúnebres; los que transmiten la serena contemplación de una muchacha que baila y se pierde tras el polvo que levantan los pies de los danzantes; los que recrean/rememoran los lugares sagrados que la naturaleza cobija en los bosques, el mar, los ríos; los que denuncian o atestiguan la colonización de la mente y las palabras; los que relatan experiencias autobiográficas del poeta y que son cruciales para que su palabra cobre su cuota de realidad cotidiana tanto como su cuota de visión metafísica: el pewma (sueño visionario) que pone al poeta vidente indígena en concomitancia con el poeta vidente moderno –Rimbaud, por ejemplo– a la hora de leer los signos numinosos de las cosas; en fin, los cantos que interpelan a los agentes constructores profesionales de narrativas históricas (al historiador Gabriel Salazar, por ejemplo).
En este libro, como ya sugerí, el concepto de “reducción” aparece vaciado de su acepción de empequeñecimiento en el sentido negativo del término. Y a la inversa: se llena de una significación afirmativa que connota la ampliación del cronotopos Chauracahuin a la condición de metonimia del mestizaje latinoamericano y, en rigor, de cualquier mestizaje acontecido como resultado de violencia colonial institucionalizada y sostenida en el tiempo. Entrar a Chauracahuin no es simplemente revisitar y dar cuenta de un lugar o de un paisaje realmente existente, Osorno en este caso; es, por sobre todo, asomarse a la tragedia de la historia y hacer de ella y con ella una poesía que atestigüe la trashumancia, las traducciones y mutaciones identitarias de quienes hasta ahora han sido los perdedores de la modernidad latinoamericana.