Los pensamientos nocturnos de Goya. Luis Peñalver Alhambra

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Название Los pensamientos nocturnos de Goya
Автор произведения Luis Peñalver Alhambra
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788417786175



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o ambas cosas al mismo tiempo. Señala Antonio Saura que «las ideas de “surgimiento”, “nacimiento” y “aparición” permanecen necesariamente asociadas a la presencia del acentuado vacío»16. Ahora bien, este surgimiento «fosilizado en un instante» que apenas se recorta sobre un «espacio opaco y denso, un vertical y terroso espejo que no es ni cielo ni desierto, sino ambas cosas a la vez», este acontecimiento abrupto y repentino, es también, y de un modo esencial, hundimiento y caída. Sin embargo, la cabeza del perro se asoma, semihundida, y esto es lo que cuenta: nada importa el desde dónde ni el hacia dónde. Se asoma en esa frontera de la realidad, en ese borde que señala la diferencia entre el ser y la nada, entre el aparecer y el desaparecer, entre el lenguaje y el silencio.

      No solo la realidad, sino también el propio yo del artista inmerso en la ensoñación nocturna sufre «pérdidas de ser». Sueños diurnos son todavía los Caprichos, protegidos de las potencias abismales por el escudo moral de la sátira. Aunque ya participan de la vida nocturna de los otros sueños, los de la Noche, aún constituyen los devaneos caprichosos de un sujeto con historia, de un hombre que se autorretrata en el frontispicio de la serie con la suficiencia y la despectiva distancia del satírico. La mirada ilustrada de Goya toma distancia y asciende hasta brillar a gran altura, si bien la enfermedad y el desengaño la harán caer violentamente, como derribada por un tiro. Será en las pinturas de su Quinta —sita en las afueras de Madrid aunque en el centro (sin centro ya) de Goya—, pero sobre todo en los Disparates (esas láminas que disparan a la altanera mirada que sobrevuela el mundo), cuando del cogito del pintor nazca, por una suerte de partenogénesis, una plétora de sombras y fantasmas. Las ensoñaciones nocturnas de Goya comparten con los sueños ese «misterio de ontología» al que alude Gaston Bachelard, el desconcierto ontológico que provoca la existencia misma de las imágenes oníricas. Sin duda, hay en estas, como en la obra más íntima del pintor aragonés, algo que nos despierta de nuestro adormecimiento (el adormecimiento diurno que nos oculta a la realidad del sueño) y se anuncia en un sujeto, pero para abrirnos a un silencio más profundo, al ensimismamiento progresivo de ese mismo sujeto. La hipertrofia del yo, alimentada por la enfermedad y la soledad, desemboca en la hemorragia interna de ese mismo sujeto y acaba haciendo estallar la frágil estructura que mantenía en pie las cuatro paredes de su personalidad: ningún sujeto, en efecto, parece que pueda formularse ya en estos sueños sin historia y sin futuro de los Disparates; unos sueños urdidos por una suerte de imaginación anónima e intemporal en los que el soñador hace equilibrios por la delgada orilla que circunda el mundo, más allá (o más acá) del ser y de la nada. Sueño sin fin que nos pone en contacto con lo que no tiene fin y, a través del olvido, con el recuerdo del Desastre.

      Olvidar, y el olvido primordial es el olvido de sí, para recordar que, en la hondura interminable del Afuera, todo lo que está por llegar ya ha llegado.

      1 Sobre las distintas fuentes que recogen la morada aérea de los demonios, véase Delumeau (1989).

      2 En concreto, la imaginatio es la facultad de retención de las formas ausentes (el sensus communis o la koiné aisthesis de Aristóteles); la phantasia, en cambio, es la facultad de la reelaboración de los fantasmas retenidos por la imaginatio. Pero, como advierte Ferraris, esta pareja «fantasía-imaginación» se encuentra a nivel histórico en un «acontecer de traducciones problemáticas», de modo que no pocas veces aquellas primeras significaciones se confunden e invierten. Como nos es imposible abordar en el ámbito de este trabajo tan difícil cuestión, remitimos al lector a la sugestiva obra de Ferraris (1996): 11-19, adoptando aquí el criterio más funcional y genérico que hace equivalentes ambos términos (después de todo, «fantasía» es solo una transliteración de la palabra griega y el término «imaginación» está emparentado con la forma griega más antigua visio) y pensando que en algo al menos se igualan, a saber: «en su común irrealidad».

      3 Puede verse al respecto el libro de Zolla (1968).

      4 Cf. Glendinning (1976): 273-292.

      5 D’Angelo (1999): 163.

      6 Cit. en Zolla (1968): 84.

      7 Blanchot (1992): 250.

      8 Argan (1983): 71.

      9 Un magnífico estudio de la idea neoclásica de la muerte como figura es el citado de Argan (1983): 79.

      10 Starobinski (1988): 46.

      11 Blanchot (1990): 10.

      12 En adelante, cuando se trate de una obra conservada en el Museo del Prado, sobre todo al referirnos a los dibujos de Goya, utilizaremos la abreviatura MP.

      13 Lévinas (2000): 39.

      14 Gassier y Wilson (1970): 310.