Название | Género y juventudes |
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Автор произведения | Angélica Aremy Evangelista García |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078429325 |
Las investigaciones en materia de salud reproductiva y sexualidad de adolescentes realizadas en la década de los noventa permitieron reconocer las diferentes conceptualizaciones de los riesgos para la salud sexual y reproductiva entre adolescentes, expertos y prestadores de servicios; el carácter protector de la permanencia escolar; la mayor vulnerabilidad entre los adolescentes de contextos más pobres, y el papel del contexto y la posición social, edad y género en tanto condicionantes que limitan el abanico de opciones de un comportamiento aparentemente libre, voluntario y autodeterminado (Villaseñor, 2008; Caballero, 2008).
Uno de los temas ampliamente estudiado fue el llamado embarazo adolescente. Stern y García (2001) identifican que en los estudios realizados sobre la temática subyacen dos enfoques: uno tradicional, que define el embarazo adolescente como un “problema” único y universal, y otro que ofrece una comprensión del fenómeno amplia, procesual, y por lo tanto dinámica, con interpretaciones específicas y particulares de acuerdo con los diversos contextos socioculturales.
El tránsito de un enfoque a otro, o incluso la emergencia misma del segundo enfoque, da cuenta de las implicaciones que subyacen a ambas posiciones teóricas. En este sentido, asumir el embarazo adolescente como un “problema” implicó argumentaciones tales como que contribuía a la pobreza y que no tendría que ocurrir porque en la adolescencia no se deberían tener relaciones sexuales; por lo tanto, cuando ocurre es resultado de un comportamiento individual desviado. En ese sentido, la concepción de adolescencia universalista y sociocentrista que este enfoque asumió supone seres incompletos e incapaces de tomar decisiones. Frente a esta realidad construida, los adultos nos erigimos con el derecho a intervenir en sus vidas y a tomar decisiones que los beneficien, o incluso a ejercer un mayor control sobre ellos (Stern y García, 2001).
Las investigaciones realizadas desde este enfoque permitieron, a decir de Stern y García (2001), conocer la incidencia del embarazo adolescente y del acceso y uso de métodos anticonceptivos entre adolescentes, describir a la población de adolescentes que se embaraza y “analizar posibles asociaciones entre el embarazo temprano y otras variables” (Stern y García, 2001: 339). Pero, sobre todo, estas investigaciones revelaron la necesidad de una definición distinta del embarazo adolescente al problematizar la concepción de que es un problema sólo de morbimortalidad materno infantil, de crecimiento de la población, de conducta anormal o de reproducción intergeneracional de la pobreza.
El nuevo enfoque desde el cual se empezó a investigar el embarazo adolescente da cuenta de un salto epistémico en la forma de concebir a los adolescentes desde la academia. En principio se partió de una definición de la adolescencia misma como un concepto histórico y socialmente construido que permite documentar la diversidad de formas de vivir la etapa entre la niñez y la adultez tan variadas como los contextos socioeconómicos y culturales posibles. Los estudios se alejaron así de la concepción occidental hegemónica que denominaba adolescentes a las personas entre los 13 y 19 años que prácticamente sólo estudiaban, pero que se encontraban próximos a independizarse de la familia de origen para continuar estudios de educación postsecundaria (Stern y García, 2001).
A principios de los noventa surgió en México el Programa de Salud Re-pro-duc-tiva y Sociedad de El Colegio de México, en el marco del cual se dio gran parte de la investigación sobre salud sexual y reproductiva realizada en el país. Al mismo tiempo se realizaban investigaciones en El Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de la Frontera Sur, El Colegio de Sonora y El Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo. Entre los temas que se investigaron destacan, por su carácter emergente y de frontera, aquellos sobre los comportamientos y prácticas de los adolescentes y jóvenes relacionados tanto con el ejercicio del derecho a una sexualidad placentera, como con las consecuencias de las prácticas sexuales al inicio de la vida adulta (Lerner y Szasz, 2008). Sin embargo, Aggleton (2001), a principios del siglo XX, destacaba que los estudios sobre las necesidades sexuales y reproductivas de los jóvenes se centraban en los embarazos no deseados y en la adquisición de enfermedades de transmisión sexual en tanto consecuencias negativas del comportamiento sexual. Para el autor este énfasis resultaba en una comprensión limitada de la sexualidad de los jóvenes, pero sobre todo insistía en la idea de “considerar la sexualidad de éstos en términos negativos —como algo que debe ser refrenado y controlado, y no como una fuerza creativa capaz de ofrecer placer, realización y crecimiento” (Aggleton, 2001: 370).
Aggleton (2001) se extrañaba de no reconocer en los estudios que revisó una descripción diferenciada, en cuanto a la determinación del riesgo sexual, de acuerdo con la clase social, el género o la cultura, en tanto que se consideraba la edad como el único factor determinante. El autor atribuye la ausencia de este análisis, que sí estaba presente en los estudios realizados con población adulta, al “grado en que las ideologías populares acerca de la adolescencia parecen haberse ganado, literalmente, los corazones y las mentes de las personas que trabajan en este campo” (Aggleton, 2001: 370).
No cabe duda de que tanto la categoría de adolescente como la de joven, usadas incluso de manera indistinta en las investigaciones, no son más que “artefactos discursivos” que dan cuenta de articulaciones histórico-culturales afianzadas de acuerdo con las condiciones sociales y culturales que las producen. En este sentido, observamos la casi obsolescencia del concepto de “joven problema”, para dar paso a la concepción del joven sujeto de derechos. Esta transición conceptual también redefinió la idea misma de quiénes son jóvenes, superando con ello la atadura a un rango de edad biológica que, a decir de Monsiváis (2004), imprimía a la categoría un carácter ahistórico y estático, pasando por alto que las prácticas juveniles tienen lugar en un mundo cambiante. La categoría no se refiere a una condición “objetiva” de las personas (Monsiváis, 2004) ni a un “dato natural” (Reguillo, 2000), “sino a un conjunto de discursos que definen posiciones o interpelaciones. Se trata de un conjunto de sistemas de significación arraigados en distintas esferas” (Monsiváis, 2004: 169).
En este sentido, la juventud, entendida como periodo de problemática transición o como identidad, no deja de ser una construcción social e histórica que explica comportamientos individuales al tiempo que reproduce o resemantiza modelos hegemónicos del ser joven.
Jóvenes y etnicidad
La relación de lo juvenil con la cuestión étnica se ha discutido más recientemente y ha generado una serie de enfoques para explicar la emergencia del periodo juvenil en los grupos indígenas como una etapa apenas re-conocida no sólo por la academia, sino por diversas etnias. Esto se debió al desconocimiento lingüístico y cultural por parte de los estudiosos, así como al desinterés en los ciclos, tránsitos y pases vitales. Ahora, la revisión de trabajos históricos, y sobre todo de etnografías, diccionarios y tesinas, así como de documentos políticos, educativos, gráficos y orales, ha servido para entender y explicar contextos, problemáticas y cambios entre los jóvenes indígenas latinoamericanos. En 2002, Pérez Ruiz documentó el “nuevo rostro” de los muchachos indígenas migrantes en las ciudades y más tarde, en el mismo año, publicó en el boletín de la Dirección de Antropología del INAH el sugerente artículo “Los jóvenes indígenas: ¿un nuevo campo de investigación?”, en el que cuestionó la novedad de este campo temático. En 2005 y 2006, Feixa y González evidenciaron