Otra historia del tiempo. Enrique Gavilán Domínguez

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la concepción de su autor, Parsifal no es simplemente una obra religiosa porque gire en torno al pecado, el bautismo, la unción, la comunión, el arrepentimiento, la redención, etcétera, sino fundamentalmente qua obra artística en su sentido más auténtico. De acuerdo con Religión y Arte, el agotamiento de las formas religiosas tradicionales abría al arte la posibilidad y la necesidad de convertirse en religión, realizando así por otra vía el programa romántico. Pero, además, con Parsifal Wagner pretendía crear un drama religioso en un tercer sentido, aún más original. La propia representación constituiría una ceremonia sagrada. Parsifal se plantea como Bühnen-weih-fest­spiel («festival escénico sagrado»/«auto sacramental para el escenario»). El ritual sagrado no es sólo lo que ocurre en el escenario, sino también la ceremonia teatral en la que se inserta. Wagner trataba de crear un rito que integrara a intérpretes y espectadores. El Bühnenweihfestspiel es, en cierta medida, un intento de invertir el proceso que había llevado del ditirambo a la tragedia.

      La singular concepción de un tiempo circular, el tiempo del mito, que domina el desarrollo de la trama, no se refiere sólo a lo escénico. Parsifal se concibe como Bühnenweih-fest-spiel, una ceremonia que no sucede ya en el tiempo profano, sino que traslada a los espectadores a un tiempo sagrado. Quien asistía al rito de Bayreuth debía experimentar la sensación de encontrarse en una dimensión diferente del tiempo. El efecto del rito le haría tomar conciencia del carácter ilusorio del tiempo profano.

      Parsifal en tanto que Bühnenweihfestspiel estaba concebido para producir una Weihe, una forma de consagración, en los espectadores, análoga a la que experimentaban los caballeros de Monsalvat que participaban en la ceremonia del Grial. Hay una continuidad entre la concepción del último Wagner y las ideas revolucionarias de la época de Zúrich. El drama conserva la aspiración a ser mucho más que mero entretenimiento para aficionados. Parsifal está concebido como una ceremonia transformadora, pero la transformación a que aspira pierde por completo el carácter político y, en buena medida, también la orientación colectiva que tenía el programa estético de mediados de siglo. El Bühnenweihfestspiel transforma al individuo, pero, en una paradójica pirueta, la transformación consiste en hacerle consciente del principium individuatonis, la inexistencia de la identidad individual, advertir que la única realidad late sólo en la voluntad. Mas la voz de ésta no habla en realidad desde la escena, sino desde el foso en donde se sitúa la orquesta. Del abismo místico surge la fuerza que consagra a los espectadores; la acción escénica es un oscuro reflejo engañoso de la acción esencial, sólo expresable en la música. Pero la acción de las pálidas sombras que se mueven en el escenario (Parsifal, Amfortas, Kundry, Klingsor) resulta imprescindible para que el espectador, habitante del mundo del tiempo profano, sintonice su oído interno con el verdadero drama que es sólo música.