Los rostros del otro. Varios autores

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Название Los rostros del otro
Автор произведения Varios autores
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789587903478



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sus intereses nacionales en exclusiva, aunque sin desconocer su pertenencia al mundo árabe. Así surgió un poder capaz de representarlos, que funcionó desde el exterior de Palestina con apoyo del interior. En ese mismo sentido, la resistencia palestina tuvo influencias estratégicas e ideológicas de los modelos tercermundistas e izquierdistas. Aquí estuvieron presentes los intereses de las grandes potencias2, la historia de las minorías en el mundo árabe, la revolución sociopolítica y el legado del colonialismo occidental, y el imperialismo en la región.

      En la primera parte presentaremos algunos antecedentes de la identidad palestina, y estableceremos relaciones con autores del presente libro cuyos temas nos sirvieron tanto para comparar como para complementar nuestro capítulo. En la segunda parte, nos basaremos en las fuentes y en los acontecimientos para explicar el proceso conocido como palestinización. En la tercera parte, examinaremos cuál fue el sentido que los palestinos dieron a las autodenominadas “revolución armada y guerra de liberación popular palestina”. Por último, observaremos las connotaciones de estos cambios para el movimiento nacional palestino a partir de ese momento y qué repercusiones tiene esto en la actualidad.

      ANTECEDENTES DE LA IDENTIDAD PALESTINA

      La cuestión de Palestina está inmersa en los procesos históricos ocurridos en el Medio Oriente y el Norte de África. Esto tiene dos lecturas: una es que está interrelacionada con los sucesos que afectaron a los demás países de la región, y, otra, que este caso particular se vio desfavorecido por la actuación del movimiento sionista de manera directa. En el primer caso, transcurrieron por procesos similares de colonización y luego de descolonización, aunque continuaron asediados por los intereses del imperialismo, primero europeo y luego estadounidense, junto a la participación de los soviéticos (luego rusos).

      El final de la Primera Guerra Mundial modificó el mapa de la región. En el Tratado de Sèvres de 1920 (que no entró en vigor), los kurdos obtuvieron por primera vez un documento diplomático que consideraba su autonomía. El pacto fue un reparto del Imperio otomano, en el cual los Estados que luego se crearon no correspondían a criterios históricos, sociales, geográficos o étnicos. En ese sentido, Francia se apropió de Siria y Líbano, mientras que Gran Bretaña obtuvo Irak, Palestina y Transjordania. El 24 de junio de 1923, las potencias se reunieron para definir el destino político de esta zona geográfica, con posterioridad al descubrimiento allí del petróleo. En el Tratado de Lausana los kurdos no fueron nombrados, por tanto, se les negó alguna existencia oficial y quedaron separados por los límites nacionales de cuatro Estados: Irak, Irán, Turquía y Siria. La problemática del pueblo kurdo se asemeja a la de otras etnias perjudicadas (como el caso palestino) por las fronteras diseñadas por los ganadores de las dos primeras guerras mundiales.

      La identidad palestina está construida en la resistencia forjada en la batalla, pero en una situación de diáspora parcial, dado que la sociedad palestina del interior –Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este–, sobre todo a partir de 1967, también comenzó a organizarse en organizaciones no gubernamentales (ONG) y resultó ser, dos décadas más tarde, la protagonista de la Primera Intifada (levantamiento). Esto se asemeja a otros casos como el kurdo, dado que fueron sometidos a diversas manipulaciones y traiciones que, sin embargo, no impidieron el progreso de su resistencia. En ambos casos fueron obligados a dispersarse en varios países (si bien fueron procesos diferentes) y sus derechos han sido negados por una variedad de Estados. Ambos tienen en común la diáspora –aunque los kurdos tienen territorios con cierta autonomía, se trata de una nación constituida en varios Estados ya establecidos–, mientras que desde 1994 los palestinos están gobernados en parte por la Autoridad Nacional Palestina. Para el caso del Kurdistán nos remitimos al capítulo “Kurdistanes en el Kurdistán: el derecho a la existencia”, del presente libro, donde se sostiene que en los países en que quedó dividido hubo diferentes políticas homogeneizadoras y según cada Estado el proceso aconteció de manera diferente, aunque con elementos comunes.

      Igualmente, gran parte de las naciones se constituyeron en la resistencia anticolonial o ante un opresor. La particularidad de los palestinos, si bien es cierto que se formaron en la resistencia, o que luchan por su autodeterminación, es que su especificidad se produjo en la diáspora. Además, ambas identidades (en el sentido de identidad nacional contemporáneo) surgieron en un periodo semejante a principios del siglo XX.

      Es interesante el repaso histórico del desmembramiento del Imperio otomano que se hace en el texto precedente, y que es clave para comprender cómo se llega hasta la actualidad con las diferentes divisiones administrativas. Para explicar por qué la “nación árabe” no se convirtió en un Estado, nos referimos a identidades solapadas o superpuestas en las cuales los habitantes de la región mantuvieron múltiples rasgos identitarios como la arabidad o lo musulmán, en el desarrollo y posterior consolidación de nuevos nacionalismos.

      Dos semblantes singulares han persistido por tiempo prolongado en el Medio Oriente y el Norte de África, como distantes del universo político contemporáneo. El primero es la perdurabilidad y el énfasis de la opresión imperial occidental sobre la región en los siglos XX y XXI. El segundo, desde el periodo poscolonial esta zona se ha caracterizado por una alternancia incesante de guerras e intervenciones de tono imperial, sobre todo con la implicación occidental hasta hoy. Por tanto, la atención imperial y la aplicación de la fuerza, añadidas a la presión financiera, suelen ser una peculiaridad constante allí.

      El movimiento de liberación nacional palestino inició en un proceso generalizado de despunte de las nacionalidades en Medio Oriente, a inicios del siglo XX, aunque la palestinidad existía con anterioridad. Ese sentimiento y conciencia identitaria es un fenómeno de larga duración, cuya tradición se ve reflejada en el trabajo de la tierra durante varias generaciones. Esto último va más allá de las legitimaciones empleadas mediante la reconstrucción histórica de su presencia multicultural en ese territorio. Pese a que su construcción identitaria se fortaleció con el establecimiento del Mandato británico en Palestina, lo cierto es que se plasmó en un contexto de múltiples estratos del espacio y el tiempo; de manera semejante a otras identidades árabes de la región o incluso en algún sentido a la israelí, elaboradas en un periodo semejante.

      La identidad palestino-árabe (lo árabe no impide su particularidad palestina) se basó en una serie de elementos preexistentes: apego religioso y consideración de Tierra Santa tanto para los musulmanes como para los cristianos, la concepción de Palestina como una entidad administrativa, el temor a la invasión externa y el patriotismo local. Esos elementos de adhesión a Palestina antecedieron al encuentro con el sionismo. Esto refuta la argumentación de que la identidad palestina fue tan solo una reacción a dicho movimiento político de origen europeo. Si bien es cierto que la identidad se desarrolló en el encuentro con un “otro”, para los palestinos hubo diferentes “otros” como las potencias europeas, los gobernantes turcos, las autoridades británicas y los demás pueblos árabes, más allá del otro sionista.

      Esto aconteció con reminiscencias del siglo XIX (y anteriores) y sentidos de identificación previa reinterpretados. Igualmente, su memoria y los testimonios del periodo posterior a al-Nakba (la catástrofe, cuando alrededor de 750.000 palestinos fueron forzados a abandonar su tierra e impedidos de regresar a sus hogares) resultaron claves en la reconstitución de ese movimiento. Por tanto, sus características se forjaron a través de la expulsión sufrida, la dispersión de su población por varios países de la zona e incluso de su territorio, y el mantenimiento de una memoria ligada al lugar adonde querían regresar.

      Los palestinos se enfrentaron posteriormente a la colonización de Palestina llevada a cabo por el movimiento sionista. También plantearon la necesidad de identificar su resistencia con la lucha árabe posotomana por la independencia política y de afrontar la demanda de un Estado judío. El fracaso para obtener la estatalidad palestina tuvo dos tipos de responsabilidades: externa y por diferencias políticas internas. Las dificultades externas fueron: el otomanismo, el arabismo, los nacionalismos de otros Estados-nación árabes, Israel, y las potencias como Gran Bretaña hasta la Segunda Guerra Mundial, y luego Estados Unidos. En esos contextos, si bien el desafío sionista contribuyó a que la identificación nacional