Название | El carácter de la filosofía rosminiana |
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Автор произведения | Jacob Buganza |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Biblioteca |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786075028804 |
Dios no agota lo “divino”. Dios es divino, pero no todo lo divino es Dios. Para que algo sea divino basta con que sea infinito bajo algún respecto. Dios es infinito bajo todos los respectos, pero la idea de ser no, ya que esta última no es, por ejemplo, el ser real o subsistente. El ser ideal no equivale al ser real. Luego, el ser ideal no es infinito bajo todos los respectos. En consecuencia, no es Dios, sino sólo algo divino. En este sentido, no es equivalente afirmar que “Dios es verdad” o “Dios es luz”, a decir que “La verdad es Dios” o “La luz es Dios”. Esta segunda forma expresaría, en la opinión de Rosmini, el error de los platónicos. No es otra la causa por la cual el filósofo roveretano recurre a las palabras de San Juan, en cuyo Evangelio se afirma que “A Dios ninguno lo ha visto (Deum nemo vidit numquam)” (Jn. 1, 18). Pero si Dios fuera la idea dell´essere, entonces habría que afirmar “che ciascuno lo vede per natura”. 86 Rosmini, por supuesto, no va en contra de la Revelación, sino que la acepta de buen gusto. La filosofía, en este tono, tiene como cometido intelligere ut credam, como diría San Agustín, porque para Rosmini la filosofía apunta indudablemente al cristianismo. De esta suerte, la filosofía rosminiana propone que aunque la idea del ser universal, que equivale a la luz natural de la razón, tenga su origen en Dios, no es Dios. A Dios sólo puede vérsele precisamente a través de la gracia, es decir, de la fe sobrenatural que Dios participa a la criatura.
Ahora bien, hay que admitir que Rosmini sostiene que en el hombre hay algo divino, pero esto “divino” no es Dios, sino el essere ideale. En otras palabras, el hombre no es Dios pero sí posee algo divino. Lo que hace aquí Rosmini es expresar filosóficamente una tesis que es patrimonio común del cristianismo. En palabras de Prudencio, en su Apotheosis, la tesis se expresa así:
Ten por cierto que el alma no es Dios, pero ten por cierto que es superior a todo lo creado; ten por cierto que ella también ha sido creada. Y es que ha sido moldeada con el más bello aspecto y acicalada con atributos divinos y llena de Dios y semejante a su creador. Sin embargo ella en sí no es Dios, porque no es generación sino hechura de Dios. 87
Sólo en el sentido de que el hombre participa de algo divino es que podría afirmarse la confusa tesis de que Rosmini es un ontologista, ya que afirma reiteradamente que la luz de la razón es algo divino, pues participa de la verdad divina. Empero, aún con todo sería posible refutar la verdad de esta tesis, porque la definición de Vincelette expresamente afirma (en ii) que el ontologismo propone que se visualiza un componente de Dios. Pero la idea de ser no es necesario hacerla equivaler a un componente de Dios, sino sólo a un elemento “divino”, que no es lo mismo.
Otro problema implica el afirmar que la idea de ser ha sido dada por Dios directamente. Vincelette lo sostiene, lo cual quiere decir que la luz de la razón es innata. 88 En este punto no se puede más que asentir a la tesis del estadounidense, pero en este caso prácticamente la totalidad de los sistemas que tienen inspiración en la Revelación caerían en el ontologismo, porque para todos ellos Dios ha creado al hombre y, por tanto, la razón (o mejor, la inteligencia humana) es una creación suya.
Curiosamente, tal parece que lo más efectivo para afirmar el ontologismo de Rosmini se encuentra en las pruebas a priori de la existencia de Dios. En efecto, puede alcanzarse la existencia de Dios a partir de la reflexión sobre la idea de ser, ya que esta última es inmutable, eterna y necesaria; pero el hombre no tiene la fuerza o potencia suficiente para producir una idea de tal naturaleza, porque de lo contrario habría que afirmar que el hombre, que es un ente finito, cambiante y contingente, es capaz de producir una idea con esas características, siendo así entitativamente la causa menor a lo causado. Por ello, la idea de ser sólo puede ser originada por una causa análoga o superior a lo causado; y una inteligencia tal sólo puede ser Dios. Por tanto, como de hecho la idea de ser es intuida, se deduce que Dios existe. 89 Pero aquí ya no llega Vincelette. En su texto, el estadounidense no expone las pruebas a priori de la existencia de Dios que Rosmini reduce a cuatro. Nos parece que desde esta perspectiva, y siendo correcta la definición de Vincelette, Rosmini puede ser considerado ontologista.
3. Conclusión
Con lo dicho, Rosmini podría ser considerado ontologista sólo bajo el punto de vista de que se esfuerza por demostrar la existencia de Dios de manera a priori. Pero si esto es correcto, da la impresión de que el juicio de Vincelette, expresado al inicio de su exposición sobre Rosmini, no es verdadero del todo, porque afirma que “El fundador del ontologismo fue Fr. Antonio Rosmini-Serbati”. 90 Mas si para ser considerado ontologista basta con sostener pruebas a priori de la existencia de Dios, nos parece que otros antes que él lo han hecho de manera contundente.
La luz del intelecto agente, como la idea de ser desde el rosminianismo decimonónico
1. Introducción
Las polémicas entre tomistas y rosminianos han estado presentes desde los tiempos en que el propio Rosmini escribía. Tales disputas tienen por objeto prácticamente todas las partes de la filosofía. 91 Pero a nosotros nos interesa una sola en este momento, a saber, la equivalencia entre la idea de ser y la luz del intelecto agente, que desde aquellos años se debatía. 92 Tenemos clara consciencia de que la historia de la polémica es amplísima, y que sólo para alcanzar el status quaestionis sería necesario dedicar una obra exclusivamente a clarificarla (por ejemplo, sólo revisar los argumentos en contra del rosminianismo elaborados en el seno la revista jesuita Civiltà Cattolica nos llevaría cientos de páginas). Por ello, no presentaremos los argumentos para contrarrestar la lectura rosminiana del intelecto agente; no tenemos más intención en este trabajo que retomar los argumentos de Francesco Puecher, por un lado, y los de Giuseppe Petri, por otro, que son defensores de la gnoseología rosminiana durante el siglo xix, a la que ven muy de acuerdo con la ideología tomista y buscan erradicar de cualquier sombra de sensismo.
Lo anterior no quiere decir que dejemos de lado al propio Rosmini, por el contrario, nos referiremos con frecuencia a dos obras suyas: Il rinnovamento della filosofia in Italia y su Aristotele esposto ed esaminato. Finalmente, elaboraremos una reflexión conclusiva, teniendo en cuenta lo dicho a lo largo del texto. Cabe considerar que todavía hoy sigue presente en la discusión esta controversia, como puede comprobarse leyendo la reciente obra de Franco Percivale intitulada Illuminazione e astrazione nel pensiero di Rosmini, muy actual. 93 Empero, a nuestro juicio, aunque no lo demostraremos en este momento, los argumentos rosminianos esenciales para defender que la luz del intelecto agente es la idea de ser ya se encuentran en los autores del siglo xix, máxime en Rosmini, Puecher y Pietri. 94
2. Puecher y Pietri: defensores de la gnoseología rosminiana en el siglo XIX
Tomaremos como guía general para este trabajo las interesantes reflexiones de Francesco Puecher, publicadas en varios números de la revista milanesa Cronaca, debido a la lucidez con la cual trabaja el argumento, retomamos las preclaras observaciones de Giuseppe Pietri, sin despreciar a otros autores muy valiosos como Sebastiano Casara, al que tenemos muy presente. 95 La intención general de las pesquisas de Puecher y Pietri consiste en sostener la conformidad entre las doctrinas rosminiana y tomista, en torno a la “ideología”, que es la gnoseología de hoy.
Partamos recurriendo al argumento fundamental para demostrar la conformidad entre las dos doctrinas. Puede decirse, a nuestro juicio, que este es la base de todas las sucesivas pruebas que puedan argüirse. En efecto, la conformidad entre el rosminianismo y el tomismo se establece destacando los paralelismos entre las dos concepciones de la “luz de la razón”. La luz de la razón, para el Aquinate, es algo innato al hombre; está dada al hombre con su nacimiento. La luz de la razón no la adquiere el hombre como una “idea determinada”. Se trata de un ingenito lume, que Dios le ha dado a cada ente inteligente:
Luz llamada por el Angélico a veces luz de la razón, a veces luz del intelecto agente, otras luz natural y semejantes; al cual ella atribuye el origen y certeza de todo nuestro saber, así como la regla de todo juicio nuestro. Certitudinem scientiae habet aliquis a solo Deo qui nobis lumen rationis indidit (Q. XI de Magist. a. 1). Lumen intellectus agentis est nobis immediate impressum a Deo, et secundum quod