Название | Atenas y Jerusalén en diálogo |
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Автор произведения | Alberto F. Roldán |
Жанр | Религиозные тексты |
Серия | |
Издательство | Религиозные тексты |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786124252129 |
La tercera parte, sobre las teologías, incluye en primer lugar un capítulo titulado: “La fe como evento existencial-escatológico en el pensamiento de Rudolf Bultmann. De la filosofía de Martín Heidegger al planteamiento teológico”. Publicado inicialmente en la revista Franciscanum, Universidad de San Buenaventura, Bogotá, volumen lv, N.° 160, expone la influencia de Martín Heidegger en el exégeta luterano para su replanteo de la fe. El siguiente capítulo, “La teología política como respuesta al desafío que la secularización plantea a los cristianos”, es una ponencia que ofrecí en octubre de 2014 en el simposio organizado por el Instituto Superior de Enseñanza Religiosa. Finalmente, dedico el último capítulo a uno de los teólogos que más me han marcado en mi forma de hacer teología: José Míguez Bonino. Expongo su teología centrada en el reino, interpretado como la acción reconciliadora de Dios en la historia. Las reflexiones finales se abren con una pregunta inquietante: “¿La iglesia evangélica crea pensamiento?”
Mi gratitud a quienes me han ayudado consciente o inconscientemente en la elaboración de este libro. A mi querida esposa, Emi, por su inigualable compañía y sostén de años de vida matrimonial y ministerial. A mis hijos: Myrian, directora de escuela secundaria, David —teólogo y filósofo—, quien en muchas charlas me ha enriquecido con su profundidad de análisis, y Gerardo, abogado con trayectoria en Argentina y Australia. También mi gratitud al doctor Fernando Aranda por su gentileza de escribir el prólogo. Mi agradecimiento a las instituciones en donde desarrollo la docencia: fiet —del cual soy uno de sus fundadores—, prodola, semisud y uap. Con esta obra estoy celebrando mis bodas de oro con la teología.
Al Padre de los astros, de quien procede todo buen regalo y todo don perfecto y “en el cual no hay fases ni períodos de sombra” (Stg 1.17 nbe), sea toda la gloria ahora y siempre. Amén.
Alberto F. Roldán
Ramos Mejía, 12 de abril de 2015
Parte I
Filosofías
¿No es suficientemente intrincada la teología como para que se le sumen las oscuridades aún mayores de los sistemas filosóficos? Al simple cristiano que quiere comprender su fe —eso es hacer “teología”—, ¿se le ha de exigir la pesada carga especulativa de llevar a ese trabajo y colocar como base de él ese tembladeral donde las filosofías aparecen y desaparecen sin dar nunca, por lo visto, un decisivo paso adelante?
— Juan Luis Segundo —
Capítulo 1
Las relaciones entre filosofía y teología según Paul Tillich y Wolfhart Pannenberg
En la comprensión crítica, aunque no en el poder creador, el teólogo sistemático ha de ser un filósofo.
— Paul Tillich
La teología necesita ahí de la filosofía, de sus reflexiones críticas y orientadoras, pero la filosofía también necesita de la teología…
— Wolfhart Pannenberg
Pensar […] la filosofía y […] la teología como planetas compañeros orbitando alrededor de un centro común, mantenidos por la atracción gravitacional de un secreto absoluto que se sienta en el medio mientras ellos trazan círculos concéntricos alrededor de un misterio central.
— John D. Caputo
Introducción
Las relaciones entre la filosofía y la teología siempre han sido difíciles de abordar por varias razones. Una es la incomprensión que desde una de las disciplinas se ha tenido hacia la otra. En efecto, no faltan los filósofos que ignoran de qué trata la teología o la identifican con cierta escuela teológica que ha absorbido una corriente filosófica determinada, como el sistema aristotélico-tomista. Por otra parte, tampoco faltan los teólogos que sospechan de cualquier enfoque filosófico por considerarlo, a priori, enemigo de la fe, de la religión y, por ende, de la teología. Otra razón radica en que muchas veces los críticos de un lado o de otro toman una especie de fotografía de un momento del debate y no se detienen a analizar la historia de esas relaciones. En este capítulo procuramos definir las distinciones que deben establecerse entre ambas formas del conocimiento y sus convergencias posibles, tomando a las teologías de Paul Tillich y Wolfhart Pannenberg como marco teórico para nuestra reflexión, en razón de que ambos han dado importancia a la filosofía en la construcción de su pensamiento teológico.
En apariencia: una misma perspectiva
La filosofía y la teología estuvieron vinculadas desde los comienzos de la filosofía griega. En efecto, “teólogos” eran los poetas griegos como Homero, y sus poemas eran considerados “teologías”.1 Aristóteles se refiere a Dios enfáticamente cuando dice: “Afirmamos que Dios es un ser viviente, eterno y supremo.”2 Y, al referirse a las ciencias teóricas, el Estagirita dice:
Habría, entonces, tres ciencias teóricas: matemáticas, física y teología (pues es obvio que si lo divino está presente en alguna parte, lo está en esa clase de ente y que la ciencia más eminente debe ocuparse del género más alto). Las ciencias teóricas son preferibles a las otras ciencias pero esta ciencia, la teología, es preferible a las restantes ciencias teóricas.3
Estas primeras referencias, tomadas a la ligera o cándidamente, nos darían la impresión de que tanto la teología como la filosofía son idénticas, ya que Aristóteles se refiere a la teología como filosofía primera, cuyo tema es Dios. Sin embargo, como se verá más adelante, el “Dios de Aristóteles” no necesariamente debe ser identificado, sin más, como el Dios de la fe judeocristiana.
Esos comienzos comunes entre filosofía y teología, se acentuarán todavía más con el surgimiento de los primeros teólogos, especialmente los alejandrinos. En efecto, en el siglo ii d. C. en Alejandría, que ya había sido el lugar en donde el filósofo judío Filón estableció relaciones entre Platón y Moisés, se desarrolló una escuela teológica en la que descollaron Clemente y, especialmente, el gran Orígenes, quien se destacó por su prolífica obra, en la que, desde el platonismo, desarrolla una teología caracterizada por una hermenéutica simbólica y alegórica. Más adelante, ya en los siglos iv y v, la figura descollante será el africano San Agustín de Hipona, fuertemente influido por el platonismo, el neoplatonismo y el maniqueísmo.4
La explicación del fenómeno la ofrece Juan Luis Segundo. El teólogo uruguayo admite que el cristianismo se inculturó en el mundo del pensamiento helénico y “de allí, hasta [de las] obras del mismo Nuevo Testamento sacaron las principales categorías para pensar y expresar su mensaje.”5 Aunque el cristianismo siguió siendo más deudor del Antiguo Testamento, señala, y no adoptó elementos culturales griegos politeístas, trató de pensar el universo, la divinidad y sus relaciones “mediante los útiles conceptuales más refinados de la filosofía griega”.6 En otras palabras, la teología cristiana