Название | El carácter de la filosofía rosminiana |
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Автор произведения | Jacob Buganza |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Biblioteca |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786075028804 |
... nuestro intelecto por sí solo no sólo no entiende, sino que no existe siquiera sin la luz innata, que según nuestra filosofía es la idea del ser, siendo ella aquélla que por una parte hace brillar al alma, y por la otra aplicándola nuestro espíritu a las cosas subsistentes que sentimos, la vuelve inteligente y racional, y a éstas entendidas y conocidas o aptas para ser tales. 117
La luz del intelecto es la que vuelve inteligibles a los objetos que en potencia lo son (id quod facit alia cogniscibilia, dice la Escuela), de suerte que es la que nos permite conocer, y también juzgar, todas las cosas que conocemos y juzgamos. Pero esta luz, que en nuestro caso es la idea de ser, es del todo indeterminada, abstracta, universal, y por ello no nos da per se algo particular, subsistente, determinado, concreto.
Para que podamos tener la cognición de algún individuo real y determinado, es necesario que éste, modificando con su actividad el sentimiento fundamental de nuestro yo, lo estimule para ver esta actividad en la luz innata, en la idea del ser; tiene que conectarla con ésta, para mirarla en relación con ella, reconociendo ahí un ente más o menos determinado. Entonces, este ente determinado, iluminado por la luz innata, o sea, objetivado por la idea del ser, se encuentra aplicado en un cognoscible determinado que nos sirve de medio para conocer aquel ente determinado, por ejemplo, un tulipán, un caballo, un hombre, o en su forma real como entes subsistentes, o bien en su forma ideal como entes posibles, hecha la abstracción de su subsistencia. 118
Con base en esta doctrina, diversos pasajes tomistas adquieren mayor claridad. Es más fácil penetrar en ellos, ya que es la idea de ser lo primero que cae en nuestra mente, conociéndose aunque sea de manera indeterminada antes de cualquier determinación de la que es susceptible por naturaleza.
Nec tamen oportet quod etiam ipsum lumen inditum sit primo a nobis cognitum. Non enim eo alia cognoscimus sicut cognoscibili, quod sit medium cognitionis; sed sicut eo quod facit alia cognoscibilia: unde non oportet quod cognoscatur, nisi in ipsis cognoscibilibus: sicut lux non oportet quod videatur ab oculo, nisi ipso colore illustrato. 119
Una cosa es intuir y otra advertir; una cosa es que algo esté presente, y otra que sepamos que está presente. Es lo que sucede con la idea de ser. Santo Tomás en este pasaje dice a nobis cognitum, y no nobis notum, de suerte que habla de la idea de ser en el segundo sentido, es decir, como advertido. Se trata, en este caso, de un conocimiento reflejo, no de un conocimiento intuido. Esto nos hace caer en la cuenta de que la luz innata o idea de ser puede considerarse en dos estados: (i) en sí misma, separada de toda otra cosa y relación; y (ii) aplicada a los subsistentes y reales cuando estos actúan sobre nuestro sentido fundamental y nos hacen sentir una determinada actividad e influencia. 120 En ambos casos la luz del intelecto está presente, pero de manera diversa. En el primer caso, no conocemos todavía nada, sino que es la condición de posibilidad para conocer de forma inteligible; en el segundo caso, tal condición está atemáticamente presente, ya que los entes particulares, y las ideas particulares también, son inteligibles merced a la luz de la inteligencia.
Cuando Rosmini habla de que el ser ideal se conoce, lo hace pensando en (i) y no en (ii). En efecto, cuando Rosmini afirma que la idea de ser es lo primero que se conoce, se trata de una cognición sólo impropiamente, es decir, ingénita e indeterminada a la que habría que denominar con propiedad “intuición”. En esto coinciden Santo Tomás y Rosmini de nuevo, porque la tesis que dice primo quod cadit in intellectu est ens, es repetida en muchos lugares por el Aquinate, 121 y esto que cae en el intelecto, aunque éste no lo advierta hasta después, es intuido, y la intuición es un modo de conocimiento; por tanto, es lo primero que se conoce, aunque sea nebulosamente. Por ello, tiene razón Puecher al decir:
... para que Rosmini se opusiese en esto a Santo Tomás sería necesario que enseñase que el ser ideal es la primera cosa, el primer objeto que nosotros percibimos y conocemos como verdadera y propia cognición, como cognición adquirida y aunada a nuestra consciencia que nos vuelve aptos para decir: yo conozco, yo sé ésta o aquella cosa determinadamente. Pero el hecho es que Rosmini enseña más bien expresamente lo contrario, a saber, enseña, de acuerdo con Santo Tomás, que la luz innata, o sea, el ser ideal, es en cambio una de las últimas cosas, de los últimos objetos que revelamos, que conocemos, que advertimos; enseña que un conocimiento tal es sólo fruto de profundas meditaciones, de análisis sutilísimos, de perspicacia, porque el ser ideal innato, como objeto separado y distinto de nuestra reflexión, no se tiene, no se apresa más que mediante la abstracción llevada hasta su último término, siendo que es lo último que se encuentra, diré así, en nuestros conocimientos, luego de descargarlos de todas sus determinaciones, menos la posibilidad. 122
Lo primero que conocemos, según la doctrina tomista, son los entes subsistentes, de los cuales abstraemos las ideas que les corresponden. El propio Rosmini enseña que la primera función de nuestro espíritu es el giudizio primitivo, mediante el cual, una vez que recibimos las primeras sensaciones decimos de inmediato y casi automáticamente “aquí hay un ente”, determinado de esta y otra manera, y que modifica a mis sentidos de esta forma. En esto también concuerda el Santo Doctor, quien en afirma de forma reiterada que el objeto propio de nuestro intelecto es la quidditas rei materialis. Este es el primer objeto del intelecto, pero sólo cronológicamente hablando. No es el único ni puede serlo, “justamente porque el hombre no podría conocer al ente subsistente e individual, si no poseyese ya precedentemente la idea del ser universal, pues sin él no podría darse el juicio primitivo requerido.” 123
Lo anterior equivale a la afirmación tomista-rosminiana de que el hombre nace con la luz de la razón. No la adquiere de otro lado, sino con el nacimiento. Se trata de aquella luz que brinda inteligibilidad a las cosas que conocemos. Por ello, se trata del objeto inteligible por excelencia, ya que es inteligible por sí mismo, así como la luz lo es. Se trata del objeto previo a toda cognición propiamente dicha, porque en el intelecto se encierra por esencia lo “entendido” (el entendimiento implica que algo ya se conoce), y este entendido de modo atemático o implícito es la idea de ser en universal.
Advierte Puecher que, en efecto, Santo Tomás no enseña propiamente que la luz del entendimiento sea el ente innato o ideal, o “ser ideal”, en terminología rosminiana. Lo hace, y ésta es la interpretación de Puecher, implícitamente, y de facto es consecuencia de los principios de su sistema. Es doctrina rosminiana esta tesis, contenida de manera amplia en Il rinnovamento della filosofia in Italia, en donde se lee: (i) si el ente es lo primero conocido (noto), lo que es necesariamente conocido (noto), no puede ser ignorado; (ii) si el ente se convierte con el verum, es decir, si el ente y la verdad son la misma cosa secundum rem, entonces lo primero que es conocido es la primera verdad; (iii) si la luz del intelecto agente es innata a nosotros; (iv) si la luz del intelecto agente es la impresión que tenemos nosotros de la primera verdad; (v) si en la primera verdad vemos las otras cosas; (vi) y si cuanto conocemos lo conocemos con la luz del intelecto, que es (iv), se siguen dos consecuencias muy firmes: (vii) el ente en universal es una idea innata en el espíritu humano y (viii) en el ente y por medio del ente intuido, como el principio quo cognoscitur, conoce el hombre todo aquello que conoce. 124
Nadie niega que sobre el ser ideal se vuelva más tarde, y que el objeto propio del conocimiento humano sea la quidditas rei materialis. Pero lo que se debe distinguir es el sentido y el intelecto, dado que este último es diverso de aquél en razón del modo en que conoce. Y es que el ser ideal no está dentro del campo visivo de los sentidos; por ello es que al intelecto corresponde su visión. Lo que ha hecho Rosmini, y es la opinión de Puecher, es dotar de mayor exactitud al lenguaje filosófico, al decir que la luz del intelecto no es otra cosa que la idea de ser en universal, el ser ideal, sustituyendo a aquella metáfora con un lenguaje más preciso y claro. Por tanto, con Rosmini se encuentra una evolución en el pensamiento que viene desde los padres de la Iglesia, máxime con San Agustín, y que en Santo Tomás aparece robustecido. Con Rosmini adquiere mayor precisión el lenguaje filosófico; no enseña el roveretano algo distinto en substancia al sistema tomista, sino que indica con mayor claridad el principio gnoseológico que ya desde antaño enseñaba el filósofo y teólogo de Roccasecca.
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