A 50 años del 68. Palinuro de México. Carmen Villoro Ruiz

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Название A 50 años del 68. Palinuro de México
Автор произведения Carmen Villoro Ruiz
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9786075476469



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por los mares de la condición humana, las aguas de las emociones, sentimientos, experiencias de todos aquellos con quienes se encuentra en su viaje de vida, desde su nacimiento, incluso hasta su muerte. Conocimiento y espíritu lúdico son los elementos que ayudan a surcar las aguas de su navegación.

      Apasionado de la historia, Fernando del Paso enfoca su mirada en periodos y sucesos determinados de México, sin embargo, no se queda fija en un punto solamente; trata de aprehender el todo: superficie y fondo, por medio de la fantasía que nos descubre la realidad. Y si cada libro responde —corresponde— a una inquietud, al mismo tiempo interroga. Del Paso logra dar voz a sus personajes a través de investigaciones meticulosas, detenidas, sin prisa. Palinuro de México toma como marco temporal para su presente narrativo el movimiento estudiantil del 68. Por ello nos parece pertinente, con la participación del autor y de algunos especialistas sobre su obra y sobre esos hechos históricos, detenernos a pensar una vez más en la experiencia íntima y colectiva que ellos significan.

      No había pasado mucho tiempo desde los sucesos de 1968 cuando el autor se dedicó de lleno a escribir Palinuro de México; la herida de Tlatelolco todavía estaba abierta. Nuestro autor logró captar los discursos políticos, pero también los propios de la juventud mexicana, como quien escucha el bufido de un remolino, pero también logra distinguir con sensibilidad el leve sonido del viento.

       Introducción

      Carmen Villoro

      En el año 2018, último de la vida de Fernando del Paso, me fue encomendada la noble tarea de diseñar y echar a andar la Cátedra de Arte, Poética y Literatura que lleva su nombre en la Universidad de Guadalajara y que pretende, además de custodiar y difundir la obra del escritor, contagiar a los lectores universitarios del gozo y la libertad creadora que ella inspira.

      Una de las actividades que se llevaron a cabo con este fin fue el Coloquio Palinuro de México a 50 Años del 68, en el que se invitó a escritores y académicos especialistas en la obra del escritor a dialogar en torno a ella y a los sucesos políticos que dieron contexto a la novela y marcaron con una cicatriz indeleble nuestra historia: 2 de octubre no se olvida. Agradezco al rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) en turno, doctor Héctor Rául Solís Gadea, y a la maestra Karla Planter, secretaria académica de esa administración, por el apoyo incondicional para la realización del coloquio.

      Como conferencistas magistrales asistieron Elena Poniatowska y Juan Villoro. La primera, presentada en el coloquio por Teresa González Arce como “princesa ventanera”, de esas cuya curiosidad no les permite quedarse en casa, vino a hablarnos de su larga amistad con Fernando del Paso y de su admiración por la novela en cuestión. Dice Elena: “Palinuro de México es un bólido que viene desde el fondo del tiempo, una catarsis, un huracán, un tratado de ciencia médica, una polifonía, una narrativa sin entrada ni salida y es, ante todo, la gran novela del 68”. Juan Villoro fue presentado por Patricia Córdova Abundis, quien además fue la anfitriona ante el público del coloquio en el Departamento de Letras del CUCSH. Córdova Abundis destacó de Villoro “su incuestionable pericia para ver la verdad giratoria de las cosas”, y con esa mirada, el escritor nos presenta un lúcido análisis de la función de la pieza dramática “Palinuro en la escalera” en el cuerpo de la novela: ser esa voz intacta que cobra actualidad cada vez que se pronuncia.

      Elizabeth Corral hace una relectura de la representación artística del movimiento estudiantil del 68 en Palinuro de México, destacando sobre todo algunos aspectos estéticos y ciertas marcas ideológicas de los personajes. Gerardo Gutiérrez Cham nos hace ver cómo en la novela Palinuro de México “el organismo humano, más allá de su materialidad física, puede ser leído como un enorme receptáculo simbólico donde convergen perspectivas de la historia, la religión, las artes, la filosofía”. Gilda Wildman nos lleva, de la mano de Palinuro, a hacer un recorrido por el centro histórico de la Ciudad de México. Héctor Iván González aborda la relación de Palinuro de México con el Ulises de James Joyce, a partir de la intertextualidad de estas obras con el canon grecolatino, y desarrolla el vínculo que tienen dos personajes fallecidos en sendas novelas. Por último, con un texto lleno de humor y agilidad estilística, Gabriel Gómez López compara sus experiencias como médico, lector y escritor con el personaje principal de la novela Palinuro de México.

      Todos esos ensayos integran este libro. Hoy nos alegra haber contado en el coloquio con la presencia viva de Fernando del Paso. Se fue con la certeza de su legado inmarcesible. Lo muestra la fotografía que tomó Alejandro del Paso donde aparece el maestro con sus lentes color naranja en los que se refleja un auditorio pletórico de muchachas y muchachos en estado de curiosidad y espera. Lo que enraizó esos días de barbecho lo sabrán las generaciones venideras, los futuros lectores de nuevos, inspirados escritores.

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       1 En Palinuro de México cabe todo lo que hay en el mundo

      Elena Poniatowska

      Antes de leer Palinuro de México, fui al Convento del Carmen, en la avenida Revolución, a ver representada, en el sótano —una cueva lóbrega con una peligrosa escalera de piedra—, la obra de teatro Palinuro en la escalera. Fue una tortura. ¿Eran actores o eran suicidas? Los jóvenes sesentayocheros actuaban al filo de cada escalón, a punto de quebrarse el corazón, y los espectadores nos manteníamos con el Jesús en la boca y los ojos dilatados por la posibilidad de una muerte súbita. Afuera esperaba una ambulancia de la Cruz Roja. Después del terror inicial, me convencí de que los muchachos eran actores —¿no lo somos todos?— y que, al igual que los de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, se disponían a arrojarse al movimiento estudiantil de 1968.

      Palinuro en la escalera se inició en toda su dimensión la tarde en que el ejército decidió tirar de un bazucazo la puerta de San Ildefonso, punta de flecha de la masacre del 2 de octubre de 1968. Esa noche, en el Convento del Carmen, reconocí a Palinuro y lo vi herido casi a punto de morir —aunque no murió en Tlatelolco—, tirado en unos escalones en los que también aparecían un burócrata, una portera, un policía, un médico borracho y un cartero a quienes Del Paso convirtió en personajes de la commedia dell’arte: Arlequín, Scaramouche, Pierrot, Colombina y Pantalone. No entendí si hacía escarmiento del movimiento estudiantil o si los jóvenes habían adivinado que serían los héroes de una tragedia que sólo ha sido superada por la de la desaparición de los 43 jóvenes de la Normal Rural de Ayotzinapa en 2016.

      Cuando el doctor Arnaldo Orfila Reynal se disponía a lanzar la nueva editorial Siglo XXI tras ser expulsado de la dirección del Fondo de Cultura Económica, en 1967, por atreverse a publicar Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, decidió que el primer libro de su colección de literatura sería la obra de un joven autor, un publicista inédito en el que puso toda la fe del nuevo siglo. Como en ese momento la sede de la editorial estaba en La Morena 430 esquina con Gabriel Mancera, o sea en mi casa, me enseñó las galeras.

      —¿Qué te parece, m’hijita? Hoy viene el muchacho, es bueno que lo conozcas.

      ¿Cómo era Fernando del Paso la primera vez que lo vi en el despacho de Orfila Reynal en 1967 y puso en el escritorio de este su novela José Trigo? Igualito a como lo ven, aunque creo que ahora es menos obsesivo. A la semana, don Arnaldo Orfila Reynal sentenció —porque el lanzamiento de un libro es siempre una flecha al aire y una condena.

      —No lo he terminado —dijo Del Paso; aquel muchacho delgado de pelo oscuro y ojos alarmados tras de unos anteojos demasiado grandes se atemorizó.

      —No importa, lo va terminando mientras lo imprimimos —afirmó Orfila.

      Así le arrebató Orfila su manuscrito a Fernando del Paso, quien lo terminó cuando el resto de los capítulos estaba en prensa. Habría podido seguir escribiéndola de aquí a la