Название | Cartas (I) |
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Автор произведения | Josemaria Escriva de Balaguer |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788432152597 |
Al proceder así san Josemaría daba a la palabra “carta” un significado análogo al que tiene en bastantes autores de la época clásica y, después, en la tradición eclesiástica. Es decir, una exposición detenida y detallada de un tema, o de una serie de temas relacionados entre sí, dirigida no a una persona determinada, sino a un conjunto amplio, e incluso universal, de personas. Y esto con las características propias del estilo epistolar, es decir, familiar y directo, con hondura espiritual e intelectual, pero evitando formalismos y todo tono doctoral o académico. «Mis Cartas —escribe en una de ellas— [...] son una conversación de familia, para daros luz de Dios y […] para que conozcáis algunos detalles de nuestra historia interna»[4]. Y en otro lugar: «Mis Cartas no son un tratado [...]. Os diría también ahora que son voluntariamente desordenadas. Algunos conceptos, que quiero que se mantengan muy precisos y con mucha claridad en vuestra inteligencia y en vuestra vida, los repetiré de palabra y por escrito mil veces. […]. No penséis que pretendo agotar los temas que toco. No es ésta mi finalidad»[5]. La lectura de los documentos que ahora se comienzan a publicar pone de manifiesto que san Josemaría se mantuvo fiel a esa intención: no habla como un pensador que reflexiona especulativa y doctoralmente sobre una realidad, sino como el padre y fundador de una obra a la que trasmite un mensaje que está destinado a convertirse en vida.
¿De qué tratan estas Cartas?[6] Aunque no siempre abordan un tema de modo monográfico, puede esbozarse una clasificación según su contenido predominante, teniendo en cuenta que en muchos casos se intercalan amplias digresiones, reflexiones o recuerdos, sobre cuestiones diferentes, lo que quita a la exposición, como se ha dicho, toda impresión de tratado o de exposición sistemática.
Diez Cartas abordan aspectos o facetas del espíritu del Opus Dei, como la santificación de la vida ordinaria; la busca de la santidad y la vida de oración, siendo contemplativos en medio del mundo; la humildad, condición indispensable para crecer en la vida espiritual; el carácter secular de la vida y del apostolado de los miembros del Opus Dei; la libertad y responsabilidad en las cuestiones temporales; la santificación del trabajo; la misión específica del Opus Dei, en el contexto de la unidad y diversidad en los modos de participar los cristianos en la misión de la Iglesia; la vocación a la Obra, como llamada a santificarse en el propio estado; la santificación de la vida matrimonial y familiar; la labor de administración doméstica, condición para el desarrollo del espíritu de familia del conjunto del Opus Dei.
Otras siete se dedican a distintos aspectos del apostolado: el apostolado de amistad y confidencia, parte esencial de la labor evangelizadora de los miembros del Opus Dei; el apostolado con la juventud; el que se realiza a través de las labores de educación y enseñanza y de los medios de comunicación social; las características de las obras apostólicas promovidas por los fieles del Opus Dei; el compromiso de celibato y la disponibilidad para el servicio al apostolado; el inicio de la labor apostólica en nuevos países.
Cuatro más hablan del sacerdocio en el Opus Dei: de la necesidad de los sacerdotes para el desarrollo de la Obra; de la cooperación orgánica entre presbíteros y seglares y del espíritu de servicio, rasgo básico del comportamiento sacerdotal.
Otras siete desarrollan temas relacionados con la formación de los miembros del Opus Dei: la necesidad de la preparación espiritual y doctrinal religiosa para el cumplimiento de la misión cristiana en el mundo; la importancia del estudio de la teología; la unión con el Magisterio en todo tiempo y singularmente en los momentos de cambio y de crisis doctrinal; la seriedad, profundidad y conciencia de servicio en la investigación filosófica y teológica; las condiciones fundamentales para un verdadero diálogo, tanto en la vida ordinaria como en el terreno doctrinal: amor a la verdad, respeto a los demás, comprensión, estudio; la fortaleza en la fe y en la fidelidad al depósito de la Revelación.
En otras diez Cartas encontramos una preponderancia de cuestiones históricas —entremezcladas con temas ascéticos y explicaciones sobre los rasgos fundamentales del espíritu del Opus Dei—, especialmente acerca del itinerario jurídico de la institución y de las dificultades que han jalonado la historia de la Obra: la erección como instituto secular, con los rasgos, limitaciones y ambigüedad de esa figura jurídico-canónica y los riesgos derivados del modo en que fue aplicada; el hecho de que el Opus Dei no necesita votos, sino que pide virtudes: importancia tanto de las virtudes teologales como de las humanas, en la formación y en la vida de los fieles del Opus Dei; actitud ante las dificultades y calumnias: saber perdonar, pero sin dejar de manifestar la verdad sobre el espíritu y la vida propias; la secularidad, rasgo esencial del espíritu del Opus Dei: necesidad de vivirla y de defenderla; urgencia en alcanzar de la Santa Sede un cambio en la configuración jurídica de la Obra[7].
II. Prehistoria y proceso de redacción del “ciclo de las Cartas”
¿Cuándo y cómo escribió estas Cartas? Ya en la década de 1930, como hemos dicho, pensaba en ellas para que pudieran ayudar, a quienes se iban uniendo a él, a profundizar en los ideales y horizontes que les había abierto mediante la predicación o en charlas personales. El 24 de abril de 1933 escribe en sus Apuntes íntimos: «Dios mío: ya lo ves suspiro por vivir sólo para tu Obra, y en lo espiritual dirigir toda mi vida interior a la formación de mis hijos, con ejercicios, pláticas, meditaciones, cartas, etc.»[8]. Dos meses después, al concluir los ejercicios espirituales que realizó ese año, anota: «Propósito: terminado el trabajo de obtención de grados académicos, lanzarme —con toda la preparación posible— a dar ejercicios, pláticas, etc., a quienes se vea que pueden convenir para la O. [Obra], y a escribir meditaciones, cartas, etc., a fin de que perduren las ideas sembradas en aquellos ejercicios y pláticas y en conversaciones particulares»[9].
En 1934 y 1935 redactó tres documentos destinados a los miembros del Opus Dei, e inició un cuarto, que no completó hasta 1950. No usó, sin embargo, el calificativo de “cartas”, sino otro diverso: el de “instrucciones”. Se trata, en efecto, de escritos que, como indica su nombre, aspiran a ofrecer orientaciones y normas concretas de acción, teniendo presentes tanto principios básicos como realidades circunstanciales[10]. La intención de san Josemaría era dar prioridad a las Instrucciones y a otros documentos necesarios para el gobierno y el desarrollo del Opus Dei, dejando para un segundo momento las Cartas, como se lee en una de ellas: «Hay escritos míos, las Instrucciones, que, por su naturaleza, no los detengo: os los entrego enseguida, para que los meditéis y los pongáis en práctica. (…) Las Cartas —en cambio— pueden esperar y, a veces, deben esperar: no sé cuándo llegará, la que ahora escribo a vuestro poder. No os hacen falta estos documentos, al menos inmediatamente, porque todo lo positivo ya lo vivís, y lo vivís bien»[11].
El curso de los acontecimientos hizo que la preparación y redacción definitiva de las Cartas se hiciera esperar, pero las fue preparando desde antiguo. Durante toda su vida anotó y reunió materiales que le servirían para diversos propósitos: tomaba apuntes —breves en unos casos, más extensos en otros— con los frutos de su oración personal y de la experiencia, y los conservaba —con frecuencia guardados en sobres— con vistas a su meditación personal, a su predicación o, eventualmente, a la redacción de escritos. Esos materiales —muy variados: frases incisivas, párrafos largos relativamente elaborados, esquemas más o menos desarrollados, guiones o esbozos de meditaciones, quizá algún borrador extenso…— pudieron ofrecer la base para las Cartas que ahora nos ocupan, junto a las trascripciones de sus meditaciones y charlas, que a lo largo de los años las mujeres y hombres del Opus Dei se preocuparon de recoger[12].
Hasta