Название | El Fantasma De Girolamo Riario |
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Автор произведения | Ivo Ragazzini |
Жанр | Современная зарубежная литература |
Серия | |
Издательство | Современная зарубежная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788835415763 |
¿Es verdadera o falsa la historia de que Catalina Sforza mostró sus vergüenzas desde las almenas de la fortaleza de Forlí cuando sus enemigos le pidieron que se rindiera? ¿Qué hizo entonces?
Y muchas más cosas que descubriréis y entenderéis vosotros mismos durante la lectura.
Por tanto, os deseo una buena lectura y un buen redescubrimiento de este acontecimiento histórico completamente olvidado.
Y si, después de haber leído este libro, alguien se encuentra por casualidad con el fantasma, estoy seguro de que lo entenderá mucho mejor que antes.
Forlí, otoño de 2010
En una pequeña habitación no muy alejada del centro histórico, un investigador de fenómenos biomagnéticos, o un cazafantasmas si preferís llamarlo así, entrevista a algunos testigos de misteriosos hechos y presencias.
—¿Ha visto por tanto al fantasma, señora? —preguntó el investigador mientras entrevistaba a la señora, que deseaba permanecer en el anonimato.
—¡Sí! Aparece más a menudo al atardecer, o tal vez se vea mejor hacia esa hora —respondió la señora.
—¿Lo ha visto más veces?
—Sí —respondió de nuevo la mujer.
—¿Dónde y cuándo lo ha visto?
—En el palacio comunal de Forlí. Una vez lo vi fuera, en la Piazza Saffi,2 suspendido en el exterior del muro, junto a una ventana del primer piso del palacio —respondió la señora.
—¿Quiere decir que estaba de pie sobre el antepecho de una ventana o sobre una cornisa del muro? —pidió que precisara el investigador.
—No, estaba alejado del muro y parecía suspendido en el vacío.
—¿Tal vez estaba suspendido sobre una cornisa antigua que ya no está en ese muro? —comentó el investigador.
—No lo sé.
—La entiendo, señora. ¿Qué hacía alejado del muro? —continuó el investigador.
—Nada. Solo parecía bailar junto a una ventana —respondió la mujer.
—¿Qué ventana?
—Era la tercera ventana del palacio comunal, contando desde la derecha —respondió la mujer.
—¿Cómo era el fantasma?
—Grisáceo, era una sombra gris y tenía la cabeza abierta y rota por un lado, como si le faltara o lo hubieran cortado una parte de la cabeza.
—No está mal como tarjeta de visita para presentarse a alguien. Imagino que se quedó un poco sorprendida, señora —comentó el investigador.
—Sí, correcto.
—Está bien, señora. ¿Lo ha visto más veces? —preguntó el investigador.
—Sí, varias veces en un pasillo, otra en una sala antigua más grande.
—¿Lo ve cuando está oscuro o hay poca luz? —pregunta el investigador, cada vez más curioso.
—No. Siempre lo he visto al atardecer, pero nunca cuando está completamente oscuro.
—De acuerdo, señora. ¿Qué otras cosas ha visto al respecto?
—Le he oído gemir y decir algo.
—¿Qué decía?
—No le entendí, su voz era muy tenue y débil, igual que su imagen —respondió la mujer.
—Está bien, señora ¿Qué más ha visto?
—Nada más. Eso es todo —respondió la mujer.
—Gracias por sus informaciones, señora. Si es necesario le haré más preguntas —dijo el investigador al tiempo que concluía la entrevista con la señora y se preparaba a entrevistar a otro testigo presente en la habitación.
—¿Y usted cómo llegó a verlo? —preguntó el investigador, dirigiéndose a otro testigo que también decía haber visto al fantasma.
—Supe por unos amigos de esta presencia en el palacio y lo he estado buscando.
—¿Por qué quería buscarlo? —preguntó curioso el investigador.
—Me interesaba verlo.
—¿Y qué vio?
—Más o menos lo que vio la señora, pero con algunos detalles más —respondió el testigo.
—¿Qué es lo que usted vio de más?
—Más bien le oí decir algo —respondió el testigo.
—¿Qué le oyó decir?
—Estaba preocupado por su esposa.
—¿Hablaba directamente con usted?
—Más que otra cosa, se lamentaba ante cualquiera que pudiera escucharlo —respondió el testigo.
—¿Se lamentaba de qué?
—De lo que le habían hecho y quería vengarse contra los traidores y conjurados que le habían atacado—respondió el testigo.
—¿Le dijo quién era su esposa?
—No, pero decía que debía apresurarse a defenderla, porque estaba en peligro en la habitación de al lado.
—¿Así que se preocupaba porque que su mujer estaba en peligro en la habitación contigua? —preguntó el investigador.
—Sí, más o menos se lamentaba de eso y pedía venganza contra los conjurados que habían hecho todo esto —explicó el testigo.
—¿Le dijo el fantasma qué habían hecho?
—No lo dijo, pero sabía bien quiénes eran los conjurados y reclamaba venganza contra ellos —respondió con firmeza el testigo.
—¿Le dijo quiénes eran los sicarios y conjurados?
—Sí. Y sabía quiénes eran los verdaderos instigadores.
—¿Quiénes eran? —preguntó curioso el investigador.
—No se lo voy a decir.
—¿Por qué?
—Es una larga historia y no creo que usted me entienda.
—No es así, pero respeto su parecer. En todo caso, ¿tiene alguna idea de quién podría ser la mujer a la que quería defender? —preguntó el investigador curioso.
—Sí. Era Catalina Sforza, en esa época señora de Imola y de Forlí —respondió el testigo.
—¿Y el fantasma quién sería por tanto? ¿Uno de sus tres maridos?3
—Ese fantasma no era uno cualquiera de sus tres maridos, sino Girolamo Riario, primer marido de Catalina Sforza y sobrino del papa Sixto IV,4 que fue asesinado en ese palacio hace 500 años por una conjura, mientras Catalina se encerraba y parapetaba en la habitación contigua y pedía ayuda desesperadamente. Es una historia que sigue sin aclararse y misteriosa en bastantes puntos hasta hoy —respondió de golpe el testigo.
El investigador quedó ligeramente sorprendido por algo de lo que acababa de oír y luego preguntó:
—¿Y no podía ser Jacopo Feo? ¿No fue él también marido de Catalina Sforza y murió en una emboscada por un golpe de espada en la cabeza?
—No. Era Riario y fue asesinado en ese palacio. Jacopo Feo fue asesinado en la calle en un lugar muy distante a ese, en mitad de la calle del actual corso Garibaldi, donde en su momento estaba el puente de los Morattini5 —respondió