Antología portorriqueña: Prosa y verso. Fernández Juncos Manuel

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Название Antología portorriqueña: Prosa y verso
Автор произведения Fernández Juncos Manuel
Жанр Зарубежная классика
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Издательство Зарубежная классика
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ya, alma mía, el tiempo avanza,

      Y al asomar su disco el sol dorado,

      Verás cual se dibuja en lontananza

      Verde gigante de metal preñado.

      Verás cabe su planta orgullecida

      De flores un fantástico pensíl,

      Donde rico de luz, amor y vida

      Ostenta sus primores el abril.

      Y verás más allá, cuando velera

      Se vaya nuestra barca aproximando,

      Una peña blancuzca y altanera

      Que está del mar en brazos dormitando.

      ¡Ah! qué placer allí disfrutaremos!

      Me mata el ansia; un siglo es cada hora…

      ¡Cuánto tarda ese sol! Mi bien, voguemos,

      Que ya la luz se extingue de la aurora.

      Voguemos, sí, ¡qué hermosa es la alborada!

      ¡Qué bello ¿no es verdad? el Oceano

      Con su límpido azul! ¡Canta inspirada

      Una canción al pueblo americano!

      Mas no, calla… ¿columbras á lo lejos

      Una luz amarilla, un globo ardiente,

      Que brota de la mar en mil reflejo?..

      Pues… es él, que se anuncia por Oriente.

      Él es, sí, sí: ya estamos, mi paloma:

      Es el sol, ¿No distingues con su brillo

      Aquel gigante que en el agua asoma?

      Pues se llama el gigante aquel, Luquillo.

      ¿Y ves allí cabe su planta umbría

      Fantástico el jardín de flores rico,

      Donde vive el abril, sirena mía?

      Pues el jardín se llama Puerto Rico.

********

      Cerca está el puerto. ¿Ves la peña aquella

      Que está del mar en brazos reposando,

      Vestida de castillos, rica, bella…?

      Pues es… ¡Poder de Dios, si estoy soñando!

Barcelona, 1847.

      JOSÉ PABLO MORALES

      Fué un periodista de combate contra los errores de su tiempo, y un valiente defensor de la libertad.

      Nació en Toa Alta, en el año 1828.

      Al terminar su instrucción primaria, y cuando todavía no era más que un adolescente, comprendió la grandeza moral de la Escuela y lo humanitario y generoso de las funciones del maestro, y sin más auxilio y dirección que su propio entusiasmo y sus estudios incesantes, se hizo maestro de escuela, obteniendo luego una licencia oficial para el ejercicio de la enseñanza. Más tarde se graduó de Notario, y con el ejercicio de esta profesión pudo ya comprar algunos libros, ilustrar cada día más su inteligencia, y estudiar los problemas políticos y sociales del país.

      En 1866, y á propósito de una información promovida por el gobernador de la isla, acerca de la reglamentación del trabajo, llamó el Sr. Morales la atención pública con una serie de artículos suyos que publicó en El Fomento de Puerto Rico, periódico del cual era asiduo colaborador. Defendía en aquellos artículos, con gran amplitud de criterio, la libertad del trabajo, y combatía la libreta – especie de registro policíaco de información personal – que ponía á los jornaleros en condiciones humillantes con respecto á sus patronos.

      La libreta quedó abolida.

      Desde entonces figuró Morales entre los periodistas más distinguidos del país, descollando entre ellos como polemista y razonador. Fué el más fecundo de todos los de su tiempo, y acaso el que trató á la vez sobre más variados asuntos. Política, moral, religión, economía social, costumbres, crítica literaria, educación, etc., todo lo tocaba su pluma de periodista, y sobre todo escribía con discreción, aunque su especialidad sobresaliente era la controversia política.

      Fué redactor de los periódicos El Fomento, El Progreso, La España Radical y El Agente; colaboró en Don Simplicio y en El Buscapié; fundó un periódico titulado El Economista, y en los últimos días de su vida organizaba la publicación de El Eco del Toa, que no llegó á nacer.

      Había adquirido Morales una instrucción variada y sólida, un hábito de pensar y de escribir con rapidez extraordinaria, y una dialéctica formidable para la discusión.

      Era hombre de costumbres sencillas, de trato afectuoso y llano, muy religioso y muy hombre de bien. Vivió siempre en el pequeño pueblo de Toa Alta, en donde ejerció hasta la muerte sus funciones de Notario.

      Sus hijos, y en especial el que lleva su mismo nombre, y que es uno de los maestros que honran á la Escuela portorriqueña, reunieron los artículos periodísticos más conocidos, del Sr. Morales, y los publicaron en dos tomos, con el título de Misceláneas, salvando así del olvido unos trabajos de verdadera utilidad para la historia de la cultura portorriqueña.

      El que insertamos á continuación fué tomado de El Fomento de Puerto Rico, y es uno de los primeros que escribió su autor.

      LA ENSEÑANZA PRIMARIA OBLIGATORIA

      Todo derecho se funda en un deber. Tenemos el deber de conservar cuidadosamente la vida, como un depósito sagrado que nos ha confiado nuestro divino Hacedor, y de este deber nace el derecho, que nos concede la ley natural, de rechazar toda agresión injusta que tienda á privarnos de tan precioso bien. Los cuerpos políticos tienen idénticos derechos y deberes; pero como no puede ejercitarlos cada individuo de por sí, las supremas potestades que los ejercen á nombre de la comunidad, al mismo tiempo que están obligadas rigurosamente á mirar por la conservación y adelanto del Estado, tienen el derecho indisputable de repeler todo lo que se oponga al cumplimiento de estos altos fines, y de buscar con eficacia cuanto á ellos convenga. De aquí el poder de dichas potestades sobre las vidas y bienes de los vasallos; de aquí el derecho de hacer la guerra, y como su consecuencia el de levantar ejércitos permanentes, etc. Estos son principios muy sencillos del derecho natural y de gentes, que están al alcance de una mediana inteligencia.

      Examinadas las cosas á la luz de estos sanos principios, es incuestionable que todo Gobierno tiene derecho, para conseguir la seguridad exterior y el orden interior del Estado, de separar los hombres de las dulzuras del hogar doméstico, privar á sus familias de sus buenos oficios, á los pueblos de brazos para la agricultura y las artes, en una palabra, hacerlos soldados, exponiéndolos en los campos de batalla á mil peligros. Estos sacrificios individuales, por penosos que sean, los consideramos insignificantes y como si no existieran, ante el bien de la patria común, que los reclama imperiosamente. La obligación en que están los súbditos en orden á la guerra es tan rigorosa, que si bien pueden eximirse y en toda sociedad bien ordenada se eximen muchos de los ejercicios militares, hablando de un modo absoluto, en caso de necesidad no hay ciudadano que con justicia pueda excusarse de tomar las armas.

      Regla es de derecho, que á quien le es permitido lo más, le es permitido lo menos. Si el Gobierno, que vela por el buen orden y conservación del Estado, para fines tan importantes, puede arrancar de los brazos del padre y de la madre ancianos al hijo fuerte y robusto, que es el descanso y la gloria de su vejez, para enviarlo á regiones extrañas de donde quizás no volverá nunca, ¿con cuánta más razón no podrá separar de su regazo por breves horas cada día y durante un tiempo limitado al niño inocente, para ilustrar su inteligencia y formar su corazón para la virtud?

      La ley que hace obligatoria la enseñanza primaria, se funda en los principios eternos de la justicia universal. Así lo han comprendido muchas naciones civilizadas. Sajonia, Austria, Rusia y varios Estados de la América del Norte, han consignado en sus leyes esta obligación. Nuestra