Otra historia del tiempo. Enrique Gavilán Domínguez

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había sido un proceso de decadencia continua. El proceso está marcado por los momentos de degradación creciente que representan el Imperio romano, la conversión del cristianismo en religión de Estado y el dominio del capitalismo en la sociedad europea moderna (siempre la tríada).

      Las transformaciones sociopolíticas van unidas a cambios en las condiciones de percepción y de creación artística. En el mundo griego el objeto estaría completamente ante nosotros, de acuerdo con la fuerza integradora de la fantasía natural. A partir de entonces se desarrolla un proceso de atomización continua que, en lugar de captar el objeto de forma sintética, tendería a analizar sus características, multiplicando las diferencias. El resultado es la desintegración de la unidad de las artes, cuya máxima expresión había sido la tragedia ática en la que teatro, música y danza formaban una unidad, como expresión de la mousiké. Aparecen así formas artísticas que traducen el aislamiento de la vision parcial propia de la atomizacion creciente de la sociedad; las más aberrantes desde el punto de vista estético son las dominantes en el siglo XIX: la música pura y su equivalente literario, la novela, en particular, la novela histórica.

      Con la victoria de la futura revolución se abriría un tercer periodo en el que se elevaría de nuevo el nivel cognoscitivo, el hombre podría volver a captar de forma sintética el todo, lo que permitiría restablecer la unidad de las artes en torno al drama, como encarnación superadora de teatro, mito, música, danza, pintura, filosofía, etcétera. La obra de Wagner pretende ser una anticipación de esa situación y una contribución estético-política a su advenimiento.

      Mito

      Los temas históricos dominaban la ópera decimonónica, incluidas las que Wagner había escrito antes del exilio. Sin embargo, para el drama del futuro era necesario un tema diferente, un tema que ofreciera posibilidades de interpretación ilimitada, no vinculado a un momento concreto, y –hay que volver a recordarlo– el proyecto de Wagner apuntaba a crear una obra que no correspondiera a su tiempo (podría decirse con Nietzsche, unzeitgemäß), que supuestamente anticipaba el futuro, una obra dotada de una apertura que le permitiera saltar más allá de su propio presente. La respuesta estaba en el mito.

      La forma musical

      A diferencia de los grandes teóricos del romanticismo, Wagner no sólo concibe una música utópica futura en la que las antinomias y las escisiones del arte moderno fueran superadas, sino que crea realmente esa música. Los dramas musicales no son puras entelequias sino obras de arte reales y extraordinarias en las que cristaliza aquella concepción; el fantasma de la música que nace en los relatos de Wackenroder alcanza su concreción.