Las Cuerdas Lunares. Boris Leonov

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Название Las Cuerdas Lunares
Автор произведения Boris Leonov
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Издательство
Год выпуска 0
isbn 9785006567214



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su largo cuello y dijo:

      – ¡Saludos, mi Reina!

      – ¡Saludos, Cisne! Cuéntame, ¿qué te revelaron hoy las aguas?

      – Los canales de la ciudad han revelado muchas cosas, algunas luminosas, otras amargas.

      – Vi a un niño junto al canal. Partió su último pedazo de pan y se lo ofreció a un cachorro hambriento. Su padre lo reprendió severamente por ello, pero el niño solo se quedó en silencio, sin apartar la mirada.

      – En el corazón del niño hay más bondad y sabiduría que en las palabras de su padre – dijo la Reina.

      – ¿Y qué más te reveló el agua?

      – A la orilla del canal vi a una mujer. Contemplaba su reflejo y lloraba. Repetía que la habían engañado, pero no dijo quién. Su tristeza era tan profunda que parecía que incluso el agua compartía su pesar.

      La Reina de la Noche permaneció en silencio un instante, su mirada se perdió en la ciudad.

      – El dolor a menudo ata nudos en el alma, pero todo nudo puede deshacerse con paciencia y voluntad.

      – Gracias, Cisne. Tus observaciones son valiosas. Quédate conmigo un poco más, pronto llegarán los demás.

      El silencio que por un instante reinó en la sala fue interrumpido por un leve ronroneo que llegó desde la escalera que conducía al salón de los caballeros. Todos dirigieron la mirada hacia la escalera, y la Reina de la Noche sonrió apenas perceptiblemente.

      Desde las sombras, con gracia y en absoluto silencio, apareció la Gata. Sus ojos amarillos brillaban bajo la luz de la luna mientras avanzaba lentamente sobre el suelo de piedra, posando con suavidad sus patas. Se sentó a la sombra de una columna, enroscando la cola alrededor de sus patas.

      – Aquí estoy, mi Reina. Estoy segura de que me esperabais precisamente a mí – ronroneó la Gata con satisfacción.

      Antes de que la Reina pudiera responder, junto al trono se oyó un leve susurro. Desde la oscuridad asomó la Rata, y sus pequeños ojos astutos destellaron con diversión.

      – Hemos llegado casi al mismo tiempo – comentó la Rata.

      – No, yo llegué primero – replicó la Gata.

      – Ah, Gata, por supuesto, siempre la primera. Aunque, según mi experiencia, la prisa rara vez es buena consejera.

      – Y según la mía, quien llega primero, trae las noticias a tiempo – bufó la Gata.

      – ¿Noticias o exageraciones, querida? – se burló la Rata.

      La Reina de la Noche, reprimiendo una leve sonrisa, hizo un gesto con la mano, y ambas guardaron silencio de inmediato.

      – Basta, mis astutas ayudantes. Vuestro eterno duelo siempre me divierte, pero bien sabéis cuánto valoro a cada una de vosotras. Contadme lo que habéis visto.

      La Gata se irguió con elegancia y alzó la cabeza con orgullo, como quien está a punto de anunciar algo de gran importancia.

      – Hoy he echado un vistazo dentro de la casa del panadero. Ante los demás finge ser generoso y bondadoso, pero en realidad oculta dinero para no pagar al chico que durante todo el mes le ha traído agua para la masa.

      Pero también vi buenas acciones. Escuché a unos maestros hablar sobre cómo ayudar a un huérfano a conseguir trabajo. Querían enseñarle un oficio para que pudiera ganarse la vida.

      La Gata terminó su informe inclinando levemente la cabeza en señal de respeto.

      Aprovechando la pausa, la Rata habló con un ligero tono de burla:

      – Mientras la Gata trepaba por los tejados, yo descendí a donde realmente se ocultan los secretos. En el sótano de una tienda escuché a un comerciante urdir un engaño: planea mezclar harina con salvado para venderla a un precio más alto.

      Hizo una pausa y se inclinó un poco hacia adelante:

      – Pero allí mismo vi cómo un viejo molinero apartaba un poco de grano para dárselo a su vecina pobre, que ya no tenía nada para comer.

      – Como siempre, ambas me habéis traído noticias importantes – dijo la Reina —. Aprecio vuestra perspicacia y dedicación. Que cada una cumpla su labor lo mejor que sepa, pero no olvidéis que ambas servís a un mismo propósito.

      Hizo una breve pausa y preguntó:

      – ¿Y dónde está la Búho Blanco? ¿Alguien la ha visto?

      – Mi Reina – respondió la Gata —, la vi en una de las calles de las afueras de la ciudad. Estaba posada en la ventana de una pequeña casa, conversando con un niño que sostenía un violín en sus manos.

      Un instante después, en la alta ventana de la Torre apareció la Búho Blanco. Aterrizó con rapidez en el alféizar, resbalando levemente sobre la piedra lisa. Había volado con tanta prisa que sus plumas blancas estaban algo alborotadas y su respiración era agitada. Sus grandes ojos ámbar recorrieron velozmente la sala.

      – Perdóname, mi Reina – dijo —, me he retrasado un poco.

      – Siempre llegas a tiempo, Búho – respondió con calma la Reina de la Noche —. Pero esta vez veo que tenías una razón Cuéntame.

      La Búho Blanco se posó en un escalón junto al trono, alisó sus plumas despeinadas e inclinó levemente la cabeza en señal de respeto.

      – Me retrasé porque, mientras volaba sobre la ciudad, vi en una ventana a un niño que tocaba el violín a altas horas de la noche, cuando los demás niños ya dormían. Su melodía era muy triste, pero en ella resonaba la esperanza. Sentí el deseo de hablar con él.

      – ¿Y qué te contó? – preguntó la Reina.

      Todos los súbditos se acercaron y se tomaron asiento cerca del trono para no perderse ni una sola palabra.

      La Búho continuó su relato:

      – Me posé en el postigo y le pregunté: «¿Cómo te llamas, niño?”

      – Mi nombre es Dani.

      – ¿Por qué tocas cuando los demás niños ya duermen? ¿No te gustaría descansar y soñar como ellos?

      Dani guardó silencio por un momento antes de responder:

      – Descansar es fácil cuando tienes la esperanza de que mañana será mejor que hoy. Y mi esperanza está aquí, en esa música.

      Toco porque creo que los milagros son posibles.

      La Búho se acercó un poco más a Dani y ladeó la cabeza con interés.

      – ¿Pero por qué tocas cada noche, Dani? ¿Por qué crees tanto en el milagro de esta melodía?

      La voz de Dani se volvió más suave:

      – Un día, un viejo organillero me dijo: “Si tocas la Melodía Lunar, tu enfermedad desaparecerá”. Aquel día difícil, apareció frente a nuestra casa…

      – ¿Qué día fue ese?

      Dani bajó la mirada hacia su violín, pensativo.

      – Fue el día en que apenas nos quedaba algo de comida. Mamá trabajaba sin descanso desde la mañana hasta la noche para poder alimentarnos. Entonces, aquel organillero, anciano y delgado, se acercó a nuestra casa y pidió un poco de agua. Quise ayudar, pero… – Dani suspiró – …pero no pude. Mis piernas no me obedecen.

      – ¿Y qué hiciste?

      – Llamé a mi madre. Ella le dio agua y le ofreció el último pedazo de pan. El organillero la miró y le dijo que bondad siempre regresa a aquellos que la comparten con los demás. Luego me miró a mí, directamente a los ojos, como si conociera mi destino. Me dijo que, si tocaba la Melodía Lunar, algún día lograría ponerme de pie y volver a caminar.

      – ¡Tu madre debe de ser una mujer extraordinaria!

      – ¡Es