Название | Las Cuerdas Lunares |
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Автор произведения | Boris Leonov |
Жанр | |
Серия | |
Издательство | |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9785006567214 |
– Sí, muchacho – afirmó el Tesorero con seguridad —. Mañana por la tarde te traeré el mejor violín, y verás cómo todo cambia. A cambio, me darás el tuyo para que pueda arreglarlo. ¿Qué dices?
Dani se quedó en silencio unos instantes, pensativo. Luego, con un leve asentimiento, respondió:
– Si de verdad cree que me ayudará… entonces acepto.
Al día siguiente, el Tesorero regresó a la casa de Dani. En sus manos llevaba un violín nuevo, bellamente pulido. Sus cuerdas brillaban y su barniz reflejaba la luz, atrayendo la mirada.
– ¡Aquí está! ¡Mira qué belleza! ¡Es simplemente mágico! – exclamó el Tesorero con entusiasmo.
– De verdad parece maravilloso – respondió Dani, ilusionado.
Alargándole el violín, el Tesorero dijo con voz persuasiva:
– Tómalo. Pruébalo. Estoy seguro de que, con este instrumento, tu Melodía Lunar sonará como nunca antes.
Dani tomó el violín nuevo y pasó el arco con cuidado sobre las cuerdas. El sonido era agradable, pero algo le faltaba.
– Suena bonito… pero no como el mío – dudó Dani.
El Tesorero insistió con voz tranquilizadora:
– Eso es porque aún no te has acostumbrado a él. La verdadera fuerza de la música se revelará con el tiempo, cuando empieces a tocar la Melodía Lunar. ¿Acaso no quieres curarte?
– Sí… – respondió Dani, con esperanza en su voz.
El Tesorero, adoptando un tono serio, añadió:
– Entonces, confía en mí. Este violín te ayudará. Y tu viejo violín me lo llevaré, lo cuidaré bien. ¿De acuerdo? – preguntó, esta vez con una voz más suave.
Dani vaciló por un momento, mirando su viejo violín, que yacía sobre la mesa. Su cuerpo desgastado y sus cuerdas gastadas, de repente, le parecieron demasiado simples, demasiado comunes como para hacer realidad su sueño.
Finalmente, Dani accedió, aunque con duda en su mirada:
– Está bien… Si esto realmente ayuda…
Alargó su violín al Tesorero.
Este apenas pudo contener su triunfo. Con un gesto medido, tomó el instrumento con aparente delicadeza, como si fuera un objeto valioso.
Disimulando su sonrisa de satisfacción, el Tesorero elogió a Dani:
– Has tomado la decisión correcta, muchacho. Ahora sigue tocando, y tu deseo se hará realidad.
Salió de la casa, aferrando el violín como el más preciado de los trofeos. Mientras tanto, Dani se quedó con su nuevo violín, lleno de esperanza de que su sueño al fin se cumpliría. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, un leve desasosiego lo envolvía, como si hubiera perdido algo muy querido y para siempre irremplazable.
Capítulo 5. La desesperación de Dani
Aquella misma noche, después de que el Tesorero le arrebatara su violín con engaños, Dani, confiado en su pronta recuperación, ocupó su lugar habitual junto a la ventana para tocar la Melodía Lunar.
Apretando en sus manos su nuevo y reluciente violín, Dani pasó el arco con cuidado sobre las cuerdas. Los primeros sonidos surgieron suaves y cristalinos. La melodía, aunque hermosa, le resultó ajena. No tenía aquella magia, aquella calidez, aquella luz misteriosa que despertaban los sonidos de su viejo violín.
Dani se detuvo y miró el instrumento con incredulidad. Volvió a pasar el arco por las cuerdas. Pero la melodía seguía siendo vacía, carente de esa fuerza profunda y luminosa que alimentaba su esperanza.
El corazón del niño se encogió. Intentó tocar la Melodía Lunar una y otra vez, pero cuanto más lo intentaba, más sentía que aquella no era su música. El nuevo violín no respondía a sus sentimientos. Tocaba de manera uniforme, impecable, pero sin alma. Su sonido era común, como el de cualquier otro violín. Con desesperación, pasó el arco una vez más, pero sus manos temblaron y los sonidos se rompieron en un chirrido agudo. Dani bajó el violín. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
“Me han engañado…” – pensó, sintiendo un nudo en la garganta —. “Este violín no es mágico… Mi sueño nunca se cumplirá… Nunca podré caminar…”
Dejó el violín nuevo sobre la mesa. Ahora le parecía un objeto extraño, ajeno, muy distinto de aquel en el que había depositado su más profundo anhelo. Con esfuerzo, se deslizó de la silla hasta la cama, abrazó la almohada y sollozó en silencio. Las cálidas lágrimas, que ya no podía contener, rodaron por sus mejillas y empaparon la tela. No eran solo lágrimas. Eran el dolor de haber perdido la esperanza que durante tanto tiempo había vivido en su corazón.
Recordó su viejo violín, cada una de sus notas, cómo respondía a su tacto, cómo le hacía creer en los milagros. Pero ahora ya no estaba. Y con él, se había ido también la chispa que calentaba su alma. Le parecía que el mundo entero se volvía gris y frío, igual que el sonido de aquel nuevo violín.
Capítulo 6. La venganza del violín mágico
El Tesorero llevó el violín de Dani a su casa. Al cruzar el umbral, cerró la puerta con llave de inmediato. Sostenía el violín con fuerza, como si temiera que alguien pudiera arrebatárselo incluso allí, dentro de su propio dominio. Pero luego se tranquilizó: “Incluso si ese mocoso se da cuenta pronto de que lo engañé… ¿qué puede hacerme a mí, el tesorero de la ciudad? ¡Nada!”
Colocó el violín sobre una silla en el centro de la habitación y se quedó observándolo por un momento, examinando su cuerpo desgastado y sus cuerdas envejecidas. “¿De verdad un objeto tan viejo puede poseer tanto poder?” – pensó.
– Viejo o no, eso no importa. Lo importante es que ahora me pertenece – se dijo a sí mismo con satisfacción.
Se dejó caer en su sillón, apoyó el bastón a su lado y, frotándose las manos, comenzó a reflexionar: “Si este violín realmente tiene poder mágico, entonces podré conseguir las Cuerdas Lunares. Y cuando las tenga… Entonces tocaré la Melodía Lunar y cumpliré mi mayor deseo: ¡obtener el control absoluto sobre la ciudad y su gente! Todos, incluso el burgomaestre, harán lo que yo quiera. Aunque, pensándolo bien… ¿para qué quiero un burgomaestre? ¡Yo mismo seré el burgomaestre!”
Alargó la mano, tomó el violín y deslizó el arco sobre las cuerdas con cautela. Un sonido resonó en la habitación, inesperadamente fuerte y casi siniestro. Por un instante, apartó el arco con un escalofrío, como si las cuerdas le hubieran quemado los dedos.
Pero luego, en su rostro se dibujó una sonrisa torcida.
– Bien. Veamos cómo funciona tu magia.
Cerró los ojos y declaró en voz alta:
– Quiero las Cuerdas Lunares. Que aparezcan ahora mismo.
Volvió a deslizar el arco sobre las cuerdas. Por un breve instante, la habitación se llenó de un sonido extraño parecido al susurro lejano del viento. Pero en lugar de las preciadas cuerdas, del techo se desprendió un polvo seco y oscuro: musgo viejo, trozos de madera podrida y telarañas enredadas entre sí. El musgo se acumuló sobre sus hombros y manos, metiéndose entre los pliegues de su ropa. El Tesorero saltó de su asiento, sacudiéndose con furia.
– ¡¿Qué tontería es esta?! ¡Esto no es lo que pedí! – gritó, fuera de sí.
Se dejó caer de nuevo en el sillón, respirando con dificultad. “Tal vez el poder del violín no sea suficiente para invocar las cuerdas…” – pensó —